'LA AVENTURA EN GLOBO ES LA CONQUISTA DE LO INÚTIL'

Nunca dirá que ha vivido en la cuna del viento. Ni que su barca, la cesta de su globo, es semejante a un albatros en cuyas alas ilimitadas uno volase como una alegría sin cuerpo. No, el aventurero aerostático Jaume Llansana no es Shelley, no es un romántico, no es un hombre que destile de buenas a primeras la poesía de su vuelo. Pero, inesperadamente, en un momento de la conversación, entre risa y risa, este hombre amable y jovial, modesto, apartará los cubiertos de la comida y ascenderá literalmente, liviano, ingrávido por obra y gracia del poderoso éter del recuerdo. 'Me gusta asomarme a la cesta del globo como a un balcón y ver el mundo que pasa, allá abajo, igual a un mapa'.
'¿No tenemos todos ganas de salirnos de lo trazado? La ruta irrita, es el camino elegido por otro. En el globo no hay rutas'
'No paso miedo, pero no corro riesgos inútiles. En cuanto al vértigo, gente que lo sufre me ha dicho que en el globo no lo notan'
Pregunta. Desde el primer ascenso humano en globo, en 1783, a cargo del arrojado François Pilarte de Dossier, en un aerostato de Montgolfier (tras un vuelo de prueba con un desgraciado pato como único tripulante), la aventura romántica de conquistar el aire con aire no ha cesado. En la línea que va del pionero francés al norteamericano Steve Fossett, primero en dar la vuelta al mundo en solitario el pasado junio, ¿dónde se sitúa usted?
Respuesta. Me tienen que explicar qué es eso del romanticismo, porque no lo he sabido nunca. Y déjeme que le discuta lo de Fossett, que, sin quitarle los méritos, me parece un logro tecnológico más que otra cosa. Yo llegué al globo porque me permitía atravesar los paisajes en línea recta, salirme de los caminos. Una expresión de mi anhelo, mi placer de correr por las praderas alpinas. ¿No tenemos todos ganas de salirnos de lo trazado? En el globo no hay rutas. La ruta irrita, es un camino elegido por otro, trazado por otro.
P. Ha formado parte de grandes expediciones en motocicleta. ¿Cómo se pasa de la moto al globo? Parecen aventuras muy diferentes.
R. La moto era la acción pura. El globo es un paso más. El globo, a merced del viento, es la aventura contemplativa. Y luego tiene el componente de lo imaginativo, el juego de comparar, el contrapunto de los clásicos, de Verne, de los grandes viajeros. En una ocasión, durante el viaje en que seguíamos el trayecto de Cinco semanas en globo, nos quedamos inmovilizados en Lutinde (Tanzania) por falta de gasolina para el ventilador con que inflábamos la nave. El jefe del poblado, un hombre encantador, envió un emisario a pie 120 kilómetros para buscar un bidón. Finalmente, al marcharnos, en la despedida nos dijo: 'Primero fue Livingstone, luego Stanley, ahora ustedes'. Eso sólo te puede pasar, me parece, viajando en globo.
P. ¿Cuál fue el punto de partida de su vocación aventurera?
R. La primera vez no buscaba la aventura. Era una simple huida. Sentía la necesidad de marcharme. Lejos aprendí que la vida es más sencilla de lo que creemos, y a dar su valor justo a las cosas.
P. Habría una predisposición. No sé, la lectura de los clásicos del género...
R. Desde muy joven me impresionó Hillary y su conquista del Everest. Y, ahora que lo pienso, las historias de misioneros seguramente me gustaban tanto porque te llevaban a África. También admiraba mucho a Thor Heyerdhal, el navegante de la Kon-Tiki.
P. ¿Qué definición daría de aventura?
R. La conquista de lo inútil. Por eso me gusta tanto el globo. ¿Sabe cuál es el primer objetivo del globo? No ir a ningún sitio, porque no lo puedes dirigir. Es el paradigma de la aventura, la aventura perfecta. Déjeme matizar que la aventura como la entendemos es un concepto del primer mundo; la aventura no es posible con el estómago vacío.
P. ¿Por qué volar en globo en el polo Norte?
R. Por volar sobre el hielo, sobre el blanco que se extiende infinito; por la absurda mítica del punto geográfico, y por un brindis. Un componente fundamental en la aventura, junto a las ganas de volver, es la meta, el reto. La motivación que nos creamos mis compañeros y yo, el equipo de Ultramagic, para ese viaje fue brindar por el sueco Salomon Andrée, que trató en 1897 de descubrir el polo Norte en globo. Desapareció, y al cabo de 33 años encontraron su cadáver y los de sus dos acompañantes. Según su diario, al final habían celebrado el aniversario de la ascensión al trono del rey Óscar II con un brindis con vino de Oporto Antonio de Ferrara 1834 regalado por el propio monarca. Nosotros brindamos con una botella del mismo vino. Por ellos y por todos los capaces de dar la vida por una ilusión.
P. Es informático y, disculpará que lo señale, no ofrece precisamente la imagen que uno se ha forjado de un aventurero. Nadie le confundiría con un pirata de ostras de la isla Pitcairn, por poner un ejemplo.
R. La aventura es un contrapunto. Soy programador, todo lo programo, lo controlo; con el globo, los viajes, entro en otro mundo, el de la sinrazón.
P. ¿Es miedoso? No, ¿verdad? Y no debe tener vértigo, claro.
R. No tengo miedo al riesgo físico, aunque nunca, nunca, corro riesgos inútiles. No me siento Supermán. En cuanto al vértigo, gente que lo sufre me ha dicho que en el globo no lo tienen. Yo tengo miedo a cosas inmateriales, de cabeza. A los problemas sentimentales, de amistad, por ejemplo. Puedo quedar hecho un flan por una discusión con un amigo.
P. Su peor momento de aventurero...
R. El año pasado. El viento nos arrastró hacia el interior del desierto líbico; caímos de manera bastante violenta y tuvimos que regresar a pie.
P. ¿Cuál será su próxima aventura?
R. Volar con el globo sobre el delta del Okavango y pasar por encima de las cataratas Victoria.
P. Es bonito Botsuana, al menos desde tierra.
R. Estuve hace muchos años. Acampamos junto a un lodge de lujo en el que celebraban su segunda boda Richard Burton y Elizabeth Taylor, y nos pusimos las botas con las sobras.
P. Milton habla de ángeles hasta con seis alas. ¿Podemos nosotros realmente, simples mortales, olvidar el peso?
R. Volando de Zanzíbar hacia la costa africana escuché un sonido muy especial. Era el rumor del mar. Desde el aire sólo es posible oírlo en globo. No he sentido nunca algo tan maravilloso. Era como ser un ave marina. Si eso no es olvidar el peso...

Aeronauta
Jaime Llansana (Igualada, 1947; casado y con una hija) es ingeniero de sistemas informáticos pero, así como el doctor Jones, Indiana, cambia la corbata académica por el látigo aventurero, él deja el ordenador, se encasqueta -mentalmente- las antiparras de piloto aerostático y se sube al globo. En ese frágil vehículo y con dos compañeros acometió y superó, a lo Samuel Fergusson, en 1979, la bellísima peripecia de hacer realidad la aventura imaginada por Julio Verne en su novela Cinco semanas en globo, sobrevolando África durante 11 meses. A partir de la experiencia, que le granjeó una mención del premio Rolex Award for Enterprise, escribió el libro África en globo (Juventud). Llansana, que es socio fundador de la empresa de fabricación de globos Ultramagic, tiene un buen puñado de aventuras a la espalda: formó parte en 1974 de la expedición en moto Igualada-Kilimanjaro (43.000 kilómetros por África y el récord mundial de ascensión en moto), hizo luego, también en motocicleta, el Raid Barcelona-Ciudad del Cabo (1975) y fue miembro de la expedición Igualada-Aconcagua. Llansana no se considera un aventurero sino un hombre con iniciativa, abomina del riesgo por el riesgo y gusta de citar como leit motiv un proverbio de los nyamwezy recogido por Burton en sus viajes al África oriental: 'Quien ha visto el mundo no está vacío de sentido'.
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