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Entrevista:ROBERT FRIPP | Músico | música

"Las discográficas me recuerdan a las plantaciones de esclavos"

Diego A. Manrique

Estamos en la periferia de Barcelona, en una "casa de oración", adyacente a un convento de monjas dominicas. Es una residencia espartana, sin aire acondicionado ni grandes comodidades. Increíble: aquí pasa el mes de julio una leyenda del rock.

Pero ya sabíamos que Robert Fripp (Winborne, Reino Unido, 1946) se escapa del molde de las rock stars, y no sólo por su aspecto de vicario inglés. El hombre de King Crimson está desarrollando uno de sus seminarios de Guitar Craft, actividad por la que, aseguran, no cobra. A su reclamo han acudido unos sesenta guitarristas de todo el mundo, que aceptan un estricto régimen interno: se prohíbe el alcohol y el tabaco; la comida es vegetariana; cada habitación aloja a varios alumnos.

El músico de King Crimson da clases a 60 guitarristas de todo el mundo
Las normas del seminario son: ni alcohol ni tabaco, y comida vegetariana

A cambio, pasan por una experiencia educativa que supuestamente les lleva a un nivel superior como músicos y seres humanos. Usando una nueva afinación, pasan muchas horas practicando. Aunque sean neófitos, se enfrentarán al vértigo de tocar con Fripp y otros músicos profesionales. Del 24 al 31 de julio, algunos participarán en un ciclo de conciertos, bajo la bandera de The League of Crafty Guitarists, en el barcelonés Centre Artesà Tradicionarius. Todo con guitarras acústicas, aunque Fripp añadirá manipulaciones electrónicas, sus famosos soundscapes. Rompiendo su costumbre, Fripp acepta hablar ante un magnetofón. Su expresión es pedante, desconfiada, lúcida.

Pregunta. ¿Guitar Craft tiene algo de secta?

Respuesta. Acepto esa afirmación. La diferencia entre una iglesia establecida y lo que llaman secta es meramente cuantitativa. Guitar Craft responde a la necesidad de formar intérpretes de música popular, que no encajan en los conservatorios.

P. ¿Cómo descubrió su vocación didáctica?

R. Deriva de mi frustración ante la obligación contractual de dar entrevistas. Perdía demasiado tiempo explicándome ante periodistas muy ignorantes.

P. ¿Le dan igual los cantantes?

R. ¡Incierto! Estoy casado con una. Soy sensible a sus condicionantes. Recuerdo mis colaboraciones con Bowie, David Sylvain o Daryl Hall como trabajos altamente estimulantes.

P. ¿De dónde viene su enemistad con la industria musical?

R. Detesto la explotación continuada de los artistas. Logré recuperar la propiedad de mis masters y todavía debo enfrentarme diariamente a violaciones de mis derechos. En la Red, mi música se vende y escucha sin mi permiso.

P. ¿A qué le suena ese lema de "la música debe ser gratis"?

R. A explotación. Internet crece robando contenidos. Solo debes preguntarte: ¿Quién está detrás, quién cobra por la conexión? Me recuerda a los primeros ochenta, cuando nos exigían hacer clips que a veces costaban más que la producción de todo un álbum, y que deducían de nuestros royalties. En realidad regalábamos contenido a MTV y canales similares.

P. ¿Tienen futuro las discográficas?

R. Hasta ahora han funcionado como las plantaciones de azúcar del siglo XVIII. Pero los esclavos sabían que lo eran, a diferencia de los artistas.

P. Usted sigue editando discos.

R. Sí, dirijo Discipline Global Mobile, que incluso me permite poner en circulación grabaciones crudas de conciertos de King Crimson, con tal que despachen un mínimo de 2.000 copias. Cifras ridículas para las grandes compañías, pero que compensan si no tienes gastos extravagantes.

P. Últimamente, ha disminuido la hostilidad hacia el "rock progresivo". ¿Se siente reivindicado?

R. "Progresivo" era una etiqueta para vender la actitud de búsqueda de determinados músicos. Se degradó cuando Yes o Emerson Lake & Palmer se convirtieron en grupos de estadios. King Crimson tuvo muchos cambios y largas ausencias. No se deterioró tanto nuestra reputación. Entiendo que hay grupos actuales que sienten esa misma necesidad de búsqueda, como Tool, Porcupine Tree, Radiohead...

P. Este año se publica una versión remasterizada del primer elepé, In the court of the Crimson King. ¿Se imagina usted volviendo a tocar ese repertorio?

R. No, lo encuentro repelente. La Glenn Miller Orchestra siguió actuando muchas décadas después de la muerte de su líder. Pero preferiría que fueran mis ex compañeros los que lo hicieran. Bajo mi supervisión, naturalmente.

Robert Fripp, en una de sus actuaciones.
Robert Fripp, en una de sus actuaciones.

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