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CONDENADA EN LA CIUDAD
Columna
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Un vuelo, muchos precios

Patricia Gosálvez

Escena en la frutería: "Oiga, que me ha cobrado el triple que a la señora". "Es que la señora sabía desde mayo que quería peras". Luego el frutero obliga al cliente a quitarse los zapatos y el cinturón y ya está liada. Pensando en las ventajas de no tener vacaciones (aparte de cobrar, esto es), el Condenado en la ciudad recuerda la última vez que voló junto a un caballero que se encargó de informarle de que había pagado la mitad por su asiento. ¿Cómo es posible que en un mismo avión, hombro con hombro, la gente pague tarifas tan distintas? Hay sectores, como el de las compañías aéreas, que vacilan al consumidor. Junto a los de los móviles, parecen vivir en un paraíso de impunidad. Cada tanto ocurren cosas, como que venden un precio y luego cobran por misteriosas tarifas de última hora y se pasan por el forro aquello de la puntualidad, aunque si tú llegas tarde, no perdonan.

PARTICIPE. Mañana, ¿dónde están los guiris? http://blogs.elpais.com/condenada_en_la_ciudad/

Pero escándalos aparte, todas las aerolíneas pretenden que el cliente trabaje para ellas. Comprar un billete de avión se ha convertido en un ejercicio de paciencia y destreza. La responsabilidad de buscarse la oferta es del cliente (otra coincidencia diabólica: las low cost han jubilado a las agencias de viajes, como los operadores de móviles hicieron con los relojeros). Con la responsabilidad llega la culpa: cuando al fin consigues un billete más caro y con peores condiciones de las que esperabas (de esos que despegan a las cinco de la mañana y hacen tres transbordos) resulta que la culpa es tuya porque no sabes comprar online.

El Condenado, que tiene el dedo (y el pronto) rápido cuando no entiende algo, llama desde el curro a la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), donde un suizo encantador le explica que esto son las cosas que tiene el libre mercado. Resulta que cada compañía cuenta con un departamento de pricing que se encarga del yield management. En cristiano: en las centrales de las aerolíneas hay un grupo de agentes mirando pantallas en plan Wall Street. En función de la oferta y la demanda van asignando un precio a cada billete para maximizar el beneficio de un vuelo a medida que se llena.

Le Monde probó en mayo a buscar billetes de Air France en un mismo avión (clase económica) de París a Nueva York. Había 17 tarifas distintas. De 467 a 3.228 euros. En EasyJet ilustran los quebraderos de cabeza de las aerolíneas para obtener beneficios con un gráfico en forma de avión. Tiene 155 asientos. 39 se van en pagar al aeropuerto, 37 en combustible, 15 en los sueldos de la tripulación. Y así hasta que sólo quedan 9 para beneficios. RyanAir dice que las tasas son el malo de la película: además de las de siempre, cada pasajero paga 50 céntimos por la silla de ruedas que lleva el avión, y desde el 11-S, 5,29 euros más por el seguro de terrorismo.

Hay un libro estupendo de Antonio Orejudo titulado Ventajas de viajar en tren, aunque puede que le falte un paréntesis: (mientras no sea en Barcelona). Por cierto, si quiere que su compañía de móviles no le tome el pelo, llame a "bajas" y amenace. Es gratis y desahoga.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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