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Reportaje:

Un diario a la medida de los tiempos

Un equipo heterogéneo de periodistas ha buscado la manera de modernizar el periódico sin que pierda su identidad

El director, Javier Moreno, y su adjunto, Vicente Jiménez, con el equipo creado para impulsar el nuevo proyecto. De izquierda a derecha: Soledad Gallego-Díaz, Vicente Jiménez, Jan Martínez Ahrens, Javier Moreno, José Manuel Calvo, Pablo Guimón, Mario Tascón y Enric González.
El director, Javier Moreno, y su adjunto, Vicente Jiménez, con el equipo creado para impulsar el nuevo proyecto. De izquierda a derecha: Soledad Gallego-Díaz, Vicente Jiménez, Jan Martínez Ahrens, Javier Moreno, José Manuel Calvo, Pablo Guimón, Mario Tascón y Enric González.

Hace nueve meses, el director del diario convocó a un reducido pero muy heterogéneo grupo de periodistas y le planteó una cuestión: "¿Cómo sería EL PAÍS si naciera hoy?". Luego pidió que la búsqueda de la respuesta se acometiera sin frenos ni complejos: "Todo está encima de la mesa. Todo se puede discutir".

Tal vez la palabra vértigo sea la que mejor defina las primeras sensaciones de aquel grupo. Porque no se trataba de rediseñar un periódico para sacarlo del arroyo, sino de meter el bisturí al diario español de referencia y líder en ventas. El punto de partida fue un sondeo muy completo para preguntar a los lectores. Ellos dijeron: "Sí, están ustedes bien, pero...". Hablaron de lo que más les gusta y de lo que menos, de lo que les gustaría tener de más y también de lo que no están dispuestos a perder.

Luego se encargó a un equipo de diseño escocés que empezara a moldear el nuevo periódico. "Necesitábamos", explica José Manuel Calvo, subdirector de EL PAÍS, "que alguien de fuera viniese a romper sin contemplaciones nuestra satisfacción con nosotros mismos". Se iniciaba así un largo camino destinado a un objetivo muy claro: lograr un periódico como el de ahora, pero mejor; un diario EL PAÍS nuevo, pero reconocible; un periódico que se sepa que es EL PAÍS, pero que se vea que ha cambiado... Ahí radicaba la principal dificultad: mantener el equilibrio, crecer y evolucionar, pero sin perder la huella genética. El proceso para llegar a buen puerto fue el típico de ensayo y error. "El equipo escocés mandaba propuestas que eran discutidas por la comisión de redactores, por el equipo de dirección, y así una y otra vez hasta que, ya en la recta final, el equipo de diseño del periódico asume la dirección del rediseño. Por tanto, hay una influencia exterior muy necesaria, pero finalmente es el equipo de EL PAÍS el que mastica esos cambios, los digiere, los traduce... Se encarga de que el periódico no pierda su ADN".

Durante meses, todos los viernes, el equipo nombrado por el director se reúne para impulsar el proyecto. José Manuel Calvo lleva la batuta: "El equipo ha estado formado por perfiles muy diferentes. Una sénior de la primera época del periódico como Soledad Gallego-Díaz, un corresponsal que ha estado mucho tiempo fuera y que también es escritor (Enric González), un periodista de la ultimísima generación (Pablo Guimón), una persona que tiene un pie puesto en el mundo digital (Mario Tascón), el subdirector de la edición dominical (Jan Martínez Ahrens)... La comisión se ha dedicado a poner el termómetro, a recoger opiniones, a elaborar unos documentos para alimentar a los diseñadores".

Y, sin embargo, durante todo ese tiempo, el equipo sabe que el rediseño del periódico no es lo más importante, sino la excusa para cambiar la manera de trabajar, la manera de contar las historias. Lo cuenta Pablo Guimón de manera muy gráfica: "No es lo mismo un periódico ahora que un periódico hace 30 años. Para exigirle a una persona que salga de casa, vaya a un quiosco, se desvíe de su camino al trabajo, pague un euro... no le puedes ofrecer lo mismo que todo el día anterior ha tenido en la radio, en el telediario, en las tres o cuatro páginas web que ve en el trabajo, en el gratuito que le dan al salir del metro. Antes, tú comprabas EL PAÍS y era tu forma de informarte, ahora eso ha cambiado: la gente va a comprar el periódico teniendo ya mucha información".

No es verdad que la gente no tenga tiempo para leer los periódicos. Ésta es una de las conclusiones a las que llegó EL PAÍS tras hablar con muchos de sus lectores. De lo que la gente no tiene tiempo es de leer cosas que ya sabe. "Y por eso", cuenta José Manuel Calvo, "estamos cambiando la forma de contar las cosas. Los periódicos ahora tienen que tener reflexiones, análisis, contextos distintos. Y hemos aprovechado ese cambio en la forma de contar las cosas para hacernos un traje a medida. El anterior estaba bien, pero se nos estaba quedando pequeño...".

El resultado, aquí mismo, el domingo que viene.

EL MONSTRUO

EN UN DESPACHO de la primera planta del periódico se ha venido gestando el monstruo. Así se le llama, en el argot de las redacciones, al ensayo general. Un diario con las nuevas aportaciones, impreso en la rotativa, pero que nunca ve la luz. Sólo sirve de banco de pruebas, de constatación de los aciertos y también de los errores. Desde que el proyecto se puso a andar, se han confeccionado cinco, y conforme el día 21 se iba acercando, su aspecto se ajustaba. El viejo modelo y el nuevo, fundiéndose al fin.

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