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Reportaje:Música

Oasis en medio del derrumbe

En plena crisis, el Festival de Benicàssim arranca con enormes cabezas de cartel y una previsión colosal: más de 200.000 visitantes a lo largo de cuatro días

Daniel Verdú

Sucede a veces que algunos fenómenos no guardan ninguna relación con su contexto y se cargan de golpe la hermenéutica sociológica que los explica. Un ejemplo: la industria musical se desmorona, los países pierden el control de su economía, las primas de riesgo dejan de ser el sector femenino conflictivo de la familia y se convierten en el diablo que castiga al sur de Europa... Y sin embargo, 50.000 personas al día prescinden de todo drama y se reúnen en una fiesta musical superlativa que parece no reparar en cifras ni inversión. "Mire, después del shock inicial, a todo el mundo le apetece relajarse y tener unas vacaciones. ¿Que los festivales están en crisis? Eso es basura. Nunca van a desaparecer y seguirán siendo un negocio". Vince Power, el dueño del FIB de Benicàssim, se recuesta en un pequeño sofá de una caseta del festival y deja claro desde el principio que todo el asunto trata de un negocio.

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En su segundo año al frente del festival, Power, un irlandés canoso de contenida pero elocuente expresividad, ha dado un puñetazo sobre la mesa. Porque aunque en la última edición sus organizadores mirasen a otro lado, el FIB de 2010 fue un acontecimiento rayano en el fracaso.De los 50.000 asistentes por día de la edición de 2009, se pasó a 32.000. Los cabezas de cartel sondeados como Arcade Fire o Muse emigraron a otro sitio. Y encima, y para comidilla del mundo indie patrio, el público inglés tomó el lugar para convertirlo en una utopía veraniega ultrapatrocinada, en la que lanzar al público los vasos con el culo de cerveza se convirtió en deporte nacional. Ay, y era el primer año en solitario del nuevo director.

Así que en su 17ª edición se acabó la broma. Quién sabe si a golpe de talonario o con la autoridad que otorga una vida metido en el negocio (Power fue dueño de Mean Fiddler, la empresa que gestionaba los lluviosos certámenes de Leeds, Reading o Glastonbury), este año el capo de los festivales ha conseguido un cartel poblado de estrellas. Con el reclamo de los Strokes, Arcade Fire, Portishead, Primal Scream o Arctic Monkeys entre las más de 100 bandas que desfilarán por el festival, prevé alcanzar los 50.000 asistentes diarios, igualando así la mejor edición de su historia. Mientras, Power -a años luz del romanticismo melómano de los anteriores dueños (los hermanos Morán)- repite como un mantra la palabra "competencia". En su empresa, hasta algo tan básico como el folleto con los horarios de los conciertos se vende por cinco euros. Claro, son 250.000 euros extra.

"No creo que el año anterior fuera un fracaso. Muchos estuvieron más cómodos porque había menos gente. Aunque comercialmente estoy mucho más contento ahora. Y claro que he tenido que gastar más dinero, es así como funcionan las cosas. El presupuesto es enorme. Pero no le diré cuánto es ni el dinero que he pagado por los grupos. No quiero dar pistas a mis competidores", dice tajante y convirtiendo así el FIB en el único festival español que no facilita el presupuesto antes de empezar.

A pocas horas del arranque, las marcas se han adueñado de los espacios del certamen. Hay atracciones de feria y la zona VIP parece un centro comercial. Sin embargo, este año el FIB ha perdido al patrocinador principal que le daba nombre. Un dinero que se suplirá con 18.000 abonos (a 170 euros) más. Aunque el crecimiento es tal, calculan en la organización, que el escenario central (vuelve a llamarse Maravillas) se dilatará comiendo terreno al backstage y tapando la mítica piscina donde en tiempos se remojaron rockeros de todo el mundo. Veremos también cómo le sientan al festival estos bandazos de aforo. "Este es el límite", promete Powers. Lo que está claro es que el presupuesto, que según los organizadores solo cuenta con el 7% de ingresos por patrocinio, lo agradecerá. Llegar a los 12 millones de euros -cifra en el que lo fijan algunas fuentes- (el doble que un evento como Primavera Sound) con una subvención del 5%, la venta de entradas y lo que se despache en las barras, parece complicado.

Sin embargo, para el pueblo de Benicàssim (18.000 habitantes) ya están aquí los Reyes Magos. El impacto que tiene el FIB en su economía es de unos 15 millones de euros. Durante el evento se subcontratan unas 3.000 personas y tira de 120 proveedores. Desde el lunes, miles de adolescentes británicos (20.000 acampados antes de empezar el festival), bañados en crema bronceadora, lucen palmito en la playa y se gastan la paga en comida y cervezas. Luego, un buen plan es dormir la mona en los parterres del paseo marítimo. "Nos quedaremos 10 días aquí. Tenemos playa, música y alcohol. ¿Qué más quieres?", opina un satisfecho y rosáceo individuo bautizado como Jamie Miller por los patrocinadores de sus vacaciones.

Precisamente, una de las críticas que recibe desde hace unos años el FIB es la excesiva britanización del público. Este año los foráneos son el 60%. "Esa crítica es basura", corta en seco Power. "Es un festival de la gente. Tenemos 5.000 personas de Irlanda y 3.000 de Escocia, esos no son británicos. En cualquier caso, es la música lo que me importa. Creo que es importante que haya un buen balance, porque no puedes importar a todo el público. Comercialmente no sería bueno. Aunque le aseguro que es el menor de mis problemas". La mayoría de extranjeros son ingleses (casi el 75%), pero les siguen los franceses, los irlandeses y los daneses.

Esa britanización se percibe también en la configuración del cartel. Pendulum, Mumford and Sons, Plan B, Paolo Nutini... Son bandas de enorme tirón en Reino Unido, pero de los que sería difícil encontrar un CD en la guantera de ninguno de los coches con matrícula española del recinto. Incluso el cabeza de cartel de anoche, The Streets (el proyecto del brillante Mike Skinner), nunca ha tenido en España la repercusión de sus compañeros de jornada.

Este festival es al final un tremendo y divertido espectáculo vacacional. El FIB quiere parecerse ya mucho más a los internacionales Glastonbury o Coachella que al propio FIB. Que nadie le busque más vueltas. Pero aunque prime el show por encima del descubrimiento sonoro, Power todavía no se ha atrevido con las superestrellas del pop. Acabarán llegando. ¿Beyoncé algún día? "Mire, no lo sé. Pero me encantaría tener a Madonna. Es mucho más FIB. Si me la ofrecieran, le daría una noche especial de miércoles". Cuestión de tiempo.

Entrada al cámping.
Entrada al cámping.SAMUEL SÁNCHEZ
Un operario da los últimos retoques técnicos en el escenario grande del Festival de Benicàssim.
Un operario da los últimos retoques técnicos en el escenario grande del Festival de Benicàssim.SAMUEL SÁNCHEZ
Un escenario, en la playa de Benicàssim, antes de la llegada del público y del inicio del festival.
Un escenario, en la playa de Benicàssim, antes de la llegada del público y del inicio del festival.SAMUEL SÁNCHEZ

Noche de chicas y 'fish and chips'

Desde hace tiempo el público inglés predomina en el FIB de Benicàssim. Los extranjeros son en esta edición, según Vince Power, director del evento, el 60% de los asistentes. Y los que proceden de las islas británicas alcanzan más del 75%. Y claro, ayer, jueves 14 de julio, jornada laboral en España, se pueden imaginar cuál era el público dominante. El puestecito de fish and chips echaba humo. Quizá por eso la organización programó una jornada musical bastante enfocada a los amantes del pescado rebozado. Como cabeza de cartel, The Streets. De acuerdo, Mike Skinner es un tipo muy listo que ha logrado algunos momentos musicales brillantes. Pero, ahora que lo deja, ¿cuánta gente ha comprado sus discos en España? Le acompañaban en la cima del cartel Plan B, el cantautor Paolo Nutini o Pendulum, que tampoco es que sean las bandas preferidas de la juventud indie española. En fin, a partir de hoy la cosa cambia un poco.

Y Nutini, que a pesar del nombre es escocés, fue el primer encargado de reventar el escenario principal. Ocurrió a las diez. Y se vio claramente que este año el FIB alcanzará récords de asistencia. Guapete, tupé a lo Luke Perry (no fue lo único de su show que sonaba a Sensación de vivir), y una voz ronca de seductor que enloqueció a las adolescentes inglesas. Los españoles no tenían ni idea de quién era y miraban alucinados el suceso de empujones y alaridos. El momento crooner lo aderezó con ritmos ska y aires jamaicanos. Se atrevió hasta con una absurda versión de Over and Over de Hot Chip. Pese a todo, arrasó.

¿Que también había grupos españoles? Sí. Pero para no estropear del todo la tesis del artículo, diremos que a Russian Red, que se enfrentó a la aventura de llenar el inmenso escenario principal ("Nunca había tocado para tanta gente", dijo), le están diseñando una carrera internacional con Fuerteventura, el disco que ha grabado con la banda de Belle and Sebastian. Así que no le vino mal que la viera tanto guiri. Y triunfó. Porque Lourdes Hernández maneja la voz como quiere y su banda la acompaña deliciosamente. Son canciones sencillas muy a los años cincuenta, con una patina antigua y elegante alejadas ya del folk con el que empezó.

A esa hora de la tarde el sol que castiga a público tempranero y teloneros del festival ya se había largado. La tradicional atracción de feria que centrifuga los estómagos de algunos incautos comenzaba su sádico trabajo. Lourdes Hernández terminaba el suyo con la satisfacción de que la traten como a una artista internacional que empieza a poblar los carteles de festivales veraniegos. Y muchos de los que vieron a Russian Red venían de escuchar a la sensacional Ana Calvi. La italiana afincada en Londres produce un sonido claro y honesto, a caballo entre los setenta y los ochenta. Una voz que recuerda a veces a PJ Harvey (comparte productor). Fue una de las sorpresas de la jornada. Lástima que la programaran tan temprano.

Porque hasta que pasadas las 11 llegaron los cabezas de cartel de la noche, la cosa siguió yendo de mujeres. La última fue la propuesta polémica del festival. Julieta Venegas no es para los puristas del evento de Benicàssim idónea para el FIB. La mexicana es demasiado comercial, creen. Y debe ser verdad, pero la acribillaron. Quizá ignoran los valientes comentaristas anónimos de blogs y noticias (los mismos que lincharon a Russian Red por decir algo tan abominable como que era de derechas) que al director del evento le encantaría traer a Madonna un día de estos. Y deben ser muchos los opinadores ocultos, porque lo cierto es que aunque estuvo un buen rato siendo la única actuación de esa hora -sonó mal y se llevó algún silbido- había más gente haciendo cola en las atracciones y buscando alguna fritanga que echarse al estómago que en su escenario.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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