Cólico de tiros y tortazos
Hay en el apaño de los títulos de crédito de Negocios sucios algo que tiene pinta de sucio y no se sabe si también de negocio, aunque -a tenor del elemental, tosco, burdo cine de ver y tirar que se lleva últimamente en los veranos y sus alrededores- también. Por ejemplo, ¿qué pinta, si no es como parte de un negocio sucio, el bueno de Samuel L. Jackson encabezando esta tonta e inútil ensalada de tiros de Liverpool? No hay contestación posible para esta pregunta, tal vez porque ella se contesta sola. Es aquí Samuel L. Jackson -una de las grandes paredes negras del cine estadounidense actual- un simple y vulgar actor mercenario, un profesional del aluvión, en venta a la baja, que viene para dar aires americanos a una confusa aldeanada inglesa que persigue la moda.
NEGOCIOS SUCIOS
Dirección: Ronni Yu. Intérpretes: Samuel L. Jackson, Robert Carlyle, Emily Mortimer, Rhys Ifans, Sean Pertwee, Ricky Tomlinson. Género: thriller. Estados Unidos-Reino Unido, 2003. Duración: 94 minutos.
Un camello californiano entra en la cárcel en los años setenta y 30 años después, convertido en un ilustre químico, viaja a Inglaterra como creador de la fórmula de una nueva droga de diseño con eficacia de éxtasis fulminante. Un gang de feroces americanos le sigue los talones y dos de feroces ingleses enfrentados entre sí le esperan para hacer con él negocios sucios a tiro limpio. No hace falta decir más, porque ésta y sólo ésta es la percha que necesita un guión malísimo, tosco y muy primario, poco más que abocetado para ponerse en rodaje.
Nada
El resultado es peor que pobre. El director, Ronni Yu, procede del cine de Hong Kong y despacha el elemental guión con una elemental puesta en pantalla. Ha intentado poner en ella gotas de gracia visual probablemente de su cosecha, pero de ahí a ofrecernos un verdadero chiste visual, un gag genuino, hay tramos de lejanía completamente astronómicos, pues, aunque en Negocios sucios hay decenas de escenas para reír, rara, muy rara es la que destila una gota de gracia.
Película llena de chistes sosos y abarrotada de tacos y ruidos, Negocios sucios no pasa de mala caricatura de la mala violencia. Y malamente aburre, cansa, fatiga.
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