_
_
_
_
_
Entrevista:Rafael y Daniel Canogar | ARCO GLOBAL

'Arco no es el sitio más adecuado para exponer el arte '

Rafael y Daniel Canogar, padre e hijo, dos generaciones y dos miradas distintas sobre el arte español. Rafael, toledano de 66 años, fue una de las figuras clave del grupo El Paso, que en los años cincuenta, los de la autarquía y el nacionalcatolicismo, apostó por una vibrante renovación de la pintura y por la apertura a la escena internacional y las tendencias de vanguardia que mantenían intacto su poder transgresor. Hoy esa apertura está plenamente conseguida y de ella es un excelente representante su hijo Daniel, madrileño de 37 años, con una sólida formación universitaria en América y autor de trabajos teóricos entre los que se destaca Ciudades imaginarias, dedicado al análisis de las ferias industriales del siglo XIX. En su propia práctica artística, Daniel se inclina por el uso de la fotografía y las instalaciones y en general por los nuevos medios, por contraste con su padre, quien durante los 50 años transcurridos desde su primera exposición en Madrid, se ha mantenido fiel a la pintura en la que se inició de la mano de Daniel Vázquez Díaz.

'El arte tiene que ser crítico y confrontar los modos establecidos de ver y de pensar'
'Sentimos un verdadero horror por la televisión basura y lamentamos que no haya una voz que diga ¡basta!'

PREGUNTA. La pintura ha muerto, ¿vivan los nuevos medios?

RAFAEL CANOGAR. Evidentemente no. He vivido ya dos veces por lo menos esta muerte anunciada. La pintura que aparentemente es un cansado oficio siempre encuentra cómo renovarse y demostrar su vitalidad. Esto ocurrió en los ochenta y seguramente ocurrirá dentro de muy poco dado el cansancio que ya se advierte por el uso y el abuso de los nuevos medios. Las soluciones que entonces encuentre la pintura probablemente tendrán que ver mucho con las que ha encontrado antes, pero el pensamiento, la ideología, serán otras.

DANIEL CANOGAR. Yo creo que es un error en el estado actual del arte contemporáneo, cuando hay una enorme hibridez de medios, el seguir hablando de géneros, de la pintura, de la escultura o de la fotografía. Lo que sí creo que ha cambiado y que es más interesante es la forma de ver la obra de arte. El desarrollo de un discurso mucho más elaborado y una mirada más estructurada, cambios que han afectado tanto a la pintura como a los nuevos medios. Creo que esta nueva mirada, este acercamiento más intelectual, ha sido una de las conquistas más positivas del desarrollo del arte contemporáneo.

P. Rafael, tu generación atribuyó un gran papel a las ideologías. ¿No crees que las ideologías ya no tienen ningún papel en una situación como la actual del todo vale?

R. C. Efectivamente, vivimos un momento de gran confusión que afecta al arte y a sus posibilidades críticas, pero aún así siguen existiendo posiciones más renovadoras que otras. Al fin y al cabo, al amparo de esta situación del todo vale hay posiciones muy académicas que se aceptan como arte actual, a veces, con mucha más atención de los medios y de la crítica porque es más fácil asimilarlas, aunque de hecho lo que están haciendo es ofrecer soluciones muy trilladas. Yo sigo defendiendo en el arte una posición más investigadora y de riesgo.

D. C. Las problemáticas de la época actual son muy globales y por lo mismo es muy difícil captarlas y enunciarlas. Por eso la situación que vive el creador actualmente es especialmente compleja, creo que el referente simbólico que ha utilizado a lo largo del siglo XX ha quedado desbancado, y ahora mismo estamos escribiendo las metáforas que simbolicen esta nueva realidad y, claro, en un momento como este de transición hay una doble confusión, y hasta ese todo vale al que te refieres. En esa confusión, sin embargo, está la semilla de la creación futura.

P. ¿Es posible mantener la actitud crítica de las vanguardias históricas en la situación actual?

R. C. El arte tiene que seguir siendo crítico y confrontar los modos establecidos de ver y de pensar, abriéndose a la creación de nuevas imágenes. En definitiva, debe mantener la distancia crítica aunque de otra forma, no con una crítica social y política como la de antes, sino con una crítica a ese mercado que parece que de alguna forma está imponiendo hasta los modelos de creación.

D. C. Es difícil separar la creación de lo que es el resto de las dinámicas que están ocurriendo en la sociedad. Y aun así creo que hay cosas absolutamente criticables, de hecho mi padre y yo sentimos un verdadero horror por la televisión basura y lamentamos que entre los intelectuales y los artistas no haya una voz lo suficientemente fuerte para decir ¡basta!, ésta es una programación que se está financiando con dinero público, que es extremadamente dañina, yo casi diría que es psicótica, peligrosa, y extremadamente denunciable. Mi generación ha vivido la caída de las ideologías de izquierda que han dejado un enorme vacío, que incrementa todavía más la dificultad de responder a las problemáticas actuales, por el carácter efímero, abstracto, invisible de las mismas. Creo que lo que dificulta atacar algo es su invisibilidad y más si esa invisibilidad esta combinada con la omnipresencia. Al mismo tiempo se dan movimientos como los de protesta contra la globalización que aunque no tienen mucho que ver con el arte son una fuente de cuestionamientos de la realidad que puede ser importante para los artistas.

R. C. El arte hay que mirarlo hoy en el ámbito planetario y en ese ámbito se descubre que el arte en Cuba, por ejemplo, está desarrollando actitudes críticas muy interesantes, porque cuando artistas como Kcho hacen sus instalaciones con barcas y con desechos, indudablemente están hablando de una situación. Y ahora mismo en España yo estoy haciendo una serie de obras con cristales rotos que me han venido como una reacción de repulsa a los actos terroristas.

P. ¿No creen que los artistas de hoy, a diferencia de los de los años sesenta y setenta, en vez de criticar el mercado hacen todos los esfuerzos a su alcance para entrar en él?

D. C. Me parece que muchas de las críticas que en el medio artístico se hacen del mercado del arte tienen mucho que ver con una cierta ideología romántica, que considera al artista como un ser privilegiado y apartado de la realidad social y económica en la que vive. Esto hace parte de esa mitología del artista que contrasta con mi postura y con la de otros artistas de mi generación, cada vez más interesados en el mercado del arte. Yo no quiero ser utilizado por el mercado del arte, yo quiero ser mucho más consciente de las dinámicas, de los hilos que están tirándose y aflojándose en el sector en el que soy un participe muy activo, ofreciendo productos que no necesariamente son objetos artísticos. Quiero ser muy consciente de la especulación que puede haber alrededor del mercado del arte y de unos procesos que hacen parte de la realidad económica de la sociedad.

R. C. El mercado tiene un poder de asimilación enorme de aquello que se le opone, como ocurrió con los artistas del land art, cuyas obras hechas en el desierto o en las montañas no parecían susceptibles de venderse, pero que terminaron siéndolo bajo la forma de fotografías firmadas por los artistas y vendidas como piezas únicas. Mi actitud ha sido la de mantener una distancia crítica, hasta el punto de que si un tipo de obra mía ha conseguido gran aceptación en el mismo, mi reacción inmediata ha sido romper con ella buscando otras formas de expresión. Y en algunas ocasiones incluso he roto con el marchante que llevaba esa obra. Son formas de mantener la independencia.

D. C. Lo más interesante que se está haciendo en el ámbito de la creación ocurre fuera del mercado, en las periferias, donde hay más energía, De hecho, el mercado tiene ahora una gran dificultad para meterle el diente a todo lo que tenga que ver con nuevos medios, un ámbito en el que, para empezar, la objetualidad de la obra de arte está completamente puesta en cuestión, planteando la enorme dificultad de comercializar una obra que para empezar no existe.

P. ¿Arco es el encuentro feliz del arte y el mercado?

D. C. Por el contrario, me produce verdadera angustia porque un evento que cada vez gira más alrededor de los galeristas y de los coleccionistas no me parece el sitio más adecuado para exponer el arte ni para permitir el diálogo íntimo que supone la obra de arte. Arco, como las otras ferias comerciales, asume las dinámicas ópticas, el bombardeo sensorial y las tácticas de seducción visual, que son inherentes a la sociedad del espectáculo.

R. C. Yo siempre salgo muy cansado, porque en Arco hay demasiadas imágenes, demasiada gente y demasiado ruido. Prefiero la callada labor cotidiana de las galerías y los museos.

Daniel (izquierda) y Rafael Canogar, en el estudio de este último en Madrid.
Daniel (izquierda) y Rafael Canogar, en el estudio de este último en Madrid.MIGUEL GENER

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_