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Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

'El cadáver fugitivo', de Ellery Queen

EL PAÍS presenta mañana, lunes, por 1 euro, una auténtica comedia negra a la vez que una de las mejores obras de los dos autores, Frederic Donnay y Manfred B. Lee, que se ocultan bajo un seudónimo.

Ellery Queen es el seudónimo bajo el que escribieron sus novelas dos autores -Frederic Donnay y Manfred B. Lee-, primos entre sí, que comenzaron a publicar en 1929. Sus primeras novelas llevan el apelativo común de "Misterio" y se las conoce como la serie de los Misterios (El misterio de la espada, El misterio de la cruz egipcia, El misterio de la zapatilla blanca...); dura hasta 1938 y les concede una popularidad extraordinaria. Después seguirá el que se ha dado en denominar "Ciclo de Wrightsville", compuesto de cinco novelas que transcurren en un prototipo de pequeña ciudad norteamericana llamada Wrightsville. El cambio que supone este ciclo es que donde antes había simplemente enigmas sumamente ingeniosos que nacían y morían en sí mismos, ahora van a incluir un elemento psicológico en su construcción. Esa presencia de lo psicológico da lugar a investigaciones que se apoyan en lo que llamaríamos "la huella psicológica" e introduce en la novela policiaca la presencia de las pasiones humanas, no sólo como ingrediente de la trama sino como motivo de investigación. Dicho de otro modo: ya no son sólo las cenizas de un cigarrillo, un microscopio o la estricta lógica de un problema lo que procede a resolver la intriga, sino que ésta se involucra en asesinos que dejan de ser seres fatalmente inteligentes para convertirse en simples personas de carne y hueso. El asesino ya no mata porque tiene que matar para que haya novela, sino por una resquebrajadura en su propia naturaleza, lo cual, como resulta fácil deducir, complica más las cosas.

El libro se llena de situaciones bien graciosas, humor negro al fin y al cabo
Los autores tienen predilección por lo lúdico y juegan con la intriga

El detective de las novelas de Ellery Queen, uno de los grandes pilares de la evolución del género policiaco, son dos: el propio Ellery Queen, una especie de detective amateur, y su padre, Richard Queen, inspector de policía. Ni que decir tiene que se reparten los roles y actúan como pinza, bien conjuntamente, bien trazando líneas de investigación separadas. Los autores tienen predilección por lo lúdico y juegan con la intriga rizando bien el rizo, lo cual les lleva a acumular efectos y excesos que, sin embargo, siempre resuelven bien. En otro título de esta misma colección (El misterio de los hermanos siameses) no sólo tejen una trama llena de personajes singulares, casi extravagantes, sino que los meten en el interior de una novela que casi podríamos denominar gótica. La verdad es que tienen algo de prestidigitadores, por lo que sus dos detectives se dedican tanto a sorprender al asesino como a sorprender al lector.

El cadáver fugitivo es una pequeña joya con un punto de interés extraordinario: se trata de una auténtica comedia negra. Un tal John Braun, fundador y director del Instituto de Cultura Física Braun, un ególatra que convierte su casa de salud en una representación exhibicionista de su propio cuerpo, aparece asesinado en una habitación cerrada. El problema de la habitación cerrada es un clásico de la novela policiaca desde El cuarto amarillo, de Émile Gaboriau, y lo han venido tratando numerosos autores buscando variantes. La que presenta esta novela marca ya el tono de comedia: dentro de la habitación hay un testigo que no se ha enterado de nada y que, naturalmente, será inculpado. Así, una parte de la comedia consiste en Ellery Queen burlando a su padre para esconder a la testigo, y la otra consiste en un cadáver que no sólo desaparece de la habitación cerrada, sino que sigue desapareciendo en cuantas ocasiones es localizado de nuevo. Todo ello sucede a la vez que Ellery Queen (hijo), que es escritor, busca un motivo para una nueva novela porque se encuentra en un momento de sequía.

El método de relato es que cada capítulo siguiente ocurre un tiempo antes que el tiempo real del anterior: el ritmo que el método concede a la novela es el que remata felizmente el tono de comedia. Y, a partir de aquí, las situaciones dramáticas se suceden de manera extraordinariamente viva, el libro se llena de situaciones bien graciosas, humor negro al fin y al cabo, y, al final, el lector, fascinado por la intriga, descubre que le han contado una historia impecablemente armada que no es sino un divertimento sobre los dos Queen llevado al paroxismo de una comedia de sorpresas al mejor estilo de la comedia americana. En la producción de Ellery Queen -que ha escrito obras tan potentes como La década prodigiosa o Tras la puerta cerrada (quizá la mejor de las suyas)-, El cadáver fugitivo es, como decía al principio, una pequeña joya, un regalo muy especial.

MANUEL ESTRADA

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