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Reportaje:

Vacaciones solidarias

Viajar para convivir con personas de países pobres puede cambiarle su forma de ver la vida

"Ni fumo ni bebo, pero soy adicta". Ángela Granero, administrativa coruñesa de 35 años, no puede dejarlo. La primera vez fue el verano pasado. Este año, repite. Se pasa las vacaciones trabajando en el terreno con ONG de países del Sur. Primero fue en julio de 2006, a Itziles, en el altiplano de Guatemala. "Estoy enganchada; quiero recorrer todos los países, de proyecto en proyecto". Este verano va a Nicaragua con Solidaridad Internacional (www.solidaridad.org/vacaciones). "Nuestros problemas son ridículos", dice, "su realidad es completamente distinta de la nuestra, a ellos les falta lo básico y son generosos, alegres".

También repite este año Jesús Santidrián, asesor de 33 años que viajó en julio de 2006 a El Salvador con Setem (www.setem.org), donde ya era voluntario. "La primera vez volví un poco sonado", recuerda; "me encontré como en mi casa en zonas marginales gracias a su gente, tan afable y cercana. Aquí nos preocupamos por gilipolleces".

Recién terminada la carrera de Medicina, Irene Amores tiene que luchar este año por su plaza en el MIR, así que se queda en España. Pero el año pasado estuvo en Malawi, atendiendo un área de 50 kilómetros cuadrados con 30.000 habitantes dispersos por aldeas, y volvería "mañana mismo". Que si una vacunación de niños por allí, que si un control de nutrición de madres por allá. "Acogedores, alegres, complacientes, así es la gente de allí. Hasta le pusieron mi nombre a una niña que nació cuando yo pasaba revisión en una aldea", recuerda esta madrileña de 23 años que viajó con la ONG África Directo (www.africadirecto.org).

Con Ayuda en Acción visitó Perú en 2005 y, el año siguiente, Bolivia, el informático Diego Escudero, madrileño de origen asturiano y de 33 años, 10 de ellos como padrino de esta ONG. Allí dio cursos de capacitación informática a maestros rurales. "Algunos hicieron librillos con pantallas de ordenador pintadas en papeles para enseñar después ellos, sin máquina, lo que yo les había enseñado", dice. Lo que más disfrutó fueron las conversaciones con aquellos maestros de zonas muy deprimidas: "Les chocaban mucho algunos temas de aquí, como la violencia en las aulas. Allí al maestro se le respeta. Aquí nos complicamos mucho la vida".

Pocos son los socios o donantes que pueden visitar en el terreno alguno de los proyectos de Intermón Oxfam. De los 8.000 que participaron este año en el sorteo, sólo cinco y sus acompañantes van a República Dominicana. "El sueño de cualquier socio; habría pagado lo que me hubieran pedido", afirma María de la Cruz Azín, bibliotecaria zaragozana de 37 años que el año pasado recorrió Nicaragua con su esposo en un grupo de 16 personas. "Allí la gente se alegra con cosas que aquí ni valoramos; ir fue mucho mejor a que nos tocara la lotería", continúa.

Su colega de viaje, Raquel Montolío, valenciana de 33 años, fue con una amiga de Madrid: "Allí lo comparten todo, se reparten el mucho trabajo que hay y lo poco que tienen, y nosotros, aquí, estresados y amargados con toda la vida resuelta", afirma, "ellos no tienen nada y lo dan todo. Hacen lo posible por salir adelante a pesar de los pesares", escribió en su diario poco después de regresar de su viaje. "¿Qué hago yo? Hago una pequeña aportación al mes con actitud de salvar el mundo, y cuando llego aquí descubro que el mundo más bien me salva a mí con todo lo que me aporta".

"Es un turismo totalmente distinto; cuando vuelves te ha aportado mucho como persona haber compartido tu tiempo con gente que lucha para sobrevivir". Así resume José María Company su experiencia del año pasado en un recorrido por Argentina con ACSUD-Las Segovias, una de las ONG que ofrece un tipo de viajes en los que, además de hacer turismo normal, se convive con la gente del lugar, siempre en alojamientos sostenibles, cuyas ganancias le quedan a la comunidad.

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