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Reportaje:HISTORIA VIVA

El tatarabuelo luchó en Trafalgar

Los barcos que escaparon de Nelson y se refugiaron en la bahía de Cádiz se rindieron a los españoles hace 200 años. Un timonel francés lo vivió. Su tataranieto rescata el testimonio

Antonio Jiménez Barca

El chiringuito se encuentra en un esquinazo de la bahía de Cádiz, cerca de San Fernando, y a la hora de comer se llena de gente de la zona y de gatos esqueléticos que acuden a ver si cae una raspa de caballa. La historiadora Lourdes Márquez Carmona es gaditana y lo sabe todo sobre la batalla de Trafalgar y la suerte (pésima) que corrieron los españoles y franceses tras enfrentarse a los ingleses de Nelson y salir vapuleados.

En una servilleta dibuja un esquema de cómo era la bahía hace 200 años, con los lugares en los que los españoles instalaron cañones. Luego señala con el dedo el suelo, por donde se pasea un gato marroncito, y asegura: "Este chiringuito, de hecho, se levanta sobre la base de una batería de costa desde la que los españoles dispararon a los barcos de los franceses. En uno de ellos estaba Michel Maffiotte, un timonel francés de 20 años que resultó un superhéroe y del que existe una foto".

"Nos cayó una bomba en el castillo de proa, dejando a 16 hombres fuera de combate", relatan las memorias

¿Quién es este Maffiotte? ¿Qué hacía embarcado en la bahía de Cádiz? ¿Por qué es un superhéroe? ¿Quién le hizo esa foto? Y sobre todo, ¿por qué le disparan los españoles si se supone que eran aliados en Trafalgar?

Hace unos años, la historiadora Márquez localizó una llamativa página web: un tal César Rodríguez Maffiotte, médico de Tenerife, contaba varias aventuras de su tatarabuelo Michel, que había servido como timonel en Le Indomptable en Trafalgar, que había naufragado cerca de El Puerto de Santa María, que sobrevivió y que fue rescatado por otro navío francés gracias a que se agarró a un tablón providencial. Su testimonio fue recogido en su tiempo por un autor francés, Sabino Berthelot, que residió por un tiempo en Tenerife y que relató algunas de las peripecias de Maffiotte, al que conoció.

Así lo contaba el tataranieto en su web. Así lo encontró la historiadora, que, tras ponerse en contacto con el tataranieto, trasladó las aventuras del timonel a un capítulo de su reciente libro Trafalgar y el pescador de náufragos. A su presentación invitó al médico tinerfeño, y le hizo un regalo especial: conducirle al lugar exacto en el que naufragó su antepasado doscientos años atrás.

También el descendiente del bravo timonel había acudido con un regalo inesperado para la experta: una copia de seis hojas manuscritas en francés que comenzaban así: "Un destino adverso. (Memorias de Michel Maffiotte). Llegué a Port Royal el 14 de mayo...". La historiadora comprendió que se hallaba ante una joya. Ya no se trataba del testimonio recogido por otro autor. Ahora era el timonel el que contaba su vida de su puño y letra. El tataranieto había encontrado los papeles en la biblioteca municipal de Santa Cruz de Tenerife, después de que un amigo suyo, director del Museo Arqueológico, le avisara de la existencia de documentos antiguos relativos a los Maffiotte. Había dos copias idénticas: una había sido escrita con la caligrafía algo insegura de un hombre joven. La segunda, copiada años después, presentaba la letra firme de una persona mucho más madura.

Con todo, lo que más sorprende es la capacidad de síntesis de Maffiotte, que más parece redactar un currículum que narrar las dos veces que se cruzó con la historia de Europa. Su paso por la batalla de Trafalgar, en la que participaron más de 60 descomunales navíos de línea y miles de marineros, la resume así: "Salí de Cádiz el 20 de octubre [de 1808]. Combatí el 21 y fondeé en las afueras de la misma el mismo día. Naufragué el 25 de octubre".

Maffiotte no sólo obvia el combate, sino la retirada, en la que, desarbolados por la artillería inglesa, sin anclas, ni velas, ni posibilidad de gobierno, y zarandeados además por un temporal repentino, los navíos franceses y españoles se arrastraron por la costa intentando entrar en puerto. Muchos, como el de Maffiotte, inútilmente: hay 15 navíos de línea hundidos entre el cabo de Trafalgar y Huelva. Después, el timonel se salta tres años y medio: "El 9 de junio de 1808, estando fondeado en la bahía de Cádiz, los españoles nos han bombardeado...".

¿Qué ha pasado en todo este tiempo?

En primer lugar, que una decena de navíos franceses y españoles supervivientes de Trafalgar han permanecido encerrados en la bahía de Cádiz, prisioneros de la potente armada británica, que, desplegada a la altura de Rota, bloquea la salida. En segundo, que el levantamiento del Dos de Mayo de 1808 en Madrid, que significa el inicio de la guerra de la Independencia, ha convertido en enemigos a los que antes eran aliados. Así, los navíos españoles se han apartado de los franceses dejándolos solos en medio de una bahía de no mucho calado que, para embarcaciones de esta envergadura, es poco más que una bañera en la que es imposible moverse sin tropezar.

Maffiotte y los suyos comienzan a ser hostigados. El timonel es ahora mucho más explícito. "El fuego ha comenzado por una batería de morteros establecida en la costa (...) Nos cayó una bomba en el castillo de proa que explotó (...) dejando a 16 o 17 hombres fuera de combate".

Los españoles cañonean desde varios puntos. Los franceses se encuentran en el centro de un círculo de fuego. Deben hacer frente también a las cañoneras españolas, un tipo de embarcación liviana artillada con morteros que ataca con eficacia a los cinco colosos franceses, torpones y lentos debido a que están obligados a maniobrar en una charca sin profundidad. "El día 13, mucho movimiento en el enemigo, que levanta baterías por todas partes (...) El día 14, a las cinco horas, 31 cañoneras tomaron posiciones (...) zafarrancho de combate a las seis y media. El almirante [el conde François-Etienne de Rosily-Mesros] llama a los comandantes de los navíos a las siete horas. A las ocho [se rinde] y arría su pabellón".

Termina la batalla y Maffiotte recupera su ritmo vertiginoso a la hora de contar. Se limita a consignar que fue hecho prisionero y recluido en uno de los pontones que había en la bahía, esto es, barcos desarbolados e inútiles que servían tan sólo de prisión flotante y, con frecuencia, de ataúd. Compartió esa suerte miserable con 3.700 marineros franceses. Muchos murieron.

Maffiotte sobrevivió. Como sobrevivió a Trafalgar. Por eso la historiadora Márquez le considera un superhéroe. Permaneció en Cádiz hasta el 25 de abril de 1809. Ese día fue embarcado rumbo a Canarias junto a 1.500 compatriotas. "El 2 de junio partí del puerto de Candelaria para Santa Cruz de Tenerife haciendo la ruta por tierra...".

Aquí se interrumpen las memorias. No dice que jamás volvió a Francia, que se casó con una canaria, que tuvo cuatro hijos, que prosperó y que, con el tiempo, fundó la escuela de náutica de Santa Cruz de Tenerife. De ahí que le hicieran la foto.

No dice nada de eso porque, según piensa su tataranieto César, el timonel escribió estas memorias recién desembarcado, amargado por un destino que consideraba infausto, recluido en un lugar apartado del mundo. De ahí el título, Un destino adverso, y la caligrafía insegura de los 20 años. Décadas después se limitó a pasarlas a limpio, con una letra mucho más segura. Su tataranieto César está convencido de que lo hizo para dejar constancia de lo vivido. Por eso no cambió nada.

<i>Batalla de Trafalgar, </i>de William C. Turner. Abajo, Michel Maffiotte y la reproducción de una página de sus memorias.
Batalla de Trafalgar, de William C. Turner. Abajo, Michel Maffiotte y la reproducción de una página de sus memorias.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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