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me cago en mis viejos II

OCHO

Hablemos del piso de arriba. Yo llamo piso de arriba a la cabeza. Hay pisos de arriba ocupados por gente normal y cabezas ocupadas por ideas normales. Pero también hay vecinos chungos e ideas rayantes. Las ideas que viven en mi cabeza son jodidas de verdad, se pasan el día dando golpes, clavando clavos, gritando como locas. Así que estoy viendo la tele tan tranquilo (lo de tranquilo es un decir), cuando escucho un golpe en el piso de arriba. Ahí está la puta idea, me digo, no tendrá otra cosa que hacer la cabrona. Intento seguir viendo la tele como si nada, pero la idea ?pum pum, pum pum? va de acá para allá. Es la idea de matar a Dedo, que se ha instalado definitivamente en mi mollera. Me dan ganas de subir y protestar. Oiga usted, idea de mierda, ¿no ve que está prohibido hacer ruidos a estas horas? Pero me aguanto, qué le vamos a hacer, no se han inventado unas escaleras para subir a la cabeza. Ajo y agua, que decía el otro. Pero cuando me he acostumbrado a esa idea, suena el timbre en el piso de arriba, se escucha un taconeo (vaya tabiques de mierda), luego el ruido de una puerta y entra en mi cabeza otra idea, amiga de la anterior, y montan una fiesta. La idea nueva, de contenido más bien guarro, tiene que ver con mi hermana, que en ese momento atraviesa el salón prácticamente en bolas, como si el hombre invisible, que está a mi lado, y yo no existiéramos. ¡Ponte algo encima, coño, que no vives sola!, le grito, y ella me mira con una sonrisa incrédula, como si yo fuera un estrecho. Me dan ganas de cogerla de la mano y subirla a mi cabeza, y dar una patada a la puerta y enseñarle las ideas que tengo por vecinas. En vez de eso, sugiero que quizá tendría que volver a tomar las pastillas, pues prefiero el estupor y la disminución de la actividad intelectual a este trasiego de ideas enloquecedoras. De volver a las pastillas, nada, dice ella en bragas y sujetador, no quiero que andes como un zombi. El hombre invisible me mira con una intensidad que duele, como si en su piso de arriba hubiera también unos vecinos de mierda. Mi hermana está en otra, no se entera de nada, no se cosca la tía. El perro, a lo suyo, comiéndose una puta zapatilla.

Ahí está la puta idea, me digo, no tendrá otra cosa que hacer la cabrona
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Me cago en mis viejos II, por Carlos Cay
EDUARDO ESTRADA

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