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Reportaje:CINE

Rosas rojas para Vivien Leigh

Una barcelonesa atesora numerosos objetos personales de la actriz, a quien conoció en 1965 y con la que se carteó durante años

Alexander Walker cuenta en la biografía que dedicó a Vivien Leigh (1913-1967) que la hermosa actriz británica tenía una "admiradora en España que cada mes le enviaba un ramo de rosas rojas". Una costumbre que la ferviente fan mantuvo incansable hasta que la intérprete que inmortalizó a la heroína sureña Escarlata O'Hara en Lo que el viento se llevó (1939) murió, mañana hará precisamente 40 años. El nombre de esa seguidora entusiasta es Elvira Clara Bonet, que a sus 66 años vive aún en la casa que la vio nacer en el barcelonés barrio de Horta, donde ha erigido un pequeño museo con unos 50 objetos de la actriz. Pero eso no es todo: Bonet mantuvo una intensa relación epistolar de la que aún atesora con mimo las 45 cartas que entre 1957 y 1967 le escribió Vivien Leigh, quien llegó a recibirla en dos ocasiones en su casa de Londres.

"Parecía una figurita de porcelana y tenía unos ojos verdes preciosos, aunque algo vidriosos ya", rememora Bonet

La actriz sentía especial simpatía por su admiradora española. Solía responder a sus misivas al poco de recibirlas desde donde estuviera de gira. Y aprovechaba cada envío para relatarle brevemente sus proyectos. Leigh se refería a ella siempre de manera afectuosa. De manera que, cuando la estrella falleció, su último compañero sentimental, John Merivale, decidió invitarla al memorial al que también asistieron algunos amigos íntimos, como John Gielgud, Michael Redgrave y Alec Guinness, entre otros.

¿Pero cómo consiguió ganarse el afecto de una de las grandes del celuloide? "Creo que apreciaba mi sinceridad; por otro lado, le emocionaba saber que una muchacha tan joven la admirara tanto ya en su decadencia. Además, nunca le pedí nada. Ninguna foto o autógrafo, todo lo que tengo me lo ha regalado la familia", explica Bonet, que se precia de haber conocido a cinco generaciones de Leigh.

El inicio de su admiración por la actriz se remonta a 1955, cuando con 15 años acudió al desaparecido cine Unión para ver Lo que el viento se llevó, que entonces se exhibía en España con aires de solemne estreno. "Quedé fascinada. Así que, de la misma forma que Vivien Leigh se empeñó en conseguir el papel de Escarlata, yo me propuse conocerla", recuerda Bonet, rodeada de fotografías en una habitación dedicada al recuerdo.

Apenas dos años más tarde, la joven admiradora se enteró a través de la revista Sábado gráfico que la estrella y su esposo, Laurence Olivier, se encontraban en Torremolinos y decidió escribirles al hotel. La carta llegó tarde, y a partir de entonces le remitió sus mensajes a su residencia londinense, en el número 54 de Eaton Square. Finalmente, en 1965, Leigh accedió a recibirla para agradecerle que la hubiera obsequiado con un pequeño medallón un año antes. "Vivien tenía 51 años, pero aparentaba más porque estaba afectada por una tuberculosis. Su aspecto me decepcionó un poco, aunque continuaba siendo una mujer muy elegante. Parecía una figurita de porcelana y tenía unos ojos verdes preciosos, aunque algo vidriosos ya", rememora Bonet. "El medallón que le regalé estaba sobre una mesita: 'Lo llevaré puesto y si alguien me hace algún comentario, diré que es un obsequio de una admiradora de Barcelona', me dijo".

Desde su desaparición, el recuerdo de la estrella pervive en el pequeño museo, que acoge algunos de sus objetos personales: una pitillera, su agenda personal, frascos de perfume, dos pares de zapatos del número 37, unos guantes que utilizó en La primavera romana de la señora Stone y una sombrilla que aseguran que formó parte del vestuario de Lo que el viento se llevó, entre otras pertenencias. Todos, ordenados de manera meticulosa, parecen estar esperando a que Vivien vuelva a por ellos.

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