La felicidad programada
"¡Es como tiene que ser la vida!", exclama eufórico un Matthew Broderick que ha visto cómo el estrés laboral de su esposa, alta ejecutiva de televisión, ponía en riesgo su vida antes de trasladarse a la hermosa urbanización de Stepford, donde todo es sencillamente perfecto. Lo son las mujeres, bellas y siempre bien dispuestas, el Club de Campo, las animadas conversaciones sólo para hombres, el clima, el paisaje... Todo en Stepford respira dominio: del individuo sobre la naturaleza, del hombre sobre la mujer, del heterosexual sobre el homosexual, de la perfección tecnológica sobre el caos de los sentimientos. Pero no todo es como parece: sin ir más lejos, la ejecutiva televisiva (Kidman: es la reina de la función) no se siente a gusto; hay una escritora vigorosa, desprejuiciadamente gorda, y hasta un gay, que parece la mejor amiga de ambas. ¿Qué falta, en realidad, para que la felicidad sea completa?
LAS MUJERES PERFECTAS
Director: Frank Oz. Intérpretes: Nicole Kidman, Matthew Broderick, Bette Midler, Glen Close, Christopher Walken. Género: comedia. EE UU, 2004. Duración: 93 minutos.
Con estos ingredientes, Frank Oz intenta revisar, con ojos aviesamente utopistas (estamos aquí ante una nueva vuelta de tuerca del tema de Frankenstein, aunque ahora el viejo monstruo se transforme en un ejército de bellísimas chicas), el añejo tema de la guerra de sexos. Pero también de la nostalgia de un no menos arcaico orden en el que las mujeres estaban siempre disponibles, los hombres traían el dinero a casa, y todos tan contentos (o menos). De eso parece querer hablar el filme: de las víctimas de la nueva cartografía sexual, del cambio de roles que, Oz parece sugerirlo, le puede hacer tanto mal a hombres como a (algunas) mujeres.
Nostalgia retrógrada, en suma. Porque si se quiere ver la película con ojos críticos es difícil dejar de ver lo que parece incontestable, que estamos ante una fábula escrita con mentalidad medieval. Y si se le concede el favor de mirarla desde otro ángulo, entonces lo más que se puede decir es que estamos ante una película desnortada, carente de rigor y con una metáfora sobre los roles tan obvia como burda: descubrir a estas alturas que hay mujeres más machistas que el peor macho es una obviedad sonrojante. El saber qué hace Nicole Kidman mezclando su nombre en un artilugio de este tipo es ya otro cantar, sobre el cual parece imposible pronunciarse.
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