_
_
_
_
_
Crítica:EL LIBRO DE LA SEMANA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Amor y muerte en Lobo Antunes

António Lobo Antunes -quizá el artista más importante y original con que cuenta hoy la novela en el mundo, reciente premio de la Unión Latina y Jerusalén 2005- persiste y firma de nuevo su último libro, el decimoséptimo o decimoctavo según creo, imperturbable a todos los cambios que se suceden a su alrededor, enfrascado hasta la exasperación en una escritura que le "abduce" (no encuentro otra palabra) por entero.

António Lobo Antunes (Lisboa, 1942) es un escritor muy complejo, de acceso difícil pero que fascina a sus lectores cuando lo son de verdad, pues suelen resultar arrebatados por el poderío de su escritura, que les arrastra más allá de su comprensión lógica "normal". Una escritura "poética", que llega de un previo enamorado de la poesía, que la escribió en su juventud pero que luego destruyó por completo; pero este fundamento en lo poético es lo que preside siempre toda su narrativa. Al mismo tiempo, su experiencia africana -fue médico militar durante casi tres años en la guerra de Angola, una de sus grandes experiencias vitales, que surge en varias de sus novelas- le hizo sentir un nuevo concepto del tiempo: en África advirtió la simultaneidad del tiempo (pues el pasado sólo vive en el presente y el futuro se desconoce) que en sus libros se entrecruza con la multiplicidad de los escenarios, de las voces y los personajes, lo que convierte su prosa en algo muy complejo para quien desee leer unas novelas "al uso", con argumentos seguidos en su cronología y transcurso narrativo, según es lo habitual en el mercado de nuestro consumo literario.

YO HE DE AMAR UNA PIEDRA

António Lobo Antunes

Traducción de Mario Merlino

Mondadori. Barcelona, 2005

560 páginas. 24,50 euros

Bien, su discurso es en el fondo "poético" y practica el simultaneísmo continuo de tiempos, voces y escenarios, por lo que el lector piensa que existe un discurso intelectual que todo lo nutre y sustenta por debajo, como si lo ensayístico se filtrase asimismo en lo narrativo. Ahí es nada, poesía, ensayo y narración son los tres pilares que sustentan a la vez esta obra singular, sin que podamos separarlos del texto de la trama. De ahí que sus libros tengan que ser leídos con la máxima atención, y no perderse detalle alguno, incluido los de los "paratextos" que le acompañan, pues todos quieren decir algo. Un ejemplo: al empezar este nuevo libro hay una dedicatoria digamos "negativa" que se afirma en su ausencia: "En esta página había una dedicatoria a mis padres. Todavía está". Con ello se manifiesta uno de los vectores principales de la novela, que lo forman las difíciles relaciones (poco entrañables, nada cariñosas, pero siempre intachables) del autor con sus propios padres, con los que siempre hubo una falta de comunicación, repleta de reticencias (pues declaraban al final que no le leían, o no le entendían) pero siempre tan irreprochables que su ausencia futura no las interrumpirá jamás.

Como en el título se dice tam-

bién que el narrador (el poeta que nos habla, a cuyo través nos hablan los demás, las voces a su vez narradoras que surgen en cada situación o escenario, buscándose a sí mismas a través de ellas -y ellos-) "tiene que amar una piedra" (verso de un antiguo cancionero portugués) que concluye: "Besar tu corazón". Con lo que tenemos un segundo vector para entender la novela, pues se trata, como casi siempre en este escritor, de una historia de amor implacable, y que tal vez termine en la muerte. Es otro elemento autobiográfico en esta novela (pues los detalles autobiográficos abundan en sus últimas novelas, mucho más que en las primeras, que suelen ser más "objetivas", si pueden llamarse así, aunque elementos de su propia experiencia abunden en todas ellas desde el principio, aquella Memoria de elefante -1979- que era la suya propia) y que no es otro que la evocación de su amor con su primera mujer y madre de sus dos hijas mayores, con la que se casó muy joven, compartió los primeros secretos y aventuras de la juventud, del sexo a la aventura africana, y de la que se separó inopinadamente después de la primera revolución "de los claveles" (de la que estuvo cerca, aun sin participar) con el estallido de libertades que Portugal conoció entonces. El matrimonio se separó, aunque se siguió llevando bien, pero después su esposa cayó gravemente enferma de un cáncer fatal que su marido, médico siempre, acompañó en su domicilio familiar al que regresó inmediatamente. Con esta segunda línea narrativa -la del amor destruido por la muerte- se completa la historia de la incomunicación paternofilial inicial, pero aún falta la historia central, surgida de la enfermedad mental de una paciente ya madura (de la que se dice reiteradamente que su edad ha puesto de acuerdo sus años y su cuerpo) y a la que trató en su ejercicio de la medicina.

Para ordenar este caos aparen-

te, Lobo Antunes divide el libro en cuatro partes que facilitan su acceso a los lectores apresurados, aunque después, en cada una de estas partes, haya sus debidas correspondencias (o interferencias). La primera, titulada Las fotografías, se basa en imágenes de su propia existencia, que empieza con una foto con su madre tomada a sus dos años -como digo, éste es un libro claramente autobiográfico- que luego se complican y desgranan su vida a lo largo de diez fotografías más. Pero luego vienen "las consultas" (cinco) y "las visitas" (tres) que se refieren a las sesiones médicas sobre la enferma encontrada en el hospital lisboeta donde trató a la citada paciente, primero como profesional y después prolongando su trabajo sobre un tema cuyo personaje le fascinó. Por último, siete "relatos" completan la historia de este libro en el fondo inagotable, basado en estos tres pilares incontestables -la relación con sus padres, el amor a la primera esposa perdida y la paciente inacabable que le obsesionó hasta un final que quizá tampoco llegará jamás-. Tres relaciones difíciles y en cierto modo imposibles, que se entrecruzan en el interior de esta existencia de un narrador inagotable, y que reaparece en ocasiones con su apelativo inicial (el "pimpollo" que crece) y hasta con su nombre propio o para cerrar un libro en verdad inagotable. ¿Es el mismo libro de siempre? Quizá, pero las historias se siguen encabalgando como siempre, tropezaremos con la misma piedra en la que se convierten los sucesivos rostros ciegos de unos amantes -y la imagen de Magritte de la portada que los muestra ciegos es perfecta- que están condenados a no verse, a convertirse en la piedra que tienen que besar en medio de la autodestrucción y frente a la muerte, porque se trata de una historia condenada a repetirse hasta el final, pues ésa es su esperanza en medio de la tragedia de la vida, contra la que hay que luchar siempre, ésa es su última esperanza con la que nunca terminamos y menos mal, para seguir amando la piedra y besando el corazón, ánimo.

António Lobo Antunes.
António Lobo Antunes.RICARDO GUTIÉRREZ

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_