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crisis desde mi terraza
Columna
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Tertulianos

Prendo la radio. El soniquete no es el mismo. Ahora caigo. Faltan los tertulianos, se han ido de vacaciones. ¿Cómo enfrentaré ahora, huérfano de opinión, temas tan dispares e ignotos como la vida media de los isótopos radioactivos de Garoña, la especificidad tribal de los rebeldes igures o los regalos de El Bigotes? Sólo ellos alcanzan a descifrar estas cuestiones. Son mentes renacentistas, reencarnaciones multimedia del mismísimo Da Vinci, pues, como a don Leonardo, no hay materia científica ni humanística que se les resista.

Además de la omnisciencia, otro de sus atributos divinos es la ubicuidad. Se teletransportan de plató en plató con tal premura que a veces se les puede escuchar y ver en dos programas a la vez, cosas del dirramas a la vez, cosas del directo. Se adaptan a cualquier escenario: radio, TDT, teatros, mesas camillas, fachadas de catedrales. ¡Si hasta hay tertulias en las que dan al principio un copazo de vino! (¿coño, por qué nadie se lo bebe?)

Son gente sufrida. Apenas se levantan, mientras mojan la magdalena en el café, consultan de una pasada los titulares de los diarios por Internet. A toda prisa cogen el auto y de camino a su primera intervención, aprovechan para escuchar a sus colegas más madrugadores (los tertulianos se retroalimentan). Eso les basta. Sus mentes ya están iluminadas para guiarnos por la cambiante actualidad. Una breve actualización a la hora del telediario, y hala, a seguir hasta la madrugada. Aunque no sean en rigor periodistas, pues no dan noticias sino que comentan las ajenas, se les tiene por la élite del periodismo. Y tan generosamente retribuidos, que algunos se ven en la engorrosa obligación de crear sociedades para evitar la rapiña del Fisco, que no tiene en consideración alguna el mérito de estos wikipedias andantes.

Parecen gallos de pelea. Pero todo es una cuestión de dramaturgia. Cada tertuliano cumple con el papel asignado. En toda tertulia que se precie no puede faltar el progre y el fachita, y, si hay presupuesto, un antitaurino, un pronuclear y un anticlerical. Ojo, también tienen sus privilegios. Por ejemplo, nunca llaman a atención al cliente. Si se les cae el ADSL o les pierden la maleta, le basta denunciarlo en antena, y asunto solucionado. A veces también recomiendan restaurantes y adivinen luego dónde comen gratis. Y ellos dirán. "Mira este tal Muñoz cómo nos pone a caer de un burro ¿No será que le gustaría ser uno de los nuestros?". Pues bien pensado, tengo dotes teatrales, versatilidad ideológica, y aptitudes dialécticas para sostener un punto de vista y el contrario. Remitan ofertas a la dirección postal de este diario.

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