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A la sombrita de la palabra
Columna
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LO ESTOY DEJANDO

En verano no hay noticias y es cuando más falta nos hace, porque en invierno para qué queremos más que las noticias de nuestro propio día a día.

En invierno aprendemos que los seguros cubren todo menos lo que nos pase, sabemos que para quitar el poder no hay más que darlo y aprendemos de IPCs, de CO2, de FBI y de CSI, y no tenemos apenas tiempo para analizar e interiorizar todo eso.

Pero en verano, en verano es distinto, tenemos tiempo, tiempo para reflexionar sobre la información que nos llega, tiempo para estudiarla, para rumiarla con premura, tesón... tiempo para sacar una conclusión lo más objetiva posible de todo ese conocimiento, de esa sapiencia que nos da el saber "qué es lo que está pasando".

El juicio es esa carga de responsabilidad que nos da la chancleta colgona del pie indiferente que se balancea al extremo de nuestra pierna dormida, apéndice de nuestra presumida posadera cómodamente incrustada en nuestra sillita playera. Esa responsabilidad de emitir un juicio sólo se puede afrontar en verano. En verano tenemos un criterio mucho más objetivo, más ecuánime. Lo malo del verano es que no hay Carnaval de Cádiz, no hay Semana Santa de Sevilla, lo malo del verano es que hay gente que se dedica a contar su vida y la de los demás. Cuentan sus insignificantes problemas como relámpagos, con todo el estruendo del trueno, con todo el desparpajo y la histeria, con la vehemencia de quien cree que todo gira a su alrededor como si sus problemas minimalistas, por minis y por malos, fueran algo vital, una noticia de verdad. Algo que nos pudiera sacar de la oscuridad... ¿oscuridad? Yo vivo en la luz de la ignorancia de lo que a ellos les pasa. Ellos se refugian en el pellizco y mientras en la calle se reparten hostias de verdad.

Y el barrendero miró a la adversidad y la derrotó con una escoba.

Y aunque esto también pasa en invierno, no me entero.

Lo estoy dejando, lo estoy dejando, lo de informarme lo estoy dejando, ya sólo veo los noticieros de vez en cuando... pero en verano. Porque es que yo en invierno lo de informarme, te lo juro, lo tengo controlado.

No se vayan a creer que es fácil prescindir de la información. Enterarte de lo que pasa económica, social y políticamente en nuestro país es un viaje al que difícilmente se puede renunciar, es la enfermedad de la curiosidad crónica, cómica... atómica.

Realmente yo creía tener controlado el vicio de saber.... y sí, era de los que decían, "yo esto lo dejo cuando quiera", pero cuando mejor estaba, cuando mas parecía que tenía todo bajo control, escuchaba una voz que salía del televisor de la cocina... era él, Lorenzo Milá diciendo sus palabras mágicas: "Mañana volvemos con más noticias, seguramente algunas buenas" y entonces, mi voluntad hasta entonces férrea, como la espada del Cid, se venía abajo, se derrumbaba. Y otra vez ese deseo irrefrenable crecía en mi, como crece la cola de los parados. Necesitaba saber de qué noticias buenas estaba hablando Lorenzo Milá. Y volvía a caer.... querido Lorenzo te echaremos de menos.

Ya lo estoy dejando... que poquitos programas se salvan y los que se salvan duran 59 segundos.

A veces el verano se usa para acentuar las soledades, pero yo tengo un plan para que esto no me pase, para que no me engulla mi individualidad dolente. Me junto con mi gente y nos apiñamos y sufrimos y gozamos. En estos tiempos de crisis olvídense de informarse. Reúna a su gente y elaboren su noticia particular. Si me lo permiten, me lo voy a permitir, consigan la exclusiva de su familia. Llamen a sus tíos, primos, abuelos, sobrinos y organicen una reunión, apretújense todos en un espacio casi imposible, y cuéntense sus vidas, saquen sus titulares, que lo demás son pamplinas.

Señora, ¿lo suyo es vicio, o lo está dejando?

MATT

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