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Reportaje:SUCESIÓN POLÉMICA

La reencarnación de Buda se hace demócrata

El Dalái Lama se ha empeñado en retirarse de la política. Su pueblo, angustiado, teme las consecuencias. Tras 369 años de régimen teocrático, los tibetanos han votado para elegir un nuevo primer ministro que se ocupe plenamente de los asuntos 'terrenales'

Por primera vez en muchos años el Parlamento tibetano en el exilio no prorrumpió en aplausos tras un comunicado del Dalái Lama. Los parlamentarios tenían caras de preocupación y entre el público hubo lágrimas. Aunque el Dalái Lama ha hablado durante años de retirarse por completo de la vida política, esta vez es la definitiva. Eso sí, Tenzin Gyatso, que fue reconocido como la XIV reencarnación de Buda en la Tierra a los dos años de edad, seguirá siendo el líder religioso de por vida.

El Parlamento en el exilio se aloja en Dharamsala, al norte de la India, en un complejo de edificios coronado por un colorido templo, enmarcado por los nevados picos de los Himalayas. En esta ciudad vive el Dalái Lama desde que hace 52 años huyera de Tíbet por el fracaso de la revuelta contra China. Miles de tibetanos le siguieron y se calcula que unos 90.000 viven ahora en esta "pequeña Lhasa". Se trata de la mayor concentración de tibetanos en el exilio, que en total se estima en 140.000, repartidos principalmente entre India, Bután y Nepal. También hay comunidades tibetanas en Estados Unidos, Canadá y Europa.

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Con cara seria y compungida, el portavoz del Parlamento, Penpa Tsering, entró en una sala llena de gente. Hizo tres postraciones y dirigió los cánticos que preceden a la sesión. Después se situó en el centro de la sala y comenzó a leer bajo una fotografía de un jovencísimo Dalái Lama. "El tiempo ha llegado de delegar mi autoridad formal en un líder electo", dijo; una frase temida por los tibetanos.

El Dalái Lama aseguraba en su carta que desde muy joven había sido consciente "de la urgente necesidad de modernizar el sistema político" y de que los tibetanos puedan estar orgullosos de lo que se ha logrado, teniendo en cuenta las limitaciones de la vida en el exilio. En Dharamsala eligen cada cinco años a sus representantes: un primer ministro y un Parlamento de 43 miembros. Aunque están regidos por las leyes de India, tienen jurisdicción sobre los tibetanos, sobre todo en asuntos de salud, educación, cultura y bienestar social.

El Dalái Lama, premio Nobel de la Paz de 1989, quiere pasar de un sistema teocrático a uno cada vez más democrático , "que no dependa de un solo hombre". Abre así la puerta a que el cambio se aplique no solo a él, sino también a la institución de los dalái lama, que ha sido la única cabeza política y espiritual del pueblo tibetano desde hace 369 años.

Los legisladores tibetanos en el exilio han vivido momentos muy tensos desde el anuncio del Dalái Lama. Tras deliberaciones muy difíciles, y con mucha carga emocional, decidieron pedir a su líder, una vez más, que continuara al frente de la política. Un hito en su historia, porque los legisladores nunca se habían opuesto a una decisión del Dalái Lama, que no sólo es todavía el jefe de Estado, sino el líder religioso y la reencarnación de Buda. Es decir, dios mismo.

"El Parlamento tiene que reflejar el sentimiento de la gente. Y la gente dice que no quieren que el Dalái Lama se vaya", reconoció después el visiblemente cansado y contrariado portavoz. Asegura que les han llegado cartas desde todo el mundo, pidiendo que el líder no deje la política. También se supone que esa es la postura de los seis millones de tibetanos que viven en Tibet, con los que la comunicación no resulta fácil.

Pero el Dalái Lama volvió a dirigirse a los tibetanos por segunda vez en pocos días. Lo hizo desde el monasterio de Namgyal y confirmó su decisión de dejar los poderes terrenales. Los cambios para que el sumo líder deje el poder deben hacerse "sin demora". Una vez confirmada su voluntad, el Parlamento prepara de forma urgente los cambios necesarios de la Constitución que reflejen el reparto de poderes y la nueva estructura política.

Le esperan tiempos difíciles al Gobierno en el exilio. El portavoz del Parlamento admite que la pérdida de su máximo representante puede afectar de forma decisiva a las relaciones con China, que permanecen estancadas, ya que Pekín no reconoce a ningún otro interlocutor. Por otra parte, al no estar reconocido el Gobierno oficialmente, un nuevo líder podría no ser recibido por los dirigentes internacionales. Se abre un periodo de transición política.

El domingo pasado, unos 85.000 electores votaron a los legisladores y, por segunda vez en su historia, a su primer ministro. Para conocer los resultados de las elecciones habrá que esperar mucho: no se darán a conocer hasta finales de abril.

Sobre el próximo primer ministro recaerán todos los poderes políticos que antes correspondían al Dalái Lama, incluidos el poder de nombrar o destituir cargos públicos y el de aprobar las resoluciones del Parlamento para que se conviertan en leyes. Pero ¿está listo el sistema político tibetano en el exilio para llenar el vacío que dejará el Dalái Lama? "Es una pregunta muy difícil. No lo sé. Al menos yo no lo estoy", reconoce Rinpoche, el actual primer ministro, aparentemente abrumado. "Hasta el momento no hay nadie que pueda reemplazarle, ni siquiera en la política", asegura.

No todos los tibetanos piensan de la misma manera. Todos reconocen que el líder budista representa la unidad de la comunidad fuera y dentro de Tíbet, donde sus seguidores arriesgan la vida solo por tener una de sus fotos. Pero a pesar de ese mayoritario respeto, la parte más progresista de la comunidad tibetana cree que su retiro de la vida política redundará a la larga "en bien de los tibetanos".

Tiene ya 76 años. Y aunque goza de buena salud, y él mismo ha previsto vivir hasta los 113 años, cada vez se teme más su muerte. El principal reto es formar una segunda línea de dirigentes políticos. "No es justo que dejemos todo el trabajo al Dalái, que ha sido el mejor líder que podríamos tener, pero está envejeciendo. Esta es la lucha de una nación y todos debemos asumir responsabilidades. Debemos irnos preparando para tomar las riendas en el momento en que él no esté. ¿Hasta cuándo seguiremos posponiéndolo?", se pregunta Tsewang Rigzin, al frente del Congreso de la Juventud Tibetana, con 35.000 afiliados. En su opinión, mezclar los sentimientos con la política, como está haciendo el Parlamento, no favorece a la causa.

El Dalái Lama ha ido preparando a los exiliados para que estén listos para la democracia, coinciden los expertos. "Y si ahora él cree que estamos listos para dar el gran salto, no tenemos otra opción que hacerlo. Si nos caemos tendremos que levantarnos y volver a saltar. Estamos en buenas manos mientras siga vivo el Dalái", comenta un funcionario del Gobierno que no quiere ser citado. En su opinión, el premio Nobel de la Paz está promoviendo una "democracia a la inversa": normalmente son los pueblos los que la exigen a los líderes autoritarios. En este caso, el Dalái, un líder benevolente, está forzando a la gente a que tome el poder. Así, en Dharamsala se comenta que la decisión del Dalái es también una señal para los dictadores del mundo árabe que se aferran al poder.

Entre los tibetanos en el exilio, el Dalái Lama ha promovido un liderazgo secular, donde no es necesaria la espiritualidad. "La separación de la Iglesia y el Estado es importante para un sistema democrático", apunta el primer ministro actual.

Ninguno de los candidatos a sucederle en la política es religioso. Uno de los considerados con más posibilidades de ser elegido es Lobsang Sangey, abogado e investigador en la Universidad de Harvard, que obtuvo más votos en las elecciones primarias que los otros dos candidatos juntos. Es el más joven, con 43 años, y se le reconoce una esmerada educación y una proyección internacional. Entre sus simpatizantes se cuentan principalmente los jóvenes y los monjes que creen que tiene mucho carisma y aportará nuevas ideas. Aunque también reconocen que le falta experiencia en la administración y que no habla chino.

Los otros candidatos, Tenzin Tethong, experto en estudios tibetanos por la Universidad de Stanford, y Tashi Wangdi, funcionario de la actual Administración, tienen experiencia en el Gobierno en el exilio, pero son considerados más conservadores.

Aunque es una pequeña minoría, hay tibetanos que, tras vivir toda su vida en el exilio, han perdido la esperanza. Este es el caso del joven Sangye Dhundup, para el que las elecciones son en realidad una ilusión. "Nuestro Gobierno existe solo en la imaginación porque en realidad no tenemos país", dice amargamente. Este estudiante de literatura inglesa asegura que no votó y que tampoco lo hicieron sus amigos porque creen que carece de sentido. Dicen que el futuro de Tíbet en realidad depende de la voluntad de China y que nueve rondas de diálogo entre Pekín y los enviados del Dalái se han saldado sin ningún fruto.

El líder budista no exige la independencia de China, sino una autonomía real que respete la religión, la cultura y los derechos humanos de los tibetanos. Postura respaldada por la mayoría de la comunidad tibetana, aunque algunas voces críticas sostienen que no ha llevado a los tibetanos a ninguna parte y que China está ganando tiempo con vistas a la muerte del dirigente teocrático.

El Dalái Lama, un cargo vitalicio, seguirá siendo el líder espiritual de los tibetanos. "Puede, incluso, que sea mejor que deje la política porque así no se desperdiciará su valioso tiempo en trámites sin importancia y podrá aportarnos su sabiduría", dice el activista Lobsang Wangyal.

El líder religioso, por su parte, ha asegurado que continuará "sirviendo a la causa de Tíbet". Pero todavía queda una gran duda por aclarar: ¿quién le sucederá en el terreno espiritual? "Tras la muerte de nuestro líder nadie sabe que pasará. Todo es muy complicado", reconoce con pesar el monje Ven Bagdro. Este sentimiento de incertidumbre es compartido por muchos tibetanos.

Algunos expertos creen que, como en el caso de Panchen Lama, tras la muerte de Tenzin Gyatso puedan aparecer dos dalái lama, uno elegido por los exiliados y otro por China. El XIV Dalái Lama ha confirmado que renacerá en "un país libre", o sea que debe ser fuera de Tíbet e incluso que puede ser mujer. También ha asegurado que puede no renacer una próxima vez, si no es necesario.

El Dalái Lama durante una ceremonia en Dharamsala, al norte de la India, el 7 de marzo de 2009.
El Dalái Lama durante una ceremonia en Dharamsala, al norte de la India, el 7 de marzo de 2009.DANIEL BEREHULAK/GETTY

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