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LECTURA

Un beduino en las Cortes

El aragonés José Antonio Labordeta, cantautor, profesor, escritor y presentador de televisión, fue diputado en el Congreso por la Chunta Aragonesista en la VII y VIII legislaturas. En un libro de inminente aparición rememora, con su peculiar estilo, su paso por el Parlamento

Estaba a punto de terminar la séptima legislatura, la que me había chupado yo con otros trescientos y pico diputados y con la ayuda de Francisco Pacheco, de María, de Ana Pilar y de otras gentes que desde los despachos, pasillos y rincones me ayudaron a tantas y tantas cosas. Ya es hora de sacar mis notas, porque, curiosamente, a lo largo de esa legislatura fui tomando pequeños apuntes sobre los colegas, mis impresiones, sus silencios; también sobre esos otros ciudadanos que estuvieron cuatro años a mi lado.

Por eso este capítulo lo titulo Los singulares y los plurales. Singulares, por aquellos que han dejado huella en mí, ya sea buena, mala o regular, a lo largo de estos años, y plurales, los que apenas han estado en el hemiciclo y han votado, vociferado, gritado y denunciado más allá de su largo y frío silencio.

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De los plurales no tengo apenas apuntes, y los pocos que he tomado prefiero guardarlos en el anonimato y el olvido. A otros diputados ya los he citado como ministros, y paso también de ellos.

Luis Acín. Diputado del PP por Huesca. Viejo colega de combates democráticos, es un ciudadano que no tiene pelos en la lengua y que, cuando sus paisanos no le votaron para ser senador, se cabreó mucho y los puso a parir. No iba a llegar muy lejos en eso de la política.

José Acosta. Siempre me ha parecido que tenía modales de corsario inglés, y le gustaba reunirse con sus conmilitones en la cafetería del hotel Suecia. Sus andares y gestos son lentos, nunca se sabe si por la reuma o porque, como los grandes carnívoros africanos, observa a sus víctimas.

Luis Felipe Alcaraz. Además de comunista es un excelente poeta. Magnífico orador con un gran mordiente, en el hemiciclo siempre atacaba de frente.

Carmen Alborch. Es tan valenciana que sólo de verla te trae toda la luz mediterránea. Modelos ilustres, escándalo de los puritanos de gris. Da gusto contemplarla.

Iñaki Anasagasti. Perdona poco la imbecilidad, y cuando habla lo hace con tal precisión que a los ministros les gustaría estar en la cafetería en vez de en el hemiciclo. Guarda todo su resentimiento de haber nacido en Venezuela como hijo de exiliado. Es un republicano de los que no disimulan.

Pedro María Azpiazu. Del Athletic de Bilbao. Con mucha sorna y mucho conocimiento de la economía y todos esos intríngulis financieros.

José María Benegas. Las viejas glorias se diluyen por los altos escaños con la nostalgia de los días de dioses y mensajes. Sigue siendo un excelente dialéctico.

José Luis Bermejo. Riojano, socarrón, excelente fotógrafo. Me dicen que fue alcalde de Logroño. No tiene pinta. Parece muy buena persona.

José Blanco. Gallego. Dicen que va para importante. No lo aparenta.

Josep Borrell. Ha perdido algunas batallas, pero resiste. Sigue bajando en las navatas del Segre, entrenándose para subir hacia lo alto. Éstos nunca paran.

Leocadio Bueso. Más triste que los atardeceres de su ciudad, Teruel. Seguro que en su pueblo natal, el serrano Fortanete, le han puesto una calle. Si no lo han hecho, hay que reclamarla. Él nunca lo hará.

Carles Campuzano. Es la voz progresista de CiU. Me pregunto, cuando le oigo hablar desde la tribuna, por qué razón está en esa coalición. No lo entiendo, aunque tampoco es que el PSC sea la panacea progresista.

María Luisa Castro. Es como un ariete contra todas las injusticias y se lo juega todo a una sola carta. Cuando habla, se tambalea la moralina pepera y en la calle moviliza todo lo que se puede movilizar. Si no fumase tanto, sería más cómodo estar hablando con ella.

Carme Chacón. Su segundo apellido es de mi tierra. Apenas nos conocemos y coincidimos en una de las manifestaciones contra la Ley de Educación del señor Aznar. Anduvimos un buen rato caminando juntos y me fue contando la historia de su abuelo, Piqueras, de un pueblo monegrino, Alcubierre, y militante de la CNT. Pasó lo que pasaron miles de españoles. "Un día te lo contaré", me dijo justo delante del Ministerio de Educación, mientras los manifestantes gritaban contra esa ley inicua.

Gabriel Cisneros. Paisano y, por tanto, bastante conocido desde antes de vernos por la carrera de San Jerónimo. Tiene un currículo magnífico. Manda mucho en el PP. No hay más que verlo en las reuniones de la Mesa y portavoces de los martes.

Máximo Díaz Cano. Es rotundo. No se anda por vericuetos dialécticos. Como miembro de la Comisión de Control de RTVE, llama al pan, pan, y al vino, vino, poniendo a los chicos del PP bastante enrabietados.

Adolfo Fernández Aguilar. Como soy el último del Grupo Mixto, me toca convivir con el primero del PP en esa fila. Y es él: un tipo simpático, de denso currículo y con un enorme sentido del humor. Hicimos tan buenas migas que, a pesar del lío del trasvase, comprábamos lotería juntos; no nos toca, pero con la voluntad ya vale.

Francisco Frutos. En las comisiones en que coincidimos nos votamos a nosotros mismos, para así tener dos votos frente al totalitarismo de las mayorías absolutas, apoyadas por los colegas de la socialdemocracia. Es un magnífico orador y me gustaba oírlo. A los beduinos, la buena palabra siempre nos atrae.

Mercedes Gallizo. De tanto conocernos, de tanto combatir en los mismos frentes, nuestro currículo está casi el uno al lado del otro. En la Comisión de Control de RTVE hizo una pregunta tan inteligente e irónica que los periodistas parlamentarios le darían un premio por ella. Un día sacó adelante una proposición no de ley y se puso tan contenta. Lo había conseguido porque faltaron diputados del PP. Al mes siguiente nos derrotaron. Una PNL es algo parecido a esos papeles que vuelan en mi ciudad los días que el cierzo revienta con mala leche.

Felipe González. Ex presidente del Gobierno. Apenas acude al Congreso. Los del PP dicen que es una vergüenza que cobre y no venga. A veces es más vergüenza estar y no existir. Coincidimos en la cafetería del hemiciclo. Me presenté. "Claro que te conozco", me dijo, "soy fan tuyo, cosa que tú nunca has sido de mí". Bajé la mirada. Tenía razón.

Luis de Grandes. Portavoz del Congreso. Es un ciudadano educado y respetuoso con todo el mundo, aunque a veces sea duro con los oponentes. Me admira lo limpios que lleva siempre los zapatos.

Alfonso Guerra. Ex vicepresidente del Gobierno. Desde su escaño, con una mirada cargada de ironía, sigue las jornadas de control parlamentario. Es sevillano, pero de esos que guardan la palabra para el momento justo. Dicen que tiene mala leche. No me extraña, con la tropa que lleva y la que lo rodea. Lector excelente y viejo librero, es amigo de ese tipo maravilloso que es Pepe Batlló, el director de El Bardo, la mejor colección de poesía de España. Alfonso anduvo con Pepe, y desde su librería intentaron conectar con los poetas del país para crear una revista. Nunca la sacaron.

Santiago Lanzuela. Fue presidente del Gobierno de Aragón, que perdió, aun habiendo ganado las elecciones, por la traición de un personaje amigo y hasta entonces compañero de Gobierno. Lo veía triste y entendía las razones. Curiosamente, hablábamos mucho más que cuando fue presidente de mi tierra. Era un hombre educado, y los bofetones de unos y otros en estas últimas circunstancias le han afectado profundamente.

Begoña Lasagabaster. Diputada de Eusko Alkartasuna. Gracias a ella, el Beduino aprendió mucho, y se lo agradezco porque tiene un profundo conocimiento del camino de lo político, y a un tipo como yo le sirve para andar por los túneles con su linterna, iluminando la oscuridad de mis conocimientos. En una sesión donde hubo tensiones nacionalistas, una voz, desde los escaños del PP, la llamó asesina. Reclamamos a la presidenta. Nada de nada.

Gaspar Llamazares. De lo más íntegro que anda por los andurriales de la política. Lo zarandean los suyos; lo atacan los otros, y los de su proximidad, los del PSOE, intentan por todos los medios descafeinarlo -igual que ellos- y dejarlo en un socialdemócrata más. Pero él se agarra al clavo ardiendo de su ideología comunista y ahí está, como si esperase, en cualquier momento, volver a ocupar el Palacio de Invierno, que ya no existe. En su solapa luce siempre la tricolor republicana.

Juan Fernando López Aguilar. Es un estupendo dibujante y me invadía con caricaturas y retratos.

María Isabel López i Chamosa. "¡Señora Chamosa, cállese!" Una y otra vez, la presidenta le gritaba, en las tardes de los miércoles, llamándola al orden, porque muy a menudo Isabel, una luchadora sindicalista, no aguantaba las declaraciones que salían de algunos diputados peperos en contra de posiciones democráticas.

Diego López Garrido. Líder y secretario general de Nueva Izquierda. Ahora ocupa una plaza de diputado en el PSOE. Con su currículo, uno puede ir a donde le dé la gana. Asistí a la fundación de Nueva Izquierda. Un buen proyecto de difícil recorrido. Al final fue el PSOE quien absorbió a todos los miembros supervivientes de esta organización.

Víctor Morlán. Diputado por Huesca. Coincidimos muchas veces en la Comisión de Infraestructuras y nos apoyamos mutuamente contra secretarios de Estado y directores generales olvidadizos y algunos fieros integristas ideológicos.

José Núñez Castain. Diputado del PA por Cádiz. Tiene carrete y sabe estar donde tiene que estar. Siempre apoyaba las posiciones izquierdosas del Mixto, excepto cuando se trataba de temas del País Vasco. "Hay demasiados muertos de mi tierra", nos comentaba, "bajo los terroristas de ETA".

Leire Pajín Iraola. Coincidimos en un programa titulado Parlamento. A ella la llevaban como la diputada más joven, y a mí, aunque no el más viejo, por sus cercanías. Le pregunté si era vasca y me dijo que sí, pero que había vivido casi siempre en Alicante. A lo largo de esa legislatura nos vimos por el Congreso y me pareció una ciudadana muy lista, muy combativa. "Anda", me dijeron, "por el círculo del nuevo secretario general del PSOE". Pregunté por él. "Rodríguez Zapatero", me dijeron. "Le ha ganado por la mano a Bono".

José Luis Rodríguez Zapatero. No dio mucha lata. De vez en cuando proponía pactos de buena voluntad con el PP, como el de los Partidos Políticos, y todos andábamos un poco de culo. Como orador era muy deficiente, y movía los brazos igual que un autómata. Supongo que, como yo, acabará aprendiendo.

Alfredo Pérez Rubalcaba. Venía de muy largo porque ya había andado por los ministerios de don Felipe y tuvo que poner orden en el desorden de aquel soñador que quiso compararnos con los británicos. La enseñanza estaba al borde del caos, y él apechugó con el desastre de aquel momento poniendo las cosas en su sitio, o más cerca de su sitio. Es un magnífico orador, muy hiriente y muy irónico. Es de Solares, como el agua.

Ricard Pérez Casado. Por cercanía de asiento, muchas tardes, cuando el hemiciclo quedaba semidesierto, me acercaba y charlaba con él. Ex alcalde de Valencia y administrador de la Unión Europea en Mostar y Sarajevo (Bosnia-Herzegovina). Me contó su experiencia y analizó lo que estaba pasando en Valencia con su partido. Hablábamos de libros. Es un excelente lector. Un día coincidimos en su ciudad en el festival de la revista Cartelera Turia y nos reímos como locos viendo el espectáculo preparado por las gentes de su tierra.

Jesús Caldera. Salmantino y uno de los apoyos fundamentales de su secretario general. Portavoz del PSOE, juntos nos enrabietamos en alguna ocasión en la Junta de Portavoces, cuando el Gobierno nos trituraba con sus mayorías absolutas.

Joan Puigcercós i Boixassa. Un diario catalán me preguntó qué opinaba de este diputado de ERC. Mi respuesta les hizo gracia: "Se parece a Bruce Springsteen". Camina con rotundidad de joven rockero, tiene mucho sentido del humor, y mientras conversábamos en una de esas tardes tediosas de largos parlamentos, me confesó que era fan de Xavier Ribalta. "Un día", le dije, "iremos a verlo". Hasta ahora no lo hemos hecho. Como parlamentario es cáustico y defiende sus planteamientos nacionalistas con una rotundidad que a los nacionalistas nacionales los pone un poquito tensos.

Luis Mardones Sevilla. Es de la escuela canaria: habla siempre sin papeles y toma la palabra para hablar sobre todo lo que haya que hablar. Es veterinario de profesión, pero lleva muchos años en la vida política y, a veces, me aclaraba esas dudas que surgen de las burocracias administrativas parlamentarias, que uno desconoce desde su ignorancia beduinesca. En un facsímil del diario Treball del PSUC, editado para conmemorar un aniversario de la legalización del partido, en una nota hablaban de que el gobernador de Lérida, señor Mardones, prohibió unos mítines del PSUC y de Esquerra Republicana. Le preguntamos. Sonrió y nos dijo: "Cosas de Fraga".

Beatriz Rodríguez Salmones. Es de lo más llamativo del PP, no sólo por su modo de vestir, sino también por su manera de actuar, reflexionar y decir, con cultura, lo que tiene que decir. Coincidimos poco y apenas nos hablábamos; pero en condición de singular la tengo sin ninguna duda. Cuando miro su currículo y veo que está separada y es madre de cinco hijos, digo para mí: "¡Hostia!", y aún la admiro más. Reconozco que como parlamentaria es dura y defiende sus convicciones con fuerza. -

Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados, de José Antonio Labordeta. Ediciones B. Precio: 20 euros. Fecha de publicación: 4 de febrero.

José Antonio Labordeta, rodeado de escaños vacíos, durante la apertura de una sesión parlamentaria en abril de 2000.
José Antonio Labordeta, rodeado de escaños vacíos, durante la apertura de una sesión parlamentaria en abril de 2000.MIGUEL GENER

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