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Reportaje:

Todos más altos pero ellos más gordos

La talla media sube 3,5 centímetros desde 1987 y los jóvenes ganan peso mientras las chicas lo pierden

Milagros Pérez Oliva

La talla de la población española sigue creciendo: 3,5 centímetros desde 1987. Aumentan en altura y en la misma proporción tanto los chicos como las chicas, pero ellos aumentan también en peso mientras ellas se mantienen en el de hace dos décadas, lo cual significa que, al ser ahora más altas, son más estilizadas. Éste es el principal hallazgo de un laborioso estudio realizado en el Hospital Materno-Infantil de Vall d'Hebrón en Barcelona, dirigido por el catedrático y jefe del servicio de Pediatría, Antonio Carrascosa.

El estudio, que se publica en el número del 9 de octubre de la revista Medicina Clínica, ha incluido a 8.649 niños, adolescentes y jóvenes adultos, de clase media, de Barcelona, y sus resultados se comparan con otros estudios previos realizados entre 1985 y 1987 por Maria Lluísa de la Puente a partir de una muestra representativa de toda la población catalana. Desde 1987, la talla media ha aumentado 3,5 centímetros, una cifra considerable aunque no tan espectacular como la registrada entre 1969 y 1987, que fue de 5,4 centímetros en los varones y de 7,2 centímetros en las mujeres. Aquel acelerón, sin embargo, no era del todo representativo de la población general, ya que la muestra disponible de 1969 correspondía a niños y jóvenes del centro de acogida de los Hogares Mundet, y por lo tanto tenía un sesgo social importante.

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En todo caso, el estudio de Vall d'Hebron indica que la población española sigue creciendo a muy buen ritmo. ¿A qué se debe? "A que mejoran las condiciones de salud de la población", responde Antonio Carrascosa. "El crecimiento es la expresión fenotípica de una potencialidad genética inherente a cada persona que se regula también por factores ambientales, básicamente la nutrición y el estado de salud". Es decir, que los niños crecen más porque están más sanos y comen mejor.

Pero si el crecimiento es la expresión de una potencialidad genética, ¿hasta dónde podemos llegar? ¿Llegaremos a ser tan altos como los nórdicos? ¿Siguen aumentando de talla ellos también? ¿Existen límites biológicos a ese crecimiento? "Estudios realizados recientemente en Holanda indican que ellos también siguen creciendo. Y desde luego no hay datos que indiquen si existe o no un límite biológico", señala Carrascosa.

Es previsible, pues, que, si siguen mejorando las condiciones nutricionales y de salud, se mantenga lo que los expertos denominan "aceleración secular de la talla". Pero el estudio de Vall d'Hebron muestra también una conclusión inquietante por lo que se refiere a los adolescentes y jóvenes de 14 a 24 años. Además de la talla, se ha medido la masa corporal y ahí las conclusiones no son tan positivas, especialmente para los chicos. Hace tiempo que se observa un aumento de la obesidad en la población infantil, pero el estudio muestra que a partir de la adolescencia, no afecta del mismo modo a los chicos que a las chicas. Ellas controlan mejor el peso que sus compañeros.

Si desde 1987 la talla adulta ha aumentado 3,5 centímetros de media, lo lógico es que tanto los chicos como las chicas hayan aumentado también proporcionalmente su peso. Lo esperable era que pesaran entre dos y tres kilos más que los adolescentes de la misma edad del estudio anterior. Pero ahí es donde ha saltado la sorpresa: los varones pesan ahora un promedio de ocho kilos más que los de 1987, mientras que las chicas pesan más o menos lo mismo. Luego ellas no sólo no han engordado por el aumento de la talla, sino que relativamente han adelgazado. También se observa que las niñas de 14 años del grupo de las más obesas pesan 10 kilos más que el grupo de las más obesas de 18 a 24 años, lo cual indica que a partir de cierta edad, las jóvenes toman medidas para perder peso y lo consiguen.

¿Es por la presión social? En opinión de Laura Audí, del grupo de endocrinología pediátrica de Vall d'Hebrón, sí."Estos resultados reflejan los cambios en la nutrición, con una clara diferencia sexual: el sexo masculino incrementa su índice de masa corporal, mientras que el femenino lo disminuye, y eso significa que mientras los adolescentes varones siguen aumentando más de peso que de altura, las chicas restringen la ingesta de calorías a partir de los 12-14 años por la presión de la moda, y eso las lleva a una menor ganancia ponderal en la edad adulta".

Obviamente, esto tiene una lectura negativa: "Las adolescentes son más vulnerables a los trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia", dice Carrascosa. Pero también puede tener una lectura positiva: la presión cultural, canalizada de forma saludable, puede ayudar a combatir la obesidad. Siempre que la reducción de peso se consiga mediante la combinación de una alimentación equilibrada y actividad física. Existen datos que indican que hasta un 70% de los adolescentes obesos serán obesos en la edad adulta si no cambian de hábitos.

En el estudio sólo se han incluido jóvenes sanos. No se han contemplado ni las grandes obesidades ni las anorexias. Si las chicas han logrado reducir sobrepeso, los chicos también podrían, pero no se lo plantean. "La lectura positiva es que la preocupación por la imagen corporal lleva a las chicas a defenderse mejor de la tendencia a la obesidad". Se trata de canalizar esta preocupación social con un enfoque diferente: hay que perder peso, pero por métodos saludables y no sólo para estar más guapos, sino para proteger mejor la salud. Porque el cuerpo, si se le abandona, va a seguir aumentando de volumen. "Las mejoras nutricionales se reflejan en el aumento de la talla, pero la mala calidad nutricional y la tendencia al sedentarismo están teniendo efectos muy negativos. El problema es que ahora los niños consumen demasiadas calorías y están demasiadas horas ante el televisor o el ordenador", explica Antonio Carrascosa.

La especie humana ha vivido siempre, recuerda, en precariedad nutricional. "Toda nuestra maquinaria genética está adaptada para sobrevivir en condiciones de penuria. Y no sólo porque en la mayor parte de la historia la mayor parte de la población ha tenido problemas de escasez alimentaria, sino porque incluso en el siglo XX, con dos guerras mundiales, los que han sobrevivido son los que han tenido mejor capacidad de adaptarse a las restricciones nutricionales. Los campos de concentración son un buen ejemplo de ello. Tenemos lo que se llama un genotipo ahorrador. Pero en las dos últimas generaciones nadamos en la abundancia nutricional, y no estamos genéticamente adaptados a ella".

Pubertad cada vez más temprana

Otra conclusión del estudio de Vall d'Hebrón es que la pubertad comienza ahora un promedio de un año antes que en los ochenta. La edad media se sitúa ahora entre los 10 y los 11 años en las niñas, y entre los 12 y 13 en los niños.

La pubertad dura unos cuatro años en ambos sexos, y en las niñas la menstruación suele llegar entre el segundo y tercer año de pubertad. Contra lo que se cree, la talla de la edad adulta no está influida por la edad de inicio de la pubertad, ni en las niñas ni en los niños. Y también es falso que las niñas dejen de crecer en cuanto les llega la regla. De hecho, pueden crecer de cinco a siete centímetros más.

Pero si la pubertad no influye y tampoco la edad de la regla, ¿a qué se debe que los chicos sean más altos, en general, que las chicas? A que crecen durante más tiempo. En los chicos, por razones de herencia genética, el crecimiento global, desde el nacimiento hasta que se deja de crecer, dura como promedio dos años más que en las chicas.

Las diferencias aumentan con el tiempo. Al nacer, los niños miden un promedio de 0,65 centímetros más que las niñas. A los tres años, la diferencia es de 1,83. Al inicio de la pubertad, la diferencia es corta (1,67 centímetros a los 10 años), pero a partir de ese momento se dispara y en la edad adulta llega a los 13,73 centímetros de media. Lo mismo ocurre con el peso medio: de una diferencia de 90 gramos al nacer se pasa a 1.400 gramos a los tres años, 1.790 a los diez y 16.900 en la edad adulta.

El estudio dirigido por Carrascosa confirma las tendencias observadas en estudios anteriores (De la Puente, Cataluña, 1987; Hernández, 1978-1980. Ferrández, Zaragoza, 2003; estudio enKid, Galicia/Madrid, 2002), y refuerza la necesidad de actualizar las curvas de crecimiento para la población española cada 15 o 20 años.

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