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Reportaje:

El fin de la era del petróleo barato

Ultimamente, el mundo del petróleo anda agitado. En el mes de enero, la Royal Dutch Shell reconocía que las reservas probadas de petróleo y gas de la compañía eran inferiores en un 20% a lo que decían sus libros. Poco después, la superpetrolera volvía a reducir en dos ocasiones la cifra de reservas, lo que suponía elevar a algo más del 25% el recorte total. Casi simultáneamente, otra compañía de petróleo y gas, El Paso, admitía que sus reservas habían sido sobreestimadas en un 40%. Paralelamente, la industria asistía, atónita, al debate entre los dirigentes de Saudi Aramco y Matthew Simmons, presidente de un banco de inversiones energéticas de Estados Unidos y ex asesor del presidente George Bush, que, en un informe presentado en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington, señalaba la posibilidad de que los grandes campos de Arabia Saudí hubieran alcanzado ya su capacidad máxima de producción y hubieran entrado en fase de declive.

Desde 1986, excepto en 1991, se ha extraído más petróleo del que se descubría. Hoy, por cada barril de crudo detectado se consumen cuatro
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Estos casos han hecho correr ríos de tinta en los medios de comunicación, a propósito del posible grado de generalización de las "inexactitudes contables" en materia de reservas y de la necesidad de urgir una mayor transparencia de las petroleras, facilitando, por ejemplo, el acceso de terceras partes a sus datos del subsuelo. No en vano, muchos geólogos han venido advirtiendo que las estimaciones sobre las reservas globales de petróleo podrían estar peligrosamente exageradas, por motivos políticos y económicos. Un caso particularmente sospechoso, al respecto, es la repentina revisión al alza efectuada entre 1983 y 1990 por diversos países de la OPEP.

Sin duda, todo este alboroto ha sido amplificado en los medios por su coincidencia en el tiempo con un notable repunte de los precios del crudo (los más altos desde la primera guerra del Golfo), que no pocos analistas han relacionado, al margen de cuestiones coyunturales, con la existencia de un serio problema de fondo: desde 1986, con la única excepción de 1991, año tras año se ha extraído más petróleo del que se descubría, al mismo tiempo que la demanda crecía inexorablemente, de forma que, actualmente, por cada barril de petróleo descubierto consumimos cuatro.

Ante esta situación y la imparable escalada de la demanda (que según el Departamento de Energía de EE UU se incrementará en un 57% de 2001 a 2025) son muchos los que piensan que en el futuro no quedará más remedio que incrementar el gasto en exploración y producción, lo que nos acerca a un escenario anunciado desde hace tiempo: el fin de la era del petróleo barato. Una perspectiva que esta misma semana se ha ilustrado con el precio más alto del crudo en 13 años y medio: el jueves, el barril de Brent llegó a superar los 37 dólares.

Sin embargo, esta previsión de precios altos, con su innegable impacto económico (¿se acuerdan de la crisis de 1973?) podría no ser lo más preocupante. Lo peor es que las tensiones sobre precios y reservas, sin olvidar los conflictos por el petróleo en Oriente Próximo y Asia central, podrían constituir los primeros síntomas de la inminencia del pico o cénit de la producción de crudo.

No se trata del típico tópico del agotamiento del petróleo, algo que probablemente no sucederá nunca, porque la crisis estallaría mucho antes. Como se explica en el texto adjunto sobre la curva de Hubbert, me refiero al momento en el que, a pesar de los esfuerzos tecnológicos, financieros y de apertura de nuevas áreas a la exploración y extracción de crudo, la producción mundial de petróleo no seguiría el tirón de la demanda porque entraría en declive o, en el mejor de los casos, se estabilizaría por un tiempo, para luego iniciar su definitivo descenso.

Se acerca el momento crítico

Dos informes recientes han puesto fecha a tal momento. A finales de marzo, la consultora Douglas-Westwood, con sede en el Reino Unido, situaba el citado cénit en 2016, y, a finales de abril, un analista de la compañía estatal de petróleos iraní (NIOC) publicaba en el Oil and Gas Journal que sus modelos sugerían una fecha aún más temprana: entre 2007 y 2008. Otro análisis, publicado en el boletín del mes de abril de la Association for the Study of Peak Oil & Gas (ASPO), indica que el pico de la producción se situaría en torno a 2010.

El asunto de la predicción del cénit de la producción del petróleo viene de antiguo, y, al margen de que en bastantes casos las proyecciones se han mostrado equivocadas, existen posturas encontradas entre los estudiosos del tema. Por ejemplo, las últimas dos predicciones citadas pertenecerían al grupo de los denominados pesimistas o hubbertitas. A éstos se les oponen los optimistas o cornucopias, es decir, los creyentes en el cuerno de la abundancia eterna.

Estos últimos suelen tomar como base de sus análisis las estimaciones de recursos y reservas del Servicio Geológico de Estados Unidos, que calcula en tres billones de barriles la cantidad total de petróleo que finalmente podrá ser recuperada del subsuelo del planeta. Una cifra, probablemente exagerada, que aproximadamente excede en un billón de barriles al promedio de 62 estimaciones realizadas desde 1942 y a la utilizada en sus modelos por los hubbertitas, quienes afirman que ya hemos quemado la mitad de los suministros posibles. Sobre la base de cálculo de los tres billones, el Departamento de Energía de Estados Unidos sitúa el pico de la producción en 2037, aunque otros cornucopias lo rebajan hasta 2019, y la Agencia Internacional de la Energía habla de algún momento entre 2010 y 2020.

En cualquier caso, sea cual sea la fecha más acertada, una cosa esta clara: pocos discuten ya la realidad del pico de la producción.

Y dicho pico puede cambiar nuestras vidas. El denostado petróleo impulsa el 95% del transporte mundial, del que depende la movilidad de personas y mercancías a través del planeta. Además, la producción de alimentos y la fabricación de algunos productos tan característicos de nuestra civilización como los plásticos, medicinas y ropas, pivotan en torno a esta materia prima. El petróleo constituye el 40% del total de la energía primaria comercial utilizada por nuestro planeta, y, contrariamente a lo que desearíamos, ninguna de las otras fuentes de energía primaria disponibles en la actualidad puede competir con la versatilidad, ventajas y bajo precio del petróleo.

Mariano Marzo es catedrático de Estratigrafía y profesor de Recursos Energéticos de la Universidad de Barcelona.

La curva de Hubbert

KING HUBBERT FUE un geólogo estadounidense que, tras trabajar para Shell, se dedicó a la docencia e investigación en algunas instituciones tan prestigiosas como el Massachussetts Institute of Technology.

Hubbert observó que en una provincia petrolera, tras bombear a buen ritmo el crudo más accesible y barato, la producción se hacía cada vez técnicamente más difícil y cara, e inevitablemente decaía. Tras estudiar la producción de muchos campos, Hubbert concluyó que la historia de la extracción se ajusta a una curva en forma de campana, cuyo punto de inflexión (peak oil) coincide aproximadamente con el momento en que la mitad del crudo recuperable ha sido ya extraído. Obviamente, los factores políticos y económicos, así como los avances científicos y tecnológicos, pueden alterar la forma de dicha campana, en la medida en que puedan acelerar o ralentizar los volúmenes extraídos en diferentes momentos.

Cuando Hubbert aplicó su método al conjunto de EE UU llegó a la conclusión de que el punto de inflexión de la producción se produciría alrededor de 1970. Y eso fue exactamente lo que sucedió. Pasado ese año, la producción entró en declive y nunca ha podido reanimarse, a pesar de las enormes sumas invertidas y de los espectaculares avances técnicos experimentados desde entonces. De hecho, la producción norteamericana actual se sitúa a unos niveles cercanos a los de 1940.

El método de Hubbert puede también aplicarse para predecir cuándo la producción mundial de crudo alcanzará su punto de inflexión o cénit. Sin embargo, tal predicción presenta grandes incertidumbres, entre otras razones porque muchos países y compañías tienen intereses políticos o económicos que les llevan a falsear sus datos de reservas, tanto por exceso como por defecto.

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