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Reportaje:EL SUEÑO AMERICANO

Venezolanos que sueñan con EE UU

El país de Hugo Chávez es un semillero de aspirantes al triunfo en las grandes ligas estadounidenses de béisbol

Alguna vez Hugo Chávez tuvo el mismo sueño americano que Leisman Acosta. En 1971 se alistó en la Academia Militar de Venezuela con la idea de irse a Caracas para allí captar la atención de un buscador de talentos que se lo llevara a Estados Unidos como jugador novato de la liga americana de béisbol. Pero se quedó en el cuartel. Se convirtió en el pitcher (lanzador) zurdo del equipo del ejército. Luego, en líder de un intento de golpe militar contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez, en 1992, y en presidente de la República, en las elecciones de 1998. Desde entonces, Estados Unidos dejó de ser un sueño para él y se transformó en el aborrecible imperio yanqui.

Pero si en el futuro Leisman Acosta -de 12 años, buena pinta de pitcher y fanático de los Medias Rojas de Boston- se desvía del camino del béisbol, es poco probable que lo haga para convertirse en presidente. No porque Chávez haya dicho que planea gobernar hasta 2049, sino porque la competencia es mucha. Son miles los chicos venezolanos como él que sueñan con ser estrellas de la Major League Baseball de Estados Unidos. Son millares los padres que lo apuestan todo a esa fantasía de que su hijo gane un contrato millonario en dólares y se lleve al norte a toda la familia. Y muy pocas las posibilidades, una entre cien, de que realmente lo logren.

En Venezuela funcionan ocho escuelas de formación de jugadores de béisbol para equipos de Estados Unidos
Muchos jóvenes dejan de estudiar para dedicarse a jugar. La mayoría se frustra y no hay programas para reinsertarlos

"¡Yo eso lo veo tan complicado!". Lo dice Zenaida Alfonzo: es madre y padre de Leisman y de otros cuatro chicos más, porque al padre de los chicos, cuenta, lo mataron hace seis años para robarle. Justamente hace seis años, Zenaida comenzó a llevar a Leisman todos los domingos a las prácticas de béisbol. Lo hacía para que el muchacho se distrajera y porque en el barrio donde viven, en una casa techada con láminas de zinc, de paredes de bloques y de cajas de madera, no se puede tener a un muchacho desocupado. "Desde que entró en el primer equipo, los entrenadores no lo soltaron más. Llegó un momento en que si yo no lo llevaba al campo de juego, ellos venían a buscarlo", dice.

Leisman formó parte de la selección venezolana que jugó el año pasado en el IV Mundialito Infantil de Béisbol, celebrado en Caracas, con equipos de República Dominicana, Cuba, Panamá, Puerto Rico, Aruba, Curaçao, Colombia, Estados Unidos y Ecuador. Ganó varios juegos como pitcher y fue un bateador destacado. No pasará mucho tiempo antes de que sea descubierto por un buscón, término con el que se designa a un híbrido de cazador de talento y entrenador ilegal. Recorre los campos de juego infantiles de Venezuela y República Dominicana, y sirve de puente entre los jóvenes jugadores y los scouts de los equipos profesionales estadounidenses.

"Cuando el muchacho llega a la categoría júnior, a los 12 años, ya hay un buscón, un tipo que se lo lleva a un scout. Este lo ve jugando y ahí hacen un negocio entre ellos, donde ni la familia ni el muchacho participan. El scout paga el favor con dinero", explica Domingo Álvarez, gerente general de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional. La sola búsqueda representa un gran negocio.

Si en los dos años que siguen el chico muestra verdadera destreza, es posible que firme un contrato con algún equipo cuando cumpla 14 años. En ese momento, el jugador recibiría un bono que puede oscilar entre los mil dólares y dos millones y medio de dólares, lo que calcule el ojo del scout. Es entonces cuando los jugadores y sus familias pagan por los favores recibidos por parte del buscón. Sólo en 2008 los equipos de la liga mayor de béisbol repartieron más de 60 millones de dólares (más de 44 millones de euros) en bonos entre los chicos de América Latina que firmaron, y entre el 30% y el 50% de cada uno de esos bonos fue a parar a los bolsillos de los buscones. Superado el trámite de la firma, los chicos de 14 son enviados por dos años a academias profesionales de béisbol administradas por los equipos estadounidenses, que funcionan en Venezuela y en República Dominicana. En Estados Unidos, por ley federal, los equipos no pueden firmar a un muchacho antes de cumplir los 16 años. Como a los 14 no pueden llevárselos a Estados Unidos, los dejan en las academias hasta que cumplan 16 años. "Cuando los cumplen, solicitan la visa al Gobierno de EE UU para que puedan entrar", cuenta Álvarez. Sólo en Venezuela existen ocho de esas academias en funcionamiento. Hace cinco años había entre 14 y 17, pero varias dejaron el país cuando el Gobierno pensó en controlar los deportes profesionales mediante una nueva ley.

Tanto Venezuela como República Dominicana son las canteras de peloteros predilectas del béisbol de Estados Unidos. Del total de 818 jugadores de las grandes ligas, 81 son dominicanos y 52 son venezolanos, según la Federación Internacional de Béisbol. En las ligas menores, donde el 47% de los 6.973 jugadores que están bajo contrato son extranjeros, hay muchos más.

Arturo Marcano es abogado y desde hace varios años se ha dedicado a observar y a asesorar legalmente a cientos de peloteros latinoamericanos que llegan y se van de Estados Unidos con las manos vacías. Su conclusión es que el béisbol está creando una gran carga social tanto en Venezuela como en República Dominicana que estos países ni siquiera planean atender: "Muchos jóvenes abandonan la posibilidad de estudiar para dedicarse al béisbol. Juegan unos años y luego vuelven frustrados, sin ninguna preparación. No hay programas para su reinserción en la sociedad".

"Los buscones son los que están quedándose con el gran queso. Pero eso escapa a nuestro control", se queja Enrique Brito, asistente especial al director de ligas menores de los Cardenales de San Luis y gerente deportivo del equipo venezolano Bravos de Margarita. Brito, que ya rebasa los 51 años, comenzó a jugar a los 16 en las ligas menores con los Mellizos de Minnesota y con los Tigres de Aragua en Venezuela. Él sabe por experiencia que sólo el 3% de los chicos que estudian en academias como la suya se estabiliza y juega hasta cinco años en grandes ligas. "Hace poco le dieron a un outfielder (jugador que se coloca en el fondo) 2,8 millones de dólares (dos millones de euros). ¡Imagínate un muchacho de 16 años con tanto dinero!", dice. Cifras como esa quitan y dan el sueño en Venezuela.

Niños en un estadio de béisbol en Caracas, imitando  las posturas de los grandes jugadores.
Niños en un estadio de béisbol en Caracas, imitando las posturas de los grandes jugadores.REUTERS

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