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héroes y villanos
Columna
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El tormento perfecto

Diego A. Manrique

Hace 25 años, justo en el verano de 1984, nos atormentaba una de las canciones más repugnantes de todos los tiempos. Empalagosa y machista, To all the girls I've loved before parecía el cacareo crepuscular de un seductor profesional: "A todas las chicas que compartieron mi vida / que ahora son las esposas de alguien / me alegro de que ellas aparecieran / dedico esta canción / a todas las chicas a las que anteriormente amé".

Las disculpas del picaflor eran risibles: "Los vientos de cambio siempre están soplando / y cada vez que intento quedarme / los vientos de cambio continúan soplando / y sencillamente me arrastran". Con unos arreglos hinchados, el tema recibía el tiro de gracia por la chirriante combinación vocal de nuestro Julio Iglesias y la encarnación del country rebelde, Willie Nelson.

Estamos ante una de esas aberraciones donde no hay héroes, sólo villanos: nadie se libra. Pienso en los autores, el letrista Hal David y el compositor gibraltareño Albert Hammond. Ambos tienen obra apreciable -David firmó prodigiosas canciones con Burt Bacharach-, pero aquí apuntaban al mínimo común denominador: se hizo a medida de Frank Sinatra, repitiendo el arrogante modelo de My way. Sinatra tuvo algunos patinazos al final de su carrera pero sabía detectar la basura: rechazó aquel horror.

Que terminó en manos de Julio Iglesias. Para establecerse en Estados Unidos, Julio estaba dispuesto a grabar con el Coro del Tabernáculo Mormón o con la banda militar de West Point. Su equipo pensó que semejante proclama de pichabrava sería disculpada si se presentaba como dueto con algún vocalista querido por los estadounidenses.

Willie Nelson entonces compartía discográfica con Julio. Pero era el cabecilla del movimiento de los "forajidos". Para entendernos: el invitado de Jimmy Carter que se encendía un porro en la Casa Blanca. Musicalmente, facturaba discos esqueléticos, donde mandaba su guitarra acústica y se potenciaba su voz mínima.

Ninguna de sus biografías se explica semejante emparejamiento. La última (Willie Nelson: the outlaw, de Graeme Thomson) dice que "allí tocó fondo su carrera", y alega que su esposa, Connie Nelson, tenía debilidad por Julio. Hasta Pedernales, el complejo de Willie en las afueras de Austin, se desplazó el español en una caravana de limusinas, "le escoltaban treinta personas". En dos horas, Willie metió su voz. La cinta volvió a Los Ángeles, donde el productor (Richard Perry) añadió aún más sacarina.

Pero ¿qué sabemos los críticos del negocio musical? To all the girls I've loved before fue enorme éxito en 1984 [perdida la vergüenza, pretendieron repetir la jugada con Spanish eyes; no coló]. En su autobiografía, Willie Nelson se atribuye la iniciativa para aliarse con Julio. Qué quieren que les diga: no se puede fumar impunemente tales cantidades de marihuana. Ahora, si tienen valor, busquen la actuación conjunta en televisión: el latin lover y el tejano con coletas baboseando sobre esas chicas que "llenaron mis noches de éxtasis". El mejor argumento posible contra el abuso de las drogas.

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