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Reportaje:REPORTAJE

"Yo soy un 'latin king"

Antonio Jiménez Barca

No quiere que lo reconozcan porque no le está permitido hablar de su organización y porque no está dispuesto a que los Ñetas, la banda rival, se fijen mucho en su cara. Por eso pide llamarse Adrián, se pone de espaldas, oculta los tatuajes de sus manos y, una vez hecha la foto, tira a una papelera de su barrio del sur de Madrid la camiseta vieja y la gorra -la gorra es tan importante como la camiseta- que ha usado para posar.

Después busca un rincón apartado y en una escalinata pelada al lado del metro cuenta el principio de esta historia: "Cuando llegué de Ecuador, en 2003, tenía 14 años y no conocía a nadie. En mi barrio de Guayaquil la vida era dura: nos drogábamos con pegamento y cuando estábamos puestos nos hacíamos cortes en el brazo con un cuchillo para que vieran que éramos valientes. Nos peleábamos mucho con otros barrios. Y en casa no había plata. Pero en Madrid fue peor: me pasé un año entero solo, sin amigos, bajando todas las tardes al parque, donde me quedaba sentado en un banco. Luego me iba a casa a ver televisión. Conocía a gente en el instituto, españoles y ecuatorianos, pero no salía con ellos, no tenía conversación. Eso sí fue duro".

"Cuando llegué de Ecuador me pasé un año entero solo, sin amigos, bajando todas las tardes al parque, donde me sentaba en un banco"
"Porque yo soy tranquilo, pero si me enfado y me hacen pelear, soy así, medio loco, y me enfado bien feo. Eso sí, de hombre a hombre, de balón a balón"

Después prosigue: "Echaba mucho de menos a mis amigos y a mis primos de Ecuador. Mucho. Por eso, a los dos meses de estar en España les pedí a mis padres que me devolvieran con mis abuelos. Pero dijeron que no. Al año de estar aquí, en ese mismo parque, conocí a los Latin Kings. Me preguntaron si aguantaría todo por entrar, que me lo pensara. Les conteste que sí. Yo quería conocer gente".

Adrián dejó el instituto. Ahora trabaja de albañil. También su hermano y su padre. Su madre, que es ama de casa, no tiene ni idea de que tanto él como su hermano mayor pertenecen a los Latin Kings. Este grupo, compuesto de jóvenes de 13 a 22 años, la mayoría ecuatorianos, se mueve a caballo entre la pandilla juvenil y la secta religiosa. Sus reyertas con bandas rivales -sobre todo con sus enemigos íntimos, los Ñetas, de idénticas costumbres y extracción social- han acabado con chicos muertos a cuchilladas en Madrid y Barcelona.

Un mando policial experto en este tipo de pandillas aseguró el jueves que en la capital se cuentan más de 500 jóvenes miembros de estas bandas. Y que el número crece. De hecho, la Dirección General de Policía tiene previsto aumentar los agentes dedicados a controlarlos.

"Luego me pidieron para entrar como hermanito en observación 30 segundos de pared. Una pared es que te pones frente a un muro, te tapas tus partes con las manos y aguantas los puñetazos en el cuerpo que te da un rey o un suprema [rangos supe-riores] en el cuerpo y en las piernas. Así entré. Tenía que entregar tres euros a la semana, para el grupo, obedecer a los reyes o supremas y aprender la historia de los Latin Kings, que nacieron en Chicago en 1940. También aprendí nuestros saludos con las manos, las coronas de tres o cinco puntas", cuenta Adrián.

"Nos reunimos en parques, y siempre empiezan igual: nos colocamos pie contra pie, formando un círculo, y nos saludamos, nombrándonos con nuestra chapa [mote], luego los reyes preguntan qué tal en casa, si tenemos comida o sitio para dormir... Si no es así te ayudan. Hay grupos que te piden que robes para conseguir la cuota de la semana, y si no la consigues te dan una pared de 60 segundos, pero en el mío no. A mí me han castigado porque a veces he contestado a mi madre. Porque el padre y la madre son reyes y reinas y merecen respeto. Pasó el tiempo y ascendí: ahora soy aprobatoria juramentada. Y pronto seré rey", añade.

Cada tarde, al salir del trabajo, a las siete de la tarde, Adrián se junta con sus amigos ecuatorianos en el parque: varios de ellos pertenecen también a los Latin Kings. Los otros sólo son simpatizantes. Se sientan en el césped, beben cerveza, comen pipas y escuchan música con los cascos. Todos tienen la misma edad: de 15 a 18 años. Sus hermanos pequeños se han integrado algo mejor en España y siguen estudiando; sus padres, preocupados sobre todo en trabajar, también. Ellos, arrancados de su mundo y trasplantados a otro en plena adolescencia, no pertenecen ya a sus barrios de Guayaquil, pero tampoco a los nuevos de Carpetana, Vallecas, Aluche o Usera, donde siguen sintiéndose extranjeros. Por eso, aunque tienen zonas de influencia, su verdadero territorio es otro, y ni siquiera es un lugar físico o localizable en un mapa. Su territorio son los otros miembros del grupo: "Los Latin Kings no son una asociación, son una nación, son mi gente, los hermanitos somos la gente", explica Adrián.

"Hace meses vestíamos como latin kings, con pantalones anchos, con ropa negra y dorada. Ahora no: así evitamos a la policía. Además, también están los Ñetas. Yo, cuando voy a la zona de los Ñetas, en Vallecas, me visto como ellos. Con camisas blancas, rojas y azules, para que no me reconozcan", agrega.

Guerra con los Ñetas

La guerra con los Ñetas se arrastra desde hace décadas, y arrancó en Ecuador. En Madrid y en Barcelona se reproduce en una espiral de ataque-venganza-venganza de la venganza que tiende al infinito. Adrián no sabe ni cómo empezó ni por qué. Pero ya ha formado parte: "Yo tenía una novia ñeta que me vendió. Me citó a las nueve de la noche en el metro. Al llegar aparecieron cuatro ñetas. Ella les había avisado. Me pegué con ellos. Luego llegó un gajo de ñetas: por lo menos 30. Me botaron al suelo, me dieron patadas, puñetazos. Me quitaron el anillo, la gorra, me dejaron tirado, con los ojos hinchados y la boca partida. Ningún viajero me ayudó".

Algunas peleas acaban incluso peor: el 14 de noviembre, en una pelea contra los Ñetas en el barrio de Carabanchel, murió de una puñalada en el costado izquierdo un ecuatoriano de 20 años miembro de los Latin Kings, conocido como maestro. Desde entonces, en sus foros de Internet abundan frases así: "Tanto chicos como chicas lloran la muerte de un gran hermanito. El maestro ha muerto gracias a los Ñetas. Todos le lloran y todos vengarán su muerte".

Adrián resume así su venganza particular: "Desde que me pegaron yo les tengo hambre a los Ñetas. Y si me encuentro alguno en la calle, pues me lo cojo. Porque yo soy tranquilo, pero si me enfado y me hacen pelear, soy así, medio loco, y me enfado bien feo. Eso sí, yo solo contra otro, de hombre a hombre, de balón a balón".

En esto llega a la escalinata un amigo de Adrián. Se saludan chocando el puño derecho. Es un ñeta. O mejor, un ex ñeta. Tiene 17 años. Es simpático, hablador, lleva un pañuelo blanco azul y rojo en la frente. Cuenta que va a ser padre muy pronto. Su novia tiene quince años.

"No entiendo a los españoles, que tienen hijos a los 40 años", dice riéndose.

Adrián se lo explica: "Los españoles primero se buscan un futuro. Después tienen hijos. Y tú no tienes futuro. Ni yo".

Pero unos minutos después, hablando con el antiguo ñeta, a Adrián se le olvida lo del futuro: "¿Sabes? Dentro de poco seré rey".

Un miembro de los <b>Latin Kings</b> posa de espaldas en un barrio del sur de Madrid.
Un miembro de los Latin Kings posa de espaldas en un barrio del sur de Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ

Ellas también quieren ser 'reinas'

"TENGO 15 AÑOS, SOY ESPAÑOLA y entré en las latin queens cuando tenía 13", comenta en su casa de Madrid una chica que prefiere guardar su anonimato por una razón: "Los latin kings y las latin queens me persiguen por haberme ido sin pagar lo que pedían, 120 euros". La adolescente asegura que se metió en el grupo "por rebeldía, por estar en la calle y porque tenía 13 años y los chicos, los latin kings, me comieron la olla". Las latin queens son un subgrupo aparte de los latin kings, integrado sólo por mujeres. Tiene sus propias normas y sus propias jefas. "No puedes fumar hasta que no cumples los 18 años, y sólo te puedes enrollar con chicos latin kings. Si luego rompes con el chico, tienes que guardar un luto de seis meses y durante ese tiempo no liarte con nadie más", comenta. Incumplir alguna de estas normas acarreaba un castigo, una pared: "Te tenías que quedar quieta mientras una reina te pegaba durante 30 segundos, o 60, o tres minutos: te daba puñetazos en el cuerpo y bofetones en la cara".

Ahora, un año después de abandonar el grupo, su familia se ha mudado porque los antiguos compañeros siguen acosándola para que rescinda la deuda. "No quiero que pague por una razón de dignidad y porque, además, nadie me garantiza que mañana no pidan más dinero", dice la madre, que añade: "Mientras estuvo dentro, mi vida fue un infierno: durante fines de semana enteros no sabía dónde se metía mi hija. Luego volvía con los hombros morados de las palizas que recibía como castigo. No sabía dónde estaba Calatayud, pero sí por qué los latin kings hacían con las manos coronas de cinco puntas en homenaje a cinco compañeros que murieron en Ecuador en una batalla contra los ñetas".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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