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Tribuna:La firma invitada | Laboratorio de ideas
Tribuna
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Desempleo y actividad emprendedora

A las puertas de la esperada recesión de 2009, acabar el ejercicio 2008 en España con más de tres millones de parados no resulta estimulante.

Todo indica, además, que vamos a ir a peor, aunque el presidente del Gobierno confíe en que en marzo va a producirse una pausa en la tendencia.

Las perspectivas de empleo de las grandes empresas son, por lo demás, pésimas, pues las constructoras e inmobiliarias pagan los desmesurados apalancamientos crediticios en que incurrieron en etapas de borrachera especulativa, y sectores como el automóvil, la motocicleta y su industria auxiliar encajan los resultados de las decisiones empresariales expansivas que adoptaron en los momentos en que la facilidad crediticia permitía que sus respectivas plantas trabajaran a pleno rendimiento para cubrir una demanda desbocada.

A las puertas de una recesión, acabar 2008 con más de tres millones de parados no es estimulante
Un bajo nivel educativo, la aversión al riesgo y trabas de todo tipo desalientan la creación de empresas

La construcción y el automóvil han tirado de muchos otros sectores que ahora sufren también en sus carnes el parón de la economía, que se ve agravado por la desconfianza de los operadores económicos respecto al futuro y por la desconfianza que se ha generalizado, y que hace que una parte de los consumidores no consuman y que el sector financiero no cubra más que limitadamente la insustituible función de suministrar a los inversores el ahorro generado por quienes ingresan más de lo que pueden gastar o invertir.

La España que atraía inmigrantes ve ahora cómo la Dirección General de Integración de Inmigrantes dicta resoluciones para subvencionar el retorno voluntario de personas inmigrantes a sus países de origen, lo cual hace caer, involuntariamente, el número de demandantes potenciales para el sector inmobiliario de viviendas nuevas y de segunda mano, rompiéndose así el círculo virtuoso de la inmigración, que en los últimos años había creado renta y había atraído nuevas capacidades laborales exteriores.

Pero no es sólo eso. Los capitales exteriores, que llegaban a España a través de créditos para ir financiando inversiones y consumo y para cubrir el enorme déficit de la balanza comercial y por cuenta corriente que hemos estado generando, han cesado o resultan cada vez más caros, a diferencia de la manera fácil con la que habían llegado a España en la etapa anterior.

A eso hay que añadir que algunas multinacionales que han invertido en España se quejan de las dificultades que encuentran para cerrar o reducir la actividad de sus plantas en España en esta época de crisis y empiezan a plantear que pocas van a ser las nuevas inversiones que vayan a aportar si un país como el nuestro, con la puerta abierta y una política de estímulo para atraer inversores extranjeros, no asume también que la salida debe ser todo lo fácil que exigen los actuales parámetros de competencia en la globalización.

Somos, pues, los residentes en este país los que vamos a tener que ponernos las pilas para ir creando empleo e ir así compensando la destrucción de puestos de trabajo que se está produciendo, y eso no es fácil en un momento de crisis mundial como el actual, en que los fondos europeos van a ir cesando como consecuencia de que ya no somos una de las cenicientas de Europa como cuando entramos en la Comunidad, en 1986, y en que los bajos tipos de interés de la zona euro han dejado de tener el efecto sobre-estimulante que tuvieron al integrarnos en la moneda única y convertirse en un parámetro normal para los operadores económicos.

Todos somos conscientes, además, de que un alto desempleo podría llevarnos a situaciones de inseguridad ciudadana más graves que las que se produjeron en el pasado, cuando habíamos llegado a tener incluso mayores niveles de paro que hoy. No debemos olvidar, al respecto, que las redes de protección social actuales no llegan a cubrir la función que en el pasado jugaron las redes familiares hoy desaparecidas y que son muchos los inmigrantes que no gozan en España de ninguna red familiar que les pueda dar protección.

En este contexto cobra singular relieve el estímulo a la actividad emprendedora, pues, como decía un libro sobre el particular presentado recientemente por la Fundación Rafael del Pino, los emprendedores son el fermento de una economía dinámica, innovadora y capaz de redistribuir rentas, y las empresas son el epicentro de la vida económica y de las políticas públicas y el principal agente de creación de empleo.

El problema que tenemos aquí para crear emprendedores es el bajo nivel educativo general, que no se resuelve en un día; la aversión al riesgo que se ha generado, y que deberíamos revisar cambiando paradigmas sociales hoy absurdos, y las trabas de todo tipo que desalientan a quienes hayan pensado en lanzarse a la creación de alguna empresa.

Resulta normal que en la España del siglo XXI las actividades estén hoy más reguladas que antes para protección de los consumidores, el medio ambiente o los intereses públicos, pero algo no debe andar bien al respecto cuando las Cámaras de Comercio, Industria y Navegación españolas se quejan abiertamente de las miles de disposiciones administrativas emanadas de las administraciones europea, central, autonómica y local que desalientan la creación de nuevas empresas y hacen difícil que se establezca una relación de confianza entre el sector privado y las administraciones públicas.

Ni las ventanillas únicas ni las oficinas de gestión empresarial que se han implantado han conseguido dar la vuelta a esta realidad, que viene acompañada por las decenas de complejos trámites administrativos que hay que llegar a superar para poner en marcha una empresa.

Allanar el camino a la actividad emprendedora es, probablemente, lo más fácil que las administraciones tienen en sus manos para mitigar el problema de paro que tenemos y del que está por venir.

Francesc Granell es catedrático de Organización Económica Internacional de la UB y miembro de la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras.

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