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Reportaje:Música

Más luces que sombras

Imponente dirección de Thielemann y polémico montaje de Loy en Salzburgo

En el contexto de una importante programación teatral y sinfónica el punto de mayor distinción del Festival de Salzburgo viene de su dedicación a la ópera. La ópera es entendida como espectáculo global, es decir, se cuida al máximo la interrelación entre música, voces y escena. En la actual edición se repone la trilogía de las óperas de Mozart con libreto de Da Ponte -Don Giovanni, Las bodas de Figaro, Cosi fan tutte- en la puesta en escena de Claus Guth, con tres directores musicales de fuste: Yannick Nézet-Séguin, Robin Ticciati y Marc Minkowski.

Los tres nuevos estrenos de esta edición, con óperas de Verdi, Janácek y Richard Strauss, han gozado de representaciones superlativas en el terreno musical. Tanto Riccardo Muti como Esa-Pekka Salonen o Christian Thielemann han bordado sus cometidos. En el terreno escénico la maestría teatral surgió, desde diferentes perspectivas, con Peter Stein y Christoph Marthaler. La dirección escénica de Christof Loy para La mujer sin sombra ha sido más controvertida que las de sus colegas. Y no porque no sea interesante y original. Es sobre todo una cuestión de comunicación teatral.

Loy es un director conceptual. La primera imagen que el espectador ve de La mujer sin sombra es la de un ensayo de la ópera en versión de concierto, con los cantantes en traje de calle mostrando todos sus tics de comportamiento cotidiano. Las dudas surgen sobre si es posible hacer teatro del simbólicamente no-teatro.

Conforme transcurre la representación, los personajes van saliendo de sus papeles en la ficción para ser más ellos mismos. Al final se desvela que era un ensayo para una función de navidad en el patio interior de un palacio que evocaba al más puro estilo de la familia Trapp. La mujer sin sombra es, al fin y al cabo, un cuento mágico, o una epopeya mística, con final edulcoradamente feliz, con lo que el planteamiento no es descabellado.

El problema es que no pasa de ser un ejercicio de estilo. Todo lo bien construido que se quiera, pero de un peligroso distanciamiento emocional. Thielemann pasa por completo de lo que ocurre en el escenario y plantea una lectura desgarrada, forzando al máximo los contrastes, apasionada, apabullante. La Filarmónica de Viena responde con el mismo rigor y dominio del estilo que está demostrando en Verdi o Janácek.

Al concepto musical y escénico se unen un grupo de cantantes muy solventes encabezados por Anna Schwanewilms, Michaela Schuster, Evelyn Herlitzius, Stephen Gould y Wolfgang Koch. Si se compara con el reparto anterior de esta ópera en Salzburgo en 1992 con Solti, las voces son más líricas y menos dramáticas, pero eso es también un signo de los tiempos que refleja la evolución en las últimas décadas de la interpretación vocal.

Michaela Schuster, durante un ensayo de la ópera <i>La mujer sin sombra.</i>
Michaela Schuster, durante un ensayo de la ópera La mujer sin sombra.AFP

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