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una de piratas
Columna
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MARXISMO

Claudi Pérez

Una de mis centenares de miles de novias se estampó contra una estupenda farola cuando iba a pegármela con un gorila panzudo, calvo y estrábico: santa justicia poética. También es justicia poética que Zapatero vaya a perder las elecciones por abrazar el discurso que siempre combatió -marxismo a lo Groucho Marx: "Estos son mis principios, si no le gustan tengo otros"-, y que las pierda Rajoy por esa afición a hacer la esfinge, por un discurso político que ni la Thatcher. Justicia poética, en fin, es lo del papagayo de Bear Stearns y lo del parecido pájaro de Caja Castilla-La Mancha (CCM).

En los viejos malos tiempos, la figura del malvado especulador era fundamental en la cultura popular. Los hedge funds recogieron el testigo. Soros es el más conocido "delincuente de aventuras financieras" (el entrecomillado suele evitar querellas; es de Krugman), pero en los noventa aparecieron unos tipos que se vendían como la quintaesencia de la modernidad: los gestores de LTCM se jactaban de tener las fórmulas matemáticas definitivas para batir al mercado. Al principio lo lograron y LTCM engordó hasta convertirse en una suerte de Tiranosaurus Rex. Pero después la cosa se torció y hubo que organizar un rescate para que el mundo no se rompiera en pedazos. En él participaron todos los grandes banqueros neoyorquinos. Todos menos uno: Jimmy Cayne, de Bear Stearns, se negó a participar alegando eso tan liberal de que cada palo aguante su vela; en la crisis actual ha sido el primero en caer. Su banco se había chutado subprimes en vena y Cayne fue despedido de forma fulminante. "Wall Street ha muerto", dijo como desternillante epitafio; me quedo con el "perdonen que no me levante" del citado Marx.

La historia de CCM es más goyesca. Juan Pedro Hernández Moltó saltó a la fama cuando era diputado del PSOE con aquel "míreme a los ojos" dirigido al banquero central Mariano Rubio por un caso de pelotazos, tráfico de influencias y demás esencias patrias. Los socialistas querían desvincularse del caso y Moltó sacó su lado salvaje. El destino quiso que acabara en CCM, donde perpetró un agujero jupiterino tapado con el maquillaje financiero de la señorita Pepis. Ahora le repiten su famosa frase con exquisita justicia poética.

Pero atención: poesía, la justa. Cayne se llevó 100 millones con el despido; nada mal para un ex vendedor de impresoras. Habrá que seguir de cerca a Moltó: por ahora su indemnización es el pliego de cargos que le espera. Siempre podrá remedarse a sí mismo con otra frase marxista cuando le interrogue el Banco de España: "¿A quién va usted a creer, a mí o a sus propios ojos?".

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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