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Reportaje:LAS RELIGIONES A DEBATE

Contra Dios

Josep Ramoneda

En Estados Unidos y en Europa van apareciendo libros que intentan responder a lo que se ha llamado el retorno de las religiones. Tanto el poder religioso como el político viven serios problemas para adaptarse a esta contracción del espacio y aceleración del tiempo que llamamos globalización. La política tiene dificultades para responder a los problemas del cambio de escala de una economía globalizada y las religiones viven con incomodidad la competencia por el negocio de las almas al ver amenazados los monopolios territoriales del pasado. Como dice Georges Corm, "el recurso a lo religioso generalmente traduce una crisis de legitimidad del poder político" y, aunque no parezca tan evidente, "el poder religioso recurre al poder político con la esperanza de frenar su propia decadencia".

El papa Ratzinger en su discurso de Ratisbona subrayó la oportunidad que cierto vacío en el espacio político e ideológico ofrecía a las religiones. Las protagonistas del nuevo desembarco de la fe en la política secularizada son las tres religiones monoteístas de la tradición de Abraham. Como ocurre generalmente en los episodios de reconquista ideológica, la forma que ha tomado este retorno de lo religioso ha sido el fundamentalismo, tanto el cristiano como el islámico. Georges Corm, ex ministro de Economía del Líbano, analiza las causas de este revival religioso en unas sociedades que sienten el vértigo de los cambios. Corm retrata los procesos paralelos que han conducido al escenario actual. Desde los años setenta, una revolución intelectual conservadora ha tomado cuerpo en Occidente, con una relectura supuestamente desmitificadora de la Revolución Francesa y un intento de convertirla en origen y causa de los totalitarismos contemporáneos. La convergencia de este fenómeno con la creciente penetración fundamentalista -a menudo ayudada por Occidente- contra los regímenes laicos y nacionalistas árabes, con el conflicto palestino-israelí, como motor permanente, ha hecho que la batalla entre fundamentalismos condicione las pautas de la geopolítica. El conflicto de civilizaciones es su manifestación ideológica suprema, que oculta las realidades complejas de ambas partes, y condena a los liberales y demócratas de los países musulmanes. Occidente reconoce a los que les oprimen, aunque sea como enemigos, y les ningunea a ellos, que debían ser los aliados naturales.

Georges Corm denuncia un proceso de ocultación de algo decisivo en la historia de Europa: la guerra de las religiones. Y afirma que es ésta y no la Revolución Francesa el paradigma que se reproduce en los conflictos de religiones extendidos por el mundo. Contra ello, Corm aspira a un nuevo humanismo cosmopolita, que rompa con el carácter determinante que los discursos de la guerra del terror otorgan a la religión en la formación de identidades. Para Georges Corm la verdadera división no es entre civilizaciones sino entre "universalidad, razón y cosmopolitismo, según la concepción kantiana y optimista del devenir del hombre" y "narcisismo político cultural, deseo de mantener el orden establecido, estrictamente jerarquizado, dentro de las sociedades como en la esfera internacional, y culto nietzscheano del superhombre y el héroe".

Precisamente en defensa de

la razón y contra la mitificación religiosa son los otros dos libros objeto de este comentario: El espejismo de Dios, de Richard Dawkins, y The end of faith, de Sam Harris, todavía no traducido. Dawkins tiene una cátedra de conocimiento público de la ciencia en Oxford. Su libro es una respuesta racionalista militante contra el engaño de la fe, puesta bajo la advocación de una frase de Robert Pirsig: "Cuando una persona sufre espejismos (delusión, en inglés), eso se denomina locura. Cuando muchas personas sufren espejismos, se denomina Religión". El libro de Hawkins es, a la vez, una refutación de la hipótesis de Dios, una crítica de la función social de la religión y una defensa de las morales fundadas sobre el ateísmo.

El argumento de Dawkins es la improbabilidad de Dios. El intelecto humano se ha preguntado muchas veces por las apariencias de diseño del Universo, a partir de analogías con sus tareas de diseñador de los artefactos creados por él mismo. Pero la hipótesis del diseñador general plantea inmediatamente el problema de quién ha diseñado al diseñador. "Darwin y sus sucesores han demostrado cómo las criaturas vivientes, con su espectacular improbabilidad estadística y su apariencia de diseño, han evolucionado desde unos inicios simples mediante lentas y graduales etapas". O sea que si en alguna parte debería aparecer Dios es al final y no al principio del proceso evolutivo. Si el diseño en las criaturas vivientes es una ilusión, más lo es todavía la idea de Dios. Lo que sorprende del libro de Dawkins es la cantidad de energías que gasta en desmontar los clásicos argumentos sobre la existencia de Dios codificados por la teología católica. Pelear contra argumentos que sólo se sostienen bajo el parapeto de la fe es desviarse del objetivo del libro, que no son los funcionarios de Dios -clérigos y teólogos oficiales- autistas, por definición, a cualquier argumento racional, sino los creyentes abiertos y con ganas de quitarse de encima la carga que sus padres les colocaron cuando eran niños.

La imposibilidad de sostener la hipótesis de Dios no evita la pregunta sobre la religión: ¿sigue siendo útil? El argumento más común sobre su utilidad es "la afirmación religiosa de que, sin un Dios, la moral es relativa y arbitraria". La referencia es siempre el libro sagrado y Dawkins intenta demostrar la impostura de unos textos muy dudosos, que no resisten el análisis de su origen histórico. Dawkins recusa las cuatro aportaciones que se atribuyen a la religión: explicación, exhortación moral, consuelo e inspiración. Y señala lo más pernicioso de la religión: "La práctica de enseñar a los niños que la fe en sí misma es una virtud. La fe es un mal porque no requiere justificación y no tolera los argumentos. La fe puede ser muy peligrosa e implantarla deliberadamente en la vulnerablemente de un niño inocente es un error de extrema gravedad".

Para Sam Harris, filósofo por la Universidad de Stanford e investigador en el campo de la neurociencia, no hay ninguna duda del carácter nocivo de la fe. Contemplando el mapa contemporáneo de las guerras del mundo llega a la conclusión de que en casi todas ellas aparece el conflicto religioso. El peligro de la fe religiosa es que permite a las personas normales cultivar los frutos del mal y considerarlos sagrados. La religión, para Harris, sólo puede ser fruto de la ignorancia y conduce inevitablemente a la violencia. La moderación de las religiones es un mito más, en una especie que vive intoxicada por sus propios mitos. Harris analiza la crisis del 11-S y los problemas entre el Occidente cristiano y el islam, para concluir que "los únicos ángeles que necesitamos invocar son aquellos que representan lo mejor de nuestra naturaleza: razón, honestidad, amor" y "los únicos demonios que debemos temer son aquellos que están escondidos en cada mente humana: la ignorancia, el odio, la codicia y la fe, que es seguramente el príncipe de los demonios".

"El futuro del mundo", dice Sam Harris, "depende de que la religión tenga sus días contados". Dawkins quiere imaginarse un mundo sin religión. ¿Sin Dios viviríamos mejor? Seguramente, sí. Pero, dado que el ser humano actual está hecho de los mismos materiales que el que se inventó a los dioses, me temo que no tardaría mucho en inventarse algo igual o peor. Lo cual no es una declaración de resignación sino de exigencia crítica frente al discurso religioso, sus prácticas y sus sucedáneos.

La cuestión religiosa en el siglo XXI. Georges Corm. Traducción de Núria Petit Fontserè. Taurus. Madrid, 2007. 350 páginas. 21 euros. El espejismo de Dios. Richard Dawkins. Traducción de Reginna Hernández Weigand. Espasa. Madrid, 2007. 408 páginas. 23,90 euros. The end of Faith. Sam Harris. The Free Press. Londres, 2007. 256 páginas. 24,95 dólares.

En 2002, en Teherán, el presidente iraní Mohamed Jatamí (derecha) y el patriarca ecuménico Bartholomew
En 2002, en Teherán, el presidente iraní Mohamed Jatamí (derecha) y el patriarca ecuménico BartholomewAP

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