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Crítica:CRÍTICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Apasionante cruce de caminos

Dividida en tres segmentos que corresponden a tres momentos históricos diferentes (1966, 1911 y 2005), la última película del apasionante director taiwanés Hou Hsiao Hsien no es de fácil digestión para todo público. No lo es por varias razones: una, porque aquí desconocemos gran parte de su obra, de la que sólo nos han llegado retazos, bien que fundamentales para entender cierto cine de autor de hoy mismo (El maestro de marionetas, Millenium Mambo), y la película constituye, ante todo, una reflexión sobre la propia obra de Hsiao Hsien hasta la fecha, una recapitulación de algunos de los temas, pero sobre todo de las soluciones formales, que recorren su cine.

Otra, porque las historias que propone están lejos de cualquier facilidad, de todo intento de empatía del espectador con sus protagonistas: contadas como tres momentos en los que el amor es el motor principal en el comportamiento de las tres parejas que protagonizan los episodios (encarnadas siempre por la magnética Shu Qi, musa habitual del director, y por Chang Chen), la forma que adquieren esas historias resulta a veces un tanto críptica, como condenada de antemano a una exasperación sentimental no muy lejana que la que suelen expresar los personajes de las películas de otro insigne oriental, Won Kar-Wai.

TIEMPOS DE AMOR, JUVENTUD Y LIBERTAD

Dirección: Hou Hsiao Hsien. Intérpretes: Shu Qi, Chang Chen, Mei-Fang, Di-Mei, Liao Su-Jen. Género: drama, Taiwán, 2005. Duración: 132 minutos.

Pero si hace abstracción de estos elementos, el espectador que se deje llevar por la cadencia, por el ritmo hipnótico de cada segmento tendrá su goce asegurado: porque Tiempos de amor, juventud y libertad es una de las películas más exigentes y más extraordinarias que hayan aparecido por las carteleras españolas en mucho tiempo.

El ingrediente común de las tres, ya quedó dicho, parece ser el amor. Pero un amor siempre distinto: contado un poco a la manera de la nouvelle vague en el primer episodio, como en un ceremonioso, sacrificial acto de dolor en el segundo (y como en una película muda con intertítulos... pero en color); y con la estridencia, la música y el vacío interior que, en el episodio final, en presente, constituye una prolongación de la reflexión central de la anterior Millenium Mambo. Y de esos amores emerge una película desesperanzada y rabiosamente personal, formalmente brillante por su carácter, a la vez, de exploración de caminos y de conclusión de recorridos, de poliédrico cruce de influencias.

Estamos ante una película mayúscula y exigente; pero también, ante un desafío apasionante, ante uno de esos momentos en que el cine justifica ser algo más que adrenalina y palomitas.

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