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Reportaje:TENDENCIAS

El negocio de la infidelidad

Empresas de coartadas, 'love hotels' y teléfonos trucados se alían con los adúlteros

Rosa descubrió el engaño el día en que telefoneó al hotel de su marido. "Ningún señor Mayo", respondieron en recepción. Y fin del matrimonio. Para evitar estos accidentes, las compañías de coartadas pueden crear en cualquier ciudad del mundo un hotel de humo con un teléfono que se evapora tras un fin de semana de pasión. El negocio de la infidelidad comprende también hoteles reales y programas que enseñan a los móviles a mentir.

Para explorar las webs del engaño basta con crear un personaje: Jesús Romano, un arquitecto casado que suspira por una escapada con una amiga especial. Necesita una excusa. Consulta por e-mail a Miguel Ángel Martín, gestor de Tucoartada.com. Su oferta: 200 euros por la invitación a un seminario sobre aislantes, una llamada de confirmación y folletos falsos. Un complemento asegura cobertura telefónica.

Uno de los servicios estrella de las empresas que montan engaños son los seminarios de cocina para amas de casa

La empresa nació hace dos años durante una cena de organizadores de congresos. Entre dos platos, alguien preguntó: "¿A ninguno le usan sus amigos para maquillar un fin de semana loco?". A todos, por eso se decidieron a convertir en empresa la mentira gratuita.Se inspiraron en la estodounidense Alibi, una empresa que el gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, pillado tras frecuentar prostitutas, no debía de conocer. Muchos países contaban ya con su equivalente local, alguno tan sofisticado como la rumana Babalucio, que ofrece al infiel cajas de cerillas del hotel en el que no se alojó, o trofeos del campeonato en que no participó.Desde entonces, Tucoartada ha gestionado 200 encargos. Rechaza los inviables o fraudulentos. Además de mentir, reserva el hotel y paga las facturas para que no queden rastros. En sus promociones exhibe a un pastelero al que arregló un curso de rotulación con manga repostera.

La competencia en el adulterio digital se llama Juan Vázquez, director comercial de Coartadaclub. Asegura que representa a los dos lados de los Pirineos a Commerceweb, una multinacional con sede en Panamá. La empresa no se limita a la infidelidad, ofrece una escalofriante gama de servicios. Si usted es un peluquero de Cuenca que quiere simular una oficina en Andorra, ellos saben cómo montar el tinglado. Y si sospecha que, por una de esas cosas de la vida, le pinchan el teléfono, el club le suministra uno ilocalizable. Vázquez jura que respeta la ley, pero que "hay que aprovechar los boquetes que deja". Para cualquier gestión exige el DNI. Todo queda consignado, lo que tiene el inconveniente de que el cliente queda a merced de los mentirosos. Martín tiene otro sistema: "Sus datos son conocidos por mí. El equipo que prepara su coartada los ignora", explica en sus e-mails. Tras cada trabajo destruye todo.

Vázquez calcula que su compañía coordina en España a 20 trabajadores. Ante las suspicacias, esgrime 2.200 peticiones de coartada y estudios de mercado que aseguran que la mitad del país estaría dispuesta a engañar. Oferta hoteles ficticios en 60 países, bonos de infidelidad... Presume de que su público está formado por aquellos con menos oportunidades de escaparsey que, por eso, uno de sus servicios estrella es el de los seminarios de cocina para amas de casa. Para otro tipo de cliente, el cerebro oculto de la compañía prepara un servicio de acompañamiento.

Vázquez es un hombre pragmático: "Un divorcio es más caro que una coartadita. Con nosotros basta llegar a casa con un ramo de flores y un 'cariño, te quiero". María del Mar González, terapeuta de pareja, no es tan entusiasta respecto a las virtudes del mentir: "Un engaño tan sofisticado no salva un matrimonio; prolonga la pantomima".

Internet es la madre de estas compañías. "En una oficina no tendríamos visitas", admite Vázquez. Pero la tecnología posibilita soluciones más económicas. Por dos euros, los infieles descargan Soundercover o Cargo, programas que crean coartadas acústicas para teléfono. El usuario puede hablar desde la playa y su interlocutor oirá de fondo el ruido de una oficina, de un aeropuerto o de un atasco.

Las compañías de mentiras no ofrecen garantía. "Si te encuentras a tu primo en el hotel, no es culpa nuestra", dicen en Tucoartada. César Martín, de la Asociación Profesional de Detectives Privados, considera que estos sistemas "sólo pueden funcionar si no hay sospechas". "Es un circo", explica destilando escepticismo. María del Mar González tampoco sabe si tanto esfuerzo es muy útil: "Al final, los cambios en la conducta del infiel le delatan".

El problema de los hoteles fantasma es que no son cómodos para consumar el amor. Una de las soluciones en boga son los love hotels. Barcelona es su capital, con una decena, hijos de los meublés de posguerra. Persiguen atraer a jóvenes con el reclamo de habitaciones a 45 euros y una elegancia low cost. El gerente del La França divide su clientela entre pre, post y extra marital: jóvenes con urgencias, especialmente al cierre de las discotecas; divorciados con horario escolar, y un porcentaje incierto pero estable de infieles, que reinan entre semana, a la hora de comer o a la salida del trabajo. Los recepcionistas reconocen a los adúlteros casi sin mirarles. Bastan las gafas de sol o una mujer que espera de espaldas el ascensor.

A las tres de la madrugada se abre el garaje del Regàs de Barcelona. Un coche entra y en torno a él caen dos cortinones. Los ocupantes descienden y esperan en un cubículo mientras un conserje trajeado aparca y cubre con una lona la matrícula. Les acompañan a la habitación para asegurarse de que no se crucen con otro cliente. Tienen prohibido circular solos. Para salir deben marcar el 9 y esperar al conserje. En la habitación, un espejo gigante y una televisión con canales porno y teletiendas. Las ventanas, selladas. El modelo es universal. En el La França patrulla los pasillos una brigada de guardias con walkie-talkie. El detective Martín vuelve a suspirar mientras explica las pocas garantías que le ofrece el sistema: "Que se escondan, que si un investigador ve a alguien salir de uno de estos sitios, todo va a acabar igual". En el La França recuerdan a pocos, pero admiten que ha habido sabuesos que intentaron entrar hasta la cocina. Ajenas a las admoniciones del detective, las puertas del garaje del hotel se abren. Un coche se detiene sobre la acera, su conductora se ajusta las gafas de sol, tal vez pensando en dónde venden flores, quizá ensayando un "cariño, te quiero mucho". -

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