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extraña en el paraíso
Columna
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POR CULPA DE CARRIE

Eugenia de la Torriente

Una noche en París, entre champán y terciopelo rojo, los 150 mejores amigos de Dita von Teese que nunca cruzaremos palabra con ella celebramos su 36 cumpleaños. Además de cantarle el cumpleaños feliz con esas ganas que sólo auspicia la barra libre, la ocasión nos convirtió en involuntarios testigos del nacimiento de un idilio de papel cuché: el de la cantante Kylie Minogue y el modelo español Andrés Velencoso. Por supuesto, no le hicimos ascos al espectáculo. Éramos gente sensible y aquello tenía una innegable belleza plástica. Pero la persecución de Kylie enviaba un mensaje que dispara alarmas: las chicas hemos perdido definitivamente la batalla de la seducción contemporánea.

Si una mujer como ella -con inteligencia, éxito y un culo capaz de provocar frustración sin ayuda del Photoshop- no puede tener al tipo que quiera besando el suelo que pisa, ¿qué nos espera a las demás? Nunca supimos a ciencia cierta cómo acabó la noche y, al parecer, después salieron juntos un tiempo. Pero en aquel momento Minogue se derretía y él se hacía el duro. No es así como una imagina el ritual de apareamiento de una diva.

La culpa de todo la tiene Carrie Bradshaw, la protagonista de Sexo en Nueva York, y esas películas de féminas presuntamente liberadas del yugo de la convención. La penúltima, Qué les pasa a los hombres, se estrenará en España el 4 de septiembre. Pretende, una vez más, hacernos creer que para las mujeres más guapas, listas y divertidas del planeta entablar relaciones con el otro sexo resulta tan complicado como para un adolescente introvertido. La galería de clichés neuróticos de estos filmes tiene un efecto muy pernicioso en la conciencia colectiva de cómo debe operar el cortejo heterosexual moderno.

Ya nadie nos trata como princesas. Lo que es una suerte la mayor parte del tiempo. Aunque a veces se echa en falta un mínimo de elegancia. Pero si yo fuera un tío tampoco lo dudaría. Cuando en la tele no paran de decirte que todos los demás se comportan como patanes, ¿para qué seguir con la falacia del héroe romántico? En Qué les pasa a los hombres un tonto a las cuatro, interpretado por el insípido Bradley Cooper (no sufran, nadie sabe quién es), se ve obligado a mantener relaciones sexuales en su oficina con su perfecta, pero gélida, mujer. Jennifer Connelly, nada menos. Mientras tanto, su amante, una fogosa Scarlett Johansson, espera escondida en el armario. Puro cinéma verité, vamos.

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