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Reportaje:UNA OBRA FARAÓNICA

Si no hay costa, se inventa

El emirato árabe de Dubai gana 1.500 kilómetros de playa con islas artificiales

Andrea Rizzi

Cuando incluso el último metro cuadrado de costa haya sido urbanizado, que no cunda el pánico: todavía será posible construir hoteles, apartamentos y villas en primera línea de playa. Si no queda costa libre, lo único que hay que hacer es crearla haciendo aflorar islas y penínsulas artificiales en mares con bajo fondo. Tan sencillo como eso.

En Dubai, uno de los Emiratos Árabes Unidos, la idea ha revolucionado el atlas, y los 70 kilómetros de costa natural del país se están convirtiendo en algo más de 1.500 gracias a tierras obtenidas echando enormes cantidades de arena y piedras en el agua. Una vez completadas las obras, el emirato contará con una costa urbanizable algo superior a la distancia entre Alicante y Génova. Mientras tanto, esta semana se entregarán los primeros apartamentos en la zona más adelantada del desarrollo.

En el emirato atribuyen la idea al jeque Mohamed Bin Rahid al Maktoum, regidor de Dubai y primer ministro de los Emiratos Árabes Unidos. Los trabajos empezaron en 2001, repartidos en distintos proyectos. Entre ellos, el inenarrable archipiélago World, compuesto por islas con formas correspondientes a las naciones del mundo, y el por lo menos desconcertante Palm, tres penínsulas en forma de palmera conectadas a la tierra por el tronco y cuyas ramas se aprovechan para construir villas frente al mar. Su dibujo, compuesto de muchas lenguas de tierra muy sutiles, permite obtener enormes extensiones de costa aunque las superficies afloradas sean escasas.

Experiencia holandesa

Impulsados por la promotora Nakheel, controlada por el Gobierno, los trabajos han sido llevados a cabo, en sus momentos más intensos, hasta por 40.000 trabajadores a la vez. La compañía holandesa Van Oord, especializada en obtener la construcción de tierras artificiales en el mar, tuvo en ellos un papel protagonista, pero en las faraónicas obras intervienen numerosas empresas.

La inversión de Nakheel en sus principales desarrollos alcanza los 23.000 millones de euros, y dará a luz miles de villas y apartamentos y decenas de hoteles de lujo. La palmera Jumeirah, la más pequeña de las tres previstas, acogerá ella sola 32 hoteles de lujo y unos 4.000 apartamentos y villas, todos ya vendidos por precios entre 260.000 y 1.000.000 de euros según los tamaños.

"Dubai estaba saturada, y sus posibilidades de expansión turística, al límite", comenta al teléfono un portavoz de Nakheel. "Actualmente, el emirato [que tiene cerca de 1,5 millones de habitantes] acoge unos seis millones de turistas al año. Pero no podía ir a más". Un problema serio en un emirato con escasas reservas de petróleo y que decidió hace años apostar fuerte por convertirse en centro turístico y en nudo de transporte de pasajeros y mercancías con capacidad de atracción mundial.

Actualmente, el petróleo constituye sólo el 5% del PIB de Dubai, que crece a un ritmo superior al 10% desde que empezó la década. Por su aeropuerto pasaron en 2005 unos 25 millones de pasajeros, el doble que en 2000 y casi la misma cifra que en el de Barcelona. Para seguir creciendo, Dubai necesitaba nuevas costas.

Además de ilusiones, las nuevas tierras han despertado también preocupación en algunos medios por su impacto sobre el medio ambiente marino. Nakheel mantiene que no habrá efectos secundarios negativos. Según la empresa, las aguas y fondos marinos escenario de la operación no tenían prácticamente vida antes de las obras. Ahora, en cambio, las rocas lanzadas al agua abrigan el florecimiento de la vida en donde sólo había una interminable explanada arenosa. Para conocer la verdad no queda más remedio que esperar a que las obras estén acabadas y que alguna institución independiente realice un estudio en profundidad.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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