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Reportaje:INFRAESTRUCTURAS

Velocidad para los olvidados

Cuenca, ninguneada durante décadas en las comunicaciones, recibe la alta velocidad. Su reto ahora es convertirse en una gran ciudad

Juan Diego Quesada

Francisco Javier León, chaqueta larga de color café, merodea por el vestíbulo de la estación mirando aquí y allá. En un momento dado se acerca al mostrador: "¿Cuánto vale el viaje a Valencia?". "41,40 euros, caballero". "¿A Albacete?", repregunta. "18,40". "¿Y a Tarragona?", insiste. "No hay directo. Tendría que hacer un trayecto combinado". El viajero misterioso, desprovisto de equipaje, se larga sin decir nada más. Cinco minutos más tarde se le ve charlando tan tranquilo en la puerta de la estación de Cuenca. León, desempleado, se explica: "Vengo aquí a echar la tarde, ahora que todavía el autobús que viene es gratuito. Pregunto para matar el tiempo". Cerca, Augusto Soriano, agricultor de 63 años, cuenta que mientras labra sus tierras, en Colliguilla, ve pasar a toda velocidad el tren, pero hoy, día lluvioso y, por tanto, poco productivo en el campo, ha aprovechado para verlo más de cerca. Un ruido procedente de las vías llama la atención de todos los congregados, que pegan la cara a la valla. El AVE cruza la estación como una exhalación.

"Cuenca ha comenzado a recuperar el camino perdido durante décadas", asegura una portavoz municipal

La alta velocidad pasa por Cuenca (55.866 habitantes). A la estación Fernando Zóbel, construida a las afueras de la ciudad, están llegando todo tipo de viajeros, pero también curiosos que aún se están frotando los ojos. ¿De verdad Cuenca, que históricamente se ha sentido olvidada, es uno de los epicentros de las comunicaciones del país? El AVE al Mediterráneo (Madrid-Valencia, una inversión de 7.000 millones de euros) viaja en línea recta. Las promesas de empleo, crecimiento de la población, turismo y calidad de vida han generado unas enormes expectativas que han soliviantado a una ciudad habitualmente sosegada. Ahora que por fin ha acabado una "injusticia" que para muchos se ha prolongado durante más de 100 años, toca preguntarse qué va a ocurrir con esta ciudad de Castilla La Mancha.

Por lo pronto, las previsiones de crecimiento de población del Plan de General de Ordenación Urbana, aún por aprobar, no se van a cumplir. Se esperaba que se duplicara con la llegada de la alta velocidad y el ritmo frenético de la construcción durante los años anteriores. Los responsables municipales reconocen que fueron demasiado optimistas. Aun así, están convencidos de que es una buena oportunidad para vivir en la ciudad y trabajar en Madrid o en Valencia. También la conexión posibilita el traslado de los estudiantes que van a la universidad. Está por ver el incremento de habitantes que el AVE, en el futuro, aportará a una zona con tendencia a la despoblación.

De la mano de la alta velocidad vienen otros proyectos faraónicos. La nueva estación se situó a las afueras de Cuenca por consenso político, pero pronto surgieron voces críticas de quienes querían que se ubicase en el centro de la ciudad, en la antigua estación. La idea del Ayuntamiento es exactamente la contraria, es decir, que sean los servicios de las viejas instalaciones los que se muden al complejo recientemente inaugurado, lo que supondría que 17 hectáreas de terreno, perteneciente a Adif, quedarían libres en pleno centro de Cuenca. Una pieza golosa para las constructoras. Una portavoz del Ayuntamiento, gobernado por el PP, explica que quieren negociar para recuperar el terreno e implantar un parque tecnológico destinado a empresas "atraídas por la cercanía a dos capitales importantes".

Llegar al AVE también tiene sus problemas. La ciudad se conecta con la estación Fernando Zóbel a través de un autobús que cubre el trayecto, rodeando una vaguada, en 15 minutos. Para acortar el tiempo, el alcalde, Francisco Pulido, planea construir un ferrocarril o un transporte similar que vaya en línea recta. Otra gran obra.

Además, hay otros asuntos que solucionar. El olor es insoportable, sobre todo a media tarde, en la estación de tren. El viento transporta el hedor de un vertedero cercano. "Huele a muerto", "a pescado podrido", "es como agua estancada", se comenta en el corrillo de curiosos que pasa las horas escrutando los pasillos relucientes de la Fernando Zóbel. Los vecinos determinan que se tenía que haber previsto que algo así podría ocurrir. "Va a ser mucho peor en verano".

Es pronto para hacer una evaluación global del impacto de la línea. El trayecto Madrid-Cuenca en ambos sentidos ha tenido, desde el 19 de diciembre hasta el 4 de enero, 8.707 plazas ocupadas: 6.572 en dirección a la capital y 2.150 camino a Valencia. En el AVE al Mediterráneo, según cálculos realizados por este periódico con datos facilitados por Renfe, se ha vendido el 50% de las plazas ofertadas. Los empresarios de la hostelería aseguran que la facturación se ha incrementado estas Navidades un 15% respecto al año anterior.

No todo es optimismo. Francisco de los Cobos, profesor de sociología de la Universidad de Castilla-La Mancha, integra una plataforma en defensa del ferrocarril público y social. Desde el principio se ha mostrado crítico con el AVE. Este experto en ordenación del territorio relacionado con el ferrocarril considera que tiene un coste desproporcionado para los beneficios que va a aportar. A su entender, se tendría que haber modernizado la línea convencional, muy deteriorada actualmente por la falta de inversión, y con la que un viajero se podría plantar en Madrid en menos de dos horas. Ir a contracorriente le ha costado que algunos vecinos le increpen por la calle. "Y yo los entiendo", afirma durante una larga caminata por la ciudad. "Llevamos décadas quejándonos de que se han olvidado de nosotros, reclamando comunicaciones. La realidad es que la ciudad no da para más. Aquí hay funcionarios, agricultores y servicios. Poco más. El desarrollo tiene que venir por otro camino. Universidad, investigación, desarrollo empresarial...".

En la memoria de todo el mundo está grabado el 25 de junio de 1992. Miles de conquenses se echaron a la calle para que la A-3, autovía Madrid-Valencia, pasara por la ciudad. Se consiguió movilizar a una sociedad, explica una portavoz municipal, habitualmente adormecida. Finalmente, el trazado no contempló esa ruta, lo que supuso un jarro de agua fría. "El año 2010 pasará a la historia porque Cuenca ha comenzado a recuperar el camino perdido durante décadas", resume esta misma fuente.

El sentimiento de ciudad olvidada se remonta al siglo XIX, época en la se decidió que la primera gran línea de ferrocarril en España (Madrid-Alicante) pasara por Albacete. "La ciudad se ha colocado en el mapa de las comunicaciones", resume orgulloso Ramón Pérez, portavoz del PSOE en la oposición. El orgullo que sienten los conquenses es evidente. Ocurre lo mismo con los visitantes. Fernando Consuegra, un vasco de 47 años que visita esta ciudad patrimonio de la humanidad, filma el morro del AVE al llegar a la estación. Arriba, con la cara pegada a la valla, se encuentra Francisco Marín, un peón caminero jubilado. "Frena, muchacho", le grita al siguiente tren, que no hace parada en la estación. "Lo mejorcito que ha pasado en la ciudad en siglos", sentencia Marín, de 73 años. El resto del corrillo asiente dándole su beneplácito.

Exteriores de la estación Fernando Zóbel (Cuenca).
Exteriores de la estación Fernando Zóbel (Cuenca).JUAN DIEGO QUESADA
Los príncipes de Asturias, junto a José Bono, a la izquierda, José María Barreda, y José Blanco, a la derecha, en la estación Fernando Zóbel.
Los príncipes de Asturias, junto a José Bono, a la izquierda, José María Barreda, y José Blanco, a la derecha, en la estación Fernando Zóbel.EFE

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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