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Entrevista:UN LIBRO POLÉMICO

El recaudador lenguaraz

Ignacio Ruiz-Jarabo, director de la Agencia Tributaria con Aznar, cuenta por qué ha escrito un libro en el que revela graves interioridades de su antiguo trabajo. Por él desfilan políticos y empresarios, y algunos inspectores de Hacienda que, según el autor, abusan de su poder

Juan Diego Quesada

Arantxa Sánchez Vicario anunció su boda el mismo año que mantenía un pleito con Hacienda. El director de la Agencia Tributaria en esas fechas, Ignacio Ruiz-Jarabo, dice que recibió una llamada del representante de la tenista, que había invitado al enlace al entonces presidente del Gobierno José María Aznar. "A día de hoy no tenemos respuesta confirmando la presencia del señor Aznar a la boda y, ante el retraso de la contestación, hemos caído en la cuenta de que la llave para la asistencia la tiene usted. Comprendemos que don José María no puede ir a una boda de una contribuyente que mantiene un enfrentamiento con la Agencia Tributaria y a la que esta ha tenido que embargar", le dijo el representante. Ruiz-Jarabo pensó que era el momento de "sacar tajada" y con su silencio hizo creer al entorno de la tenista que, si se ponía al día con los pagos, la presencia del presidente estaba asegurada. Aznar asistió a la boda, en julio de 2000, aunque Ruiz-Jarabo nunca llegó a saber si el episodio tuvo alguna relación.

Ni Gil ni Ruiz-Mateos podían presentar avales para hacer frente a las deudas de los clubes que presidían con el fisco
Políticos de todos los partidos le llamaban, dice Ruiz-Jarabo, para interesarse por algunos expedientes

Este hombre de 55 años, responsable de la recaudación de impuestos entre 1998 y 2001, ha escrito un libro en el que no solo desvela los entresijos de las bodas de alto copete, sino que narra los logros y los fracasos de la entidad que presidía, además del afán de empresarios y políticos por lograr su favor. El asunto le ha valido el enfado, entre otros, de los inspectores de Hacienda, que consideran que ha faltado al secreto profesional y que ha hablado más de la cuenta. El dueño del club de fútbol Betis, Manuel Ruiz de Lopera, ha sido otro de los primeros en mostrar su disgusto.

La obra de Ruiz-Jarabo, publicada a principios de año, lleva un título tan poco revelador como Estado Fiscal y Democracia, la agencia tributaria en perspectiva, pero resulta un retrato picante de la forma en que supuestamente empresarios y presidentes de clubes de fútbol se enfrentan al pago de los impuestos.

El autor, consultor corporativo de empresas y director de un departamento especializado en temas fiscales de Consulting Empresarial (CE), recibe al periodista una mañana primaveral en su oficina del centro de Madrid, en un edificio propiedad de la duquesa de Alba, desde donde se ve el palacio de Liria. Las paredes están cubiertas de fotos suyas con Aznar, con Zapatero, con el Rey mientras contaba un chiste que no agradaba a la Reina, además de varios diplomas, uno de ellos por su "colaboración y desarrollo" en el sistema tributario cubano. ¿Ha perdido amigos con la publicación del libro? "Sabía que a algunas personas no les iba a gustar lo que he escrito, pero estoy convencido de que los que se consideran enemigos míos ya lo eran de antes". Pero el libro ha levantado ampollas. Algunas personalidades que habían confirmado su asistencia a la presentación fallaron a última hora, por lo que se perdieron el vino español posterior.

La realidad es que Ruiz-Jarabo no esquiva ningún tema, por espinoso que sea. Inspector en excedencia después de haber desempeñado los más altos cargos dentro de la Administración de Aznar, no se muestra tibio con sus colegas. El exdirector considera que dentro del colectivo de inspectores hay un grupo a los que denomina "los nuevos corsarios", aquellos que actúan en el borde de la ley. "Este tipo de inspectores se aprovechan del poder que tienen para asfixiar al contribuyente", explica mirando fijamente tras unas gafas de montura metalizada. Cuando la Inspección levanta un acta, el contribuyente puede mostrarse disconforme y apelar, primero ante el inspector jefe, después a los tribunales económicos y por último ir a un proceso contencioso-administrativo.

En ese tiempo, eso sí, el ciudadano tiene que pagar lo que le exige el fisco, salvo que presente un aval. Si se opta por llevar el caso a los tribunales, Ruiz-Jarabo señala que el pleito se eterniza, en ocasiones puede llegar a prolongarse durante 20 años. "De eso se aprovechan este tipo de inspectores. Proponen al contribuyente que acepte pagar una suma mayor que la que adeuda con la amenaza de que, de lo contrario, le costará mucho dinero, tiempo y esfuerzo escapar de Hacienda". Eso se llama "extorsión", según Ruiz-Jarabo.

Al exdirector le han pedido en varias ocasiones que rectifique partes de su libro, bajo la amenaza de llevarle a los tribunales. Pero de momento, no ha dado marcha atrás. Francisco de la Torre, portavoz de la organización profesional de Inspectores de Hacienda, considera que lo dicho por Ruiz-Jarabo es un ataque "intolerable" al honor y al prestigio del colectivo. "Ruiz-Jarabo ha demostrado que tiene un ego desmedido. Da una visión falsa de lo que es nuestro trabajo y peor aún: si vio esto durante sus años de mandato, no cumplió con su obligación de denunciarlo", afirma. Además, le culpa del pecado de no respetar la obligada reserva que exige esta profesión.

Y es que Ruiz-Jarabo cuenta en el libro escenas que presenció de los personajes que desfilaron por su despacho durante sus años de gestión. Entre ellos, Jesús Gil, con el que se reunió por las deudas con el fisco que arrastraba el Atlético de Madrid. Gil le dijo que no entendía de leyes ni de impuestos, pero que tenía dada la orden a sus colaboradores de no pagarle "ni un duro" a la Agencia Tributaria, y si para eso había que engañar, pues se engañaba. El director de la agencia recuerda que le propuso aplazar las deudas del club siempre que se presentara un aval. "Imposible, Ignacio", contestó Gil, "cada vez que intento entrar en una oficina bancaria se disparan automáticamente todas las alarmas del local, no puedo darte el aval". Poco después, el también alcalde de Marbella traspasó a Vieri, un delantero italiano, y con ese dinero canceló lo adeudado.

-También le tocó lidiar con Ruiz-Mateos...

-Sí, y lo recuerdo entrando en las oficinas y piropeando a una abogada del Estado.

Ruiz-Mateos, al igual que Gil, no podía entregar un aval por la deuda que tenía el Rayo Vallecano. El empresario jerezano, a cambio, proponía entregar "la mejor garantía" que tenía: su palabra de honor. El director le dijo que eso no era posible ("tras esforzarme en contener la risa", añade), aunque le aseguró con ironía que confiaba en la gallardía de un hombre que había levantado un imperio.

El don de narrar le viene de familia: su tío Francisco, presidente del Tribunal Supremo y ministro de Justicia en el franquismo, contaba un sinfín de anécdotas de su relación con el Rey o con Manuel Fraga que no llegaron a salir del círculo más íntimo. Su sobrino ha buscado audiencias más amplias y habla con la misma naturalidad de las bondades informáticas del fisco o del día en el que un empresario catalán le pidió que perdonara el 99% de la deuda de un hospital público.

Ruiz-Jarabo fue estudiante del colegio Ramiro de Maeztu y más tarde directivo del equipo de baloncesto de este centro, el Estudiantes, pero el Real Madrid es uno de sus temas más recurrentes. Ordenó embargar al club blanco las recaudaciones de las quinielas durante la presidencia de Lorenzo Sanz, a pesar de que uno de sus directivos le había amenazado con que "no tenía huevos" de hacerlo. Más tarde, un funcionario de la aduana del aeropuerto de Barajas tuvo un encontronazo con el equipo, recién llegado de Tokio. El empleado le preguntó a la expedición que comandaba Florentino Pérez si tenía algo que declarar. "Sí, hombre, que somos campeones del mundo", cuenta Ruiz-Jarabo que contestó Florentino Pérez. Pero añade: "Como el funcionario había visto en la prensa deportiva fotos en las que se veía a los futbolistas de compras, les dijo que debían pagar los impuestos arancelarios. Florentino Pérez dijo que quería hablar con el jefe de los aduaneros porque resultaba inconcebible que se molestara al equipo tras un largo viaje. La conversación posterior con Florentino Pérez debió de ser de todo menos relajada. Amenazó con echarnos encima a la prensa. Se enfadó mucho, pero se liquidaron los aranceles. Recuerdo que después Florentino Pérez envió un paquete de entradas para un partido a los funcionarios, pero se las devolvieron guillotinadas y con una leyenda: no queremos tus entradas, queremos tus disculpas".

Años después, dice que el presidente del Real Madrid intentó frenar la investigación que estaba realizando Hacienda a los clubes de fútbol y, para ello, amenazaba con paralizar la Liga. Ruiz-Jarabo muestra el capítulo del libro en el que lo cuenta:

"Este decidió hablar con Enrique Giménez-Reyna, que era el secretario de Estado de Hacienda. La conversación me la contó un testigo presencial de la misma según el cual el tono y el volumen de voz empleado por Florentino era el que hubiera empleado un capataz para dar una orden a un obrero. (...) Lo peor no fue que Giménez-Reyna consintiera el tono, el volumen y el contenido de las palabras de Florentino sin invitarle a abandonar las oficinas, sino que inmediatamente nos convocó al director de la Inspección -Gerardo Pérez Rodilla- y a mí para trasladarnos la instrucción recibida y sugerirnos que la ejecutáramos, que paralizáramos las inspecciones".

Ruiz-Jarabo señala que siempre se ha mostrado inamovible en este tipo de cuestiones. "Giménez-Reyna decía que no se le podía crear un problema al presidente Aznar, pero le dije que no iba a cumplir esa orden". Las inspecciones se realizaron y la Liga no se paralizó.

-¿No siente en ocasiones que ha traicionado la confianza de algunas personas, como cuando revela lo que dicen terceras personas?

-Si esas terceras personas son gestores responsables de la Administración, considero que no lo he hecho. Describo situaciones con cierto humor, representativas de cómo se produce la relación entre el fisco y personajes de éxito social. Era algo que no se había contado y resulta ilustrativo saber que la agencia permanece impermeable a influencias no debidas.

Lo que cuenta no es exclusivamente una serie de situaciones más o menos incómodas que vivió al frente del fisco, sino también una reflexión seria de los problemas y las virtudes de la fiscalidad española, calificada como una de las más competentes del mundo. De su experiencia saca la conclusión de que la agencia no está politizada y que no ha sido utilizada con fines partidistas por ninguno de los Gobiernos, al menos hasta lo que sabe. Ruiz-Jarabo cree que en los años noventa se pudo llegar a pensar lo contrario, como cuando se airearon los problemas fiscales de famosos, como Lola Flores ("siempre se refería al pueblo español 'al que tanto quiero porque tanto debo', y después nos enteramos porqué"), o el periodista Pedro Ruiz para dar ejemplo a la sociedad. Después, las cosas se llevaron con más discreción, según él. Por ejemplo, se mantuvo en secreto que no podían localizar a Carmen Sevilla y que tuvieron que ir a los estudios de Telecinco, donde la actriz presentaba el sorteo de la ONCE.

Ruiz-Jarabo reconoce haber recibido muchas llamadas de políticos, tanto del Gobierno como de la oposición, que se interesaban por determinados expedientes. La hoy ministra Rosa Aguilar quiso saber el estado del Córdoba Club de Fútbol cuando era alcaldesa de esa ciudad; o Francisco Marhuenda, director del Gabinete de un Rajoy aún ministro, que le pidió que atendiera "con amabilidad" al alcalde de Pontevedra. Señala que hubo personas y entidades que se dirigieron directamente al vicepresidente Rodrigo Rato para que les facilitara un trato con él, pero que Rato siempre decía lo mismo: "Intenta arreglarlo si puedes hacerlo, pero no hagas lo que no debas hacer".

El actual director de la Agencia Tributaria, Juan Manuel López Carbajo, firmó un artículo en el periódico Cinco Días (uno de sus periodistas, Jaume Viñas, adelantó el contenido del libro) afeando lo revelado por Ruiz-Jarabo: "Constituyen graves e injustificadas acusaciones contra la forma de actuar de la Administración tributaria, especialmente la descalificación general que realiza de la inspección de tributos de la Agencia, al denunciar la indefensión de los contribuyentes ante la inspección y nada menos que la ilegalidad de muchas de sus actuaciones, que implican prevaricación y extorsión". Y remata: "Desconozco los motivos que han llevado al señor Ruiz-Jarabo a hacer esas denuncias, pero desde luego no pueden ser legítimos".

A causa de sus historias estuvo a punto de adelantar en Sevilla la semana de pasión. Contó que el presidente del Betis, Manuel Ruiz de Lopera, le solicitó una entrevista. La situación tributaria del club estaba en orden. ¿Qué motivaba entonces la visita de Lopera, cuando el instinto natural de un empresario quizá sea mantenerse alejado del fisco? Nada más empezar la reunión, Lopera, según él, le dijo que entre los dos podían "acabar de una vez por todas" con el Sevilla Club de Fútbol, su eterno rival. Ruiz-Jarabo le rebatió que la legislación le prohibía hablar con un contribuyente de la situación de otro, pero que de todas formas acabar con el deudor es lo menos inteligente que se puede hacer para cobrar una deuda.

La revelación resultó un bombazo en Sevilla. Lopera le envió un burofax exigiéndole que rectificase inmediatamente y diciendo que no le conocía de nada. Ruiz-Jarabo le contestó que eso no podía ser verdad, y que bastaba con comprobar la entrada en registro del edificio público para verificar que Lopera había estado allí.

En general, esa es la actitud que mantiene Ruiz-Jarabo. No da ni un paso atrás sobre lo escrito y lo dicho.

Ignacio Ruiz-Jarabo, exdirector de Hacienda, en la entrevista con EL PAÍS.
Ignacio Ruiz-Jarabo, exdirector de Hacienda, en la entrevista con EL PAÍS.GORKA LEJARCEGI

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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