LA CASUALIDAD DE TERRACOTA
Yang Xinman ya no labra la tierra. Sus manos ahora venden libros. O más en concreto: Los autografían. No es un tipo especialmente guapo. Ni siquiera es rico. Dicen que el gobierno le paga unos 1.000 yuanes al mes, lo que vienen a ser 100 eurillos. Mucho pero poco, según como se mire. Es bastante para un país como China, donde un agricultor apenas llega a 35 euros mensuales. Pero es poco si se tiene en cuenta que Yang Xinman y seis campesinos como él encontraron, en marzo de 1974, una de las mayores joyas culturales de su país y del mundo, los guerreros de terracota, que proporcionan pingües beneficios al Estado chino. Fue por casualidad, mientras cavaban un pozo para buscar agua en su granja comunal, a pocos kilómetros de Xi'an, cuando los agricultores se toparon con unas piezas que tenían 2.300 años de antigüedad.
Subirse a un taxi o regatear son dos de las experiencias más chocantes
La cercana ciudad, como tantas otras en China, tiene una población millonaria. Más de tres dentro de la provincia de Shaanxi, de ocho. A Xi'an se la considera el punto de partida de la Ruta de la Seda y fue la capital de China durante 12 dinastías. Qin Shi Huang, el autoproclamado primer emperador, emprendió dos de las mayores maravillas de la historia de la humanidad, la Gran Muralla y su propio funeral: Ordenó construir un ejército de miles de soldados de terracota que le acompañarían en el más allá.
Para visitar el impresionante ejército ficticio de 7.000 soldados lo mejor es alquilarse un taxi todo un día. Y esto, hagamos un paréntesis, sí que es una experiencia cultural. No es que los chinos conduzcan excesivamente rápido. Pero las señales, los semáforos y los intermitentes son puro adorno. En la jungla del claxon, los adelantamientos se hacen incluso aunque venga un coche de frente. Se toca la bocina para advertir y empujar al otro al arcén. Vaya chungo le daría aquí a Pere Navarro.
Con los taxistas y con el 99% de los chinos en general, la comunicación es bastante básica o gestual. Si quieres que te indiquen o lleven a un sitio, más vale que lo tengas escrito en caracteres chinos. O no habrá manera. Y eso que se inventaron el pinyin, una adaptación del chino a nuestro alfabeto pero que pocos conocen.
Lo que sí saben algunos es inglés básico: One, two, three..., el abecé del comercio vamos. Cinco pequeños guerreros de terracota: "50 yuanes (5 euros)". No. "40". No me interesa. "30". De verdad, no. "10". ¿Un euro? ¿Estás de coña? Ok, ten. Al segundo, otro vendedor, te quiere colocar otros cinco por la mitad. Y aparece una cutrísima sensación de haber hecho un mal negocio y haber perdido 50 céntimos de euro...
De vuelta a la ciudad, Xi'an cuenta con una muralla muy bien conservada, sobre la que se puede pasear, incluso en bicicleta. Además, la Torre de la Campana, de 36 metros de altura, es otro de los símbolos. De ella nacen las principales arterias de Xi'an.
Pero es el barrio musulmán y sobre todo su Gran Mezquita, el mayor atractivo de la capital, un edificio mezcla de chino y árabe. La megafonía llama al rezo y de las casas cercanas empiezan a salir hombres vestidos de blanco. Entran a la Sala de Oraciones, prohibida al público, pero dejan la puerta entreabierta. Y rezan, mirando a La Meca.
Por aquellas callejuelas, los comerciantes, hombres y mujeres casi todos musulmanes, venden ropa falsa, comida, el libro rojo de Mao y hasta insectos enjaulados. Son unos artistas los chinos. Hay que ver cómo negocian. Como diría Yang Xinman, "o te compras el libro y te echo un autógrafo o no nos hacemos una foto juntos, chaval". Quién inventaría aquello de "me han engañado como a un chino". Porque son más listos que el hambre.

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