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Reportaje:

'Código Z' o el mal del insatisfecho

Más del 20% de las consultas de salud mental son por inquietudes ante la vida

Hay muchos nombres para definirlo, pero puede que el más adecuado sea el de insatisfacción del bienestar. En las clasificaciones psiquiátricas se denominan códigos Z. Son el reflejo de la creciente medicalización de los conflictos de la vida y de sus consecuencias; no son exactamente patologías o trastornos mentales, pero casi ocupan un 20% de las consultas de salud mental y un porcentaje mucho mayor en las de atención primaria.

Los jóvenes son los que más confían en que la medicina resuelva su malestar
Muchos pacientes no presentan un trastorno diagnosticable

Inquietud o malestar son las quejas más frecuentes. En realidad, no son pacientes psiquiátricos. No necesitan la atención de un especialista en salud mental. Las etiquetas que se les ponen son conocidas: síndrome posvacacional, astenia primaveral, estrés, conflictos de pareja o laborales, etcétera. Se presentan con síntomas físicos y no cumplen los requisitos de trastornos mentales definidos. "Cualquier situación de la vida diaria está medicalizándose. Sanitarizamos el estrés, las alteraciones físicas, los problemas domésticos", advierte José Ángel Arbesu, coordinador de Salud Mental de la Sociedad Española de Medicina General (Semergen).

Según uno de los pocos estudios que ha analizado este problema en España, coordinado por el psiquiatra Alberto Ortiz Lobo, de las más de 1.000 personas que acudieron a un centro de salud mental durante un año, casi un 25% no reunía criterios para ser diagnosticados de un trastorno mental. De acuerdo con las conclusiones del trabajo, parece que hay "una cantidad excesiva de pacientes que no presentan trastorno mental diagnosticable y que son remitidos a centros de salud mental".

Lo cierto es que hay problemas psiquiátricos que cuando se hicieron las clasificaciones no se catalogaron como tales, y en las nuevas revisiones tienden a incluirse. Según el psiquiatra Enrique Baca García, de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, son los valores de la sociedad los que han evolucionado y, por tanto, circunstancias que antes no se veían como patológicas pueden serlo hoy día.

Para este psiquiatra es crucial tener en cuenta que "no es un problema mental cualquier cosa que nos pasa en la vida". Pero también avisa de que con la salud mental "hay que tener mucho cuidado". Por ejemplo, hay duelos complejos que, si no se resuelven, pueden convertirse en patológicos. Por ello, recomienda acudir al especialista en salud mental si se encuentra mal y que él decida si hay que tratar.

Pero la sensación es que, como dice Arbesu, se trata de entidades que no se pueden diagnosticar. "Es un no diagnóstico", revela la psiquiatra Eudoxia Gay, del hospital Reina Sofía de Córdoba. Para Arbesu, se trata de soledad, falta de comunicación. "Es como si los problemas de la vida diaria llegaran a los servicios sanitarios". Actuamos como si existiera un remedio, una pastilla, "para casi todo", sostiene Enric Aragonés, del Grupo de Trabajo de Salud Mental de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc). Algo seguro, rápido y eficaz, y sin embargo "no somos capaces de un simple cambio en nuestro estilo de vida", añade.

Aragonés cree que nos hemos creado unas expectativas desmesuradas sobre la ciencia, sobre la medicina, y hemos convertido a la sanidad en un bien de la sociedad de consumo. Esta situación, añade Eudoxia Gay, es fiel reflejo del estilo de vida de Europa y EE UU marcado por "la solución inmediata" de los conflictos y una negación a "enfrentarse" a los problemas de la vida. Los conflictos, explica, como las rupturas de pareja o los duelos, no se dejan evolucionar de forma natural.

Además, advierte Arbesu, no todo puede estar bajo control. "Muchas veces hay que vivir situaciones fuera de control y hacerlas frente con el diálogo, con mecanismos de afrontamiento, etcétera".

Hay personas que tienen un perfil de vulnerabilidad que hace que ante cualquier problema se hundan. Por eso, asegura Enric Aragonés, es importante reforzar los mecanismos antiestrés. La paradoja, afirma Aragonés, es que son los más jóvenes los que más demandan estos servicios, independientemente de su nivel de formación. Son, dice, los que tienen más "expectativas puestas en que la medicina podrá solucionar sus problemas". Eudoxia Gay habla de la "intolerancia a la frustración" de algunas mujeres jóvenes con un nivel de vida aceptable, y Arbesu de personas con baja autoestima, más insatisfechos ante la vida, críticos e incluso masoquistas. Con una característica común: son frecuentadores de las consultas de primaria. "Por eso debemos ser asertivos, para no facilitar la cronificación y saber orientar. Lo que ocurre es que cuando se tienen 30 o 35 años es difícil mejorar la capacidad de afrontamiento".

Una paciente en la sala de espera del centro de salud de San Martín de Vitoria (Álava).
Una paciente en la sala de espera del centro de salud de San Martín de Vitoria (Álava).PRADIP J. PHANSE

Media población para atender a la otra mitad

La medicalización de los problemas de la vida cotidiana, o simplemente de la desgracia, podría conducirnos a un mundo en el que prácticamente la mitad de la población tendría que atender, por turnos sucesivos, a la otra mitad. El colapso de los servicios de salud mental sería inevitable. Aragonés considera que, de alguna manera, está situación "nos ha cogido a todos poco preparados".Este escenario también pone en duda el funcionamiento de los filtros de atención primaria, aunque, como apunta Eudoxia Gay, "el médico de cabecera está perfectamente preparado para distinguir entre un conflicto emocional y un trastorno, pero como se tolera mal el sufrimiento, se medicaliza porque parece que todo tipo de dolor tiene un nombre y un tratamiento". De la misma opinión es Arbesu: "El médico de primaria debe saber y poder escuchar al usuario con empatía y aconsejar, facilitar el desarrollo de mecanismos para afrontar los problemas".Enrique Baca cree que es mejor recibir a los pacientes y decidir si tienen o no un trastorno mental. "No hay que demonizar al paciente", afirma.Pero lo cierto es que se abusa de los psicofármacos y de la psicoterapia, sostiene Gay. "Muchas de las personas diagnosticadas de código Z acaban recibiendo tratamiento, pero los conflictos no precisan terapia en la mayoría de los casos. Y no necesitan tratamiento, sino apoyo humano, redes sociales, amigos...".Una de las curiosidades que se están empezando a encontrar los especialistas en salud mental infantil es la creciente demanda de atención por cuestiones que tienen que ver más con el propio desarrollo que con trastornos mentales. Problemas de comunicación padre-hijo, de celos entre hermanos, de educación sexual... parecen haberse convertido en trastornos mentales y necesitar tratamiento. Cree José Ángel Arbesu que los actuales sistemas de educación crean cada vez personas más protegidas y no preparados ante la vida, y "la vida no es fácil".Dice la psiquiatra Eudoxia Gay que lo que ha pasado es que el mundo se ha transformado y que el ser humano no ha seguido el mismo ritmo. Nos enfrentamos a situaciones nuevas, como los videojuegos, a otras formas de relacionarnos, y creemos que no son normales, que son patológicas. Estamos medicalizando situaciones normales en los niños, aunque éstos sufran. En su opinión, la situación es un reflejo de "cómo nos relacionamos con el mundo, con el dolor y entre nosotros mismos".

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