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Reportaje:HISTORIA

El Schindler de Nanking

John Rabe salvó a 200.000 chinos de la matanza japonesa de 1937

Tras la publicación de sus diarios, The New York Times lo definió como "el Oskar Schindler de Nanking". Para los chinos de Nanking cuyas vidas salvó era "el Buda alemán". El comerciante germano John Rabe, miembro del partido nazi y admirador de Adolf Hitler, es la prueba palpable de que incluso en los extremos hubo quien dio la espalda a la barbarie y evitó la muerte de miles de personas. Como el nazi Schindler en Polonia, Rabe salvó en Nanking muchísimas vidas de chinos. Se habla de 200.000 durante la matanza llevada a cabo durante seis semanas en 1937 por las tropas japonesas en la entonces capital de China.

Las cifras de muertes no coinciden. Según el tribunal de crímenes de guerra de Tokio fueron 150.000. Los chinos las elevan hasta 300.000. Los japoneses llegan a la desfachatez de negar la matanza, que sus textos escolares definen como "el incidente de Nanking". Murieron más chinos en Nanking que japoneses como consecuencia de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki.

Decenas de miles de mujeres violadas, niños asesinados a golpe de bayoneta, fusilamientos sin tregua junto al río...

Rabe es casi desconocido en Alemania, pero esto se corregirá pronto. En Shanghai está ya en marcha el rodaje de una película sobre su vida y su actuación en los días de la matanza. El guión de la película tendrá dos versiones. En la destinada al mercado chino se omite el papel del generalísimo Chiang Kai-chek, el adversario nacionalista del líder comunista Mao Zedong. La copia para el resto del mundo recupera la parte omitida en la versión china.

Rabe nació en Hamburgo. Tras el bachillerato elemental con 20 años, se estableció en Mozambique, de donde regresó a Alemania enfermo de malaria. No aguantó mucho tiempo y su próximo destino fue China, que marcó su vida para siempre. Se casó con su novia alemana el año 1909 en Shanghai y empezó a trabajar para la multinacional Siemens en 1911. Tras una interrupción en Alemania, volvió a China, y en 1931 ya era el jefe de Siemens allí. En 1934, un año después de la llegada de Hitler al poder, se afilió al partido nazi. Después, Rabe lo justificó con la necesidad de crear una escuela alemana reconocida para que el Estado alemán la subvencionase y pagase a los profesores.

La invasión japonesa le sorprendió en Nanking, entonces capital de China, donde los japoneses iniciaron los bombardeos en el verano de 1937. Casi todos los extranjeros, incluida la familia de Rabe, abandonaron la ciudad. El generalísimo Chiang Kai-chek huyó en un avión el 9 de diciembre, y en el río Yangtsé se acumulaban las tropas chinas que luchaban por ocupar un lugar en los barcos y salvar sus vidas. Rabe desoyó las órdenes de Siemens y de la Embajada alemana y se quedó, sustituyendo en el cargo al jefe nazi. El 13 de diciembre de 1937 -se ha cumplido estos días el 70º aniversario-, los japoneses tomaron la capital y desencadenaron la matanza calificada como el holocausto de Nanking. Los extranjeros que se quedaron, pastores protestantes estadounidenses, médicos de hospitales y algunos hombres de negocios como Rabe, decidieron constituir una zona de seguridad para salvar a la gente de los ataques japoneses. Se creo un comité que eligió a Rabe como una especie de alcalde y jefe de seguridad, tal vez por su condición de nazi, que le dejaba en mejor posición negociadora ante los invasores. Japón había firmado con la Alemania nazi, en noviembre de 1936, el Pacto Antikomintern.

Rabe registra en su diario lo ocurrido aquellos días: "No queda ningún funcionario administrativo aquí. Nadie se sacrifica por el bienestar de cientos de miles de habitantes. Hermosa perspectiva, Dios mío, si Hitler quisiese ayudar". La confianza de Rabe en Hitler era tal que le envió telegramas para denunciar las atrocidades que cometían los japoneses. Decenas de miles de mujeres violadas, niños asesinados a golpes de bayoneta, fusilamientos sin tregua en la ribera del río durante seis semanas. Un periódico japonés llegó a relatar la apuesta entre dos tenientes sobre quién decapitaba a más chinos a golpe de catana.

Escribe Rabe: "No sabemos cómo podríamos ayudar a la gente. Los soldados japoneses están fuera de control". El 17 de diciembre de 1937: "Por doquiera que se mire no hay más que brutalidad y la bestialidad de los soldados japoneses". Otro texto registra: "A uno se le quita el aliento al ver a mujeres con cañas de bambú introducidas en la vagina. Incluso a viejas de más de 70 años las violan sin parar. He visto con mis propios ojos a las víctimas y hablé con ellas poco antes de su muerte". En la Navidad de 1937 visita a las víctimas en un hospital: "Encuentro a un civil con los ojos y la cabeza quemados por completo. Los japoneses los rociaron con gasolina. Está el cadáver de un niño de unos siete años con el vientre atravesado por las bayonetas. Lo internaron en el hospital y murió después de dos días sin lanzar un grito. He visto tantas víctimas que tengo que mantener mis nervios bajo control".

En febrero de 1938 regresa a Alemania e intenta conseguir una audiencia con Hitler para explicarle lo ocurrido. No lo consigue, y en junio de 1938 le envía una carta certificada: "¡Mi Führer! La mayoría de mis amigos en China opinan que no se le hizo a usted un informe sobre la verdadera situación. Le envío el texto de una conferencia preparada por mí que no está destinada para su publicación". En su ingenuidad se dedica a dar conferencias para denunciar lo ocurrido, y la Gestapo le detiene para interrogarlo durante tres días e incautarse del material filmado sobre la matanza. Le acusaron de torpedear la política exterior de Alemania. La intervención del dueño de Siemens consiguió que le pusieran en libertad con el compromiso de abstenerse de hablar en público.

Siemens le da un empleo bajo en Alemania, y después de la guerra lo detuvieron primero los rusos y después los ingleses, acusado de haber sido jefe nazi en Nanking. Se mantuvo a duras penas en casa de su hija, en Berlín, en medio del hambre y la pobreza. Se alimentaban con sopa de bellotas y de ortigas y patatas, conseguidas a base del trueque con piezas chinas de arte. Su nieta cuenta que Rabe decía de las piezas que vendía: "No me las puedo llevar a la tumba y este piso es tan pequeño que no sé dónde ponerlas". Al conocer su situación, desde China le mandaron paquetes de comida para sobrevivir, pero estos envíos concluyeron cuando en 1949 se impuso el régimen comunista de Mao. El 5 de enero de 1950, Rabe, el nazi bueno de Nanking, sufrió un ataque cerebral y murió ese mismo día en Berlín. -

John Rabe (tercero por la izquierda) posa en Nanking en 1938 en compañía de un grupo de occidentales.
John Rabe (tercero por la izquierda) posa en Nanking en 1938 en compañía de un grupo de occidentales.AP
Un soldado japonés se dispone a ejecutar a un chino en Nanking.
Un soldado japonés se dispone a ejecutar a un chino en Nanking.AFP

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