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Reportaje:NUEVAS ARMAS PARA LA NOVELA NEGRA

Historias trepidantes en clave criminal

Nunca como ahora se habían mezclado tantos géneros bajo la etiqueta de negra. Un librero de Barcelona, Paco Camarasa, de la Negra & Criminal, ha acuñado el término negro-criminal, pero la cosa va más allá de lo puramente negro o de lo policiaco. Las simples historias de investigación detectivesca están pasando a la historia, aunque seguro que también tienen partidarios. En cualquier caso, en este verano de 2007 hay un puñado de buenas novelas y sea cual sea la clasificación que quieran darle se perciben dos grandes líneas: las novelas duras, que exploran todos los aspectos de la violencia, de una violencia cercana y doméstica; y las historias, grandes o pequeñas, de lectura trepidante en clave negra.

Ingrid Noll crea adicción. Sus protagonistas, casi siempre mujeres, son amorales
Así vuela el cuervo es una novela de más de mil páginas en la que, con el transfondo de la guerra fría, se condena a un inocente por asesinato
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En medio de todos, un escritor fascinante, el irlandés John Connolly, que desde que publicó Todo lo que muere parece que está escribiendo siempre la misma historia o, mejor dicho, hay una continuidad temática absoluta en sus novelas, El poder de las tinieblas, Perfil asesino, El camino blanco y, ahora, El ángel negro, publicadas por Tusquets. Todas protagonizadas por el policía convertido en detective privado Charlie Parker, un hombre atormentado por el recuerdo de su esposa y de su hija asesinadas salvajemente. Ni siquiera su nueva familia impide que siga oyendo las voces del pasado y ese pasado es terrible, siempre vinculado a la religión, a sectas, al Más Allá tenebroso. Con personajes malvados y misteriosos, como el Reverendo Faulkner, antes, o el repugnante Brightwell, ahora, que parecen surgidos de otra vida. En El ángel caído, Connolly nos lleva del mundo de la prostitución y los chulos, de la desaparición y asesinato de jóvenes, a un monasterio cisterciense cerca de Praga, en el siglo XV, al osario de Sedlec, a la secta de los Creyentes. Una novela intensa, compleja, negra, histórica, religiosa.

En la línea dura, Walter Mosley es garantía. En su nueva entrega, Beso canela (Roca Editorial), encontramos de nuevo a su detective negro Easy Rawlins con una vida estable. Ha conseguido un trabajo fijo como jefe de conserjes de un instituto de Los Ángeles, ya posee licencia de detective y tiene una familia estupenda. Todo cambia cuando su hija cae gravemente enferma y necesita dinero. Está dispuesto a asaltar un furgón blindado o a lo que sea. Lo bueno de las novelas de Mosley es que siguen la evolución de una comunidad de negros desde su salida de Luisiana y Tejas, huyendo del racismo y la marginación, hasta California, donde siguen luchando por sus derechos. Ahora estamos en 1966.

A tener en cuenta también a otro estadounidense menos clásico, Harlan Coben, empeñado en destruir el sueño americano. En La promesa (RBA) hace casi una parodia: en una aparentemente idílica localidad cercana a Nueva York desaparecen dos muchachas en poco tiempo, las dos acaban de cumplir 18 años, las dos están embarazadas. Nadie sabe exactamente si se han fugado o las han secuestrado, pero los padres están muy nerviosos y todos van armados. Por si fuera poco, una ex estrella del baloncesto se siente obligado a intervenir en plan rescate apoyado por un amoral y multimillonario amigo.

El lío es fenómenal, casi cómico, pero en el fondo yace su habitual crítica al american way of life, a la competitividad para entrar en las universidades y al papel que representa el deporte en la universidad.

A la británica Susan Hill la comparan con P. D. James. Su policía, Simon Serrailler recuerda al comandante Dalgliesh de James. Si éste escribe poesía, Serraillier dibuja y expone. También como a James, le gusta explorar la muerte y la violencia afecta a las personas. En El peligro de la oscuridad (Edhasa), tercera novela de la serie de Serrailler, el policía se obsesiona con los repetidos secuestros de niños.

Cinco historias fabulosas.

En la parte más ecléctica tenemos cinco gozosas lecturas. Novelas muy diferentes, todas con sus elementos de suspense, pero que trascienden el género negro y, casualidad, las cinco han sido escritas por mujeres. La gran sorpresa es Así vuela el cuervo (Lumen), de la canadiense Ann Marie MacDonald. Es un novelón de más de mil páginas, de estructura compleja y argumento muy bien trabado, que engancha. Desde la primera página sabemos que se ha cometido un asesinato, pero hasta la 452 no nos enteramos de que una niña, Claire, un día no volvió a casa.

Todo empieza en 1962 cuando la familia McCarthy regresa a Canadá. Jack, el padre, es militar y ha sido destinado a una base. Mimi, la madre, es encantadora y los hijos, Mike y Madeleine, estupendos. La novela se desarrolla a diversos ritmos, primero, muy despacio, luego, a mayor velocidad, a menudo, a través de los ojos de Madeleine. La imagen de familia feliz se va desvaneciendo. El profesor abusa de las niñas, entre ellas, Claire y Madeleine, que no se atreven a decirlo. Jack recibe el encargo de cuidar de un científico nazi que interesa a los políticos por sus conocimientos de física nuclear. En realidad, es un criminal y torturador nazi y se convierte en el gran secreto de Jack. La sombra de la II Guerra Mundial se percibe aún ominosa y ya estamos en la guerra fría. La crisis de bahía Cochinos enrarece el ambiente de la base.

La violación y asesinato de Claire trastoca por completo la vida todos. Un joven de 15 años es detenido, juzgado y condenado a muerte. Es inocente. Jack lo sabía, pero no podía hablar porque estaba protegiendo a un nazi. Este silencio pesará sobre su vida y la de su familia para siempre. Así vuela el cuervo es la crónica de un desmoronamiento, pero también la de una resurrección.

También se devoran los libros de la alemana nacida en Shanghai Ingrid Noll. Es la autora/autor que más se parece a Patricia Highsmith, sólo que en vez de tener un personaje amoral como el fantástico Tom Ripley ha creado deliciosas mujeres amorales. Como Highsmith, Noll parte de hechos a cotidianos para convertirlos en sombras amenazadoras. En todas sus novelas se vive la sensación de peligro inminente. En Como una dama (Circe), dos amigas viudas, de 70 años, deciden vivir juntas. Lore es elegante, intelectual, tiene dinero, resulta fría. Anneliese es gordita, simpática, le encanta cocinar, comer y la jardinería. Sabe muy bien cómo combinar hierbas. Así se cargó a su marido y está dispuesta a utilizarla siempre que sea necesario. La convivencia apacible de las septuagenarias cambia cuando ambas se interesan por el mismo hombre. Los celos, los defectos de cada una, las intrigas, todo sale a la luz. Noll, una escritora que crea adicción, aprovecha esta peripecia para reflexionar sobre la invisibilidad de las mujeres mayores.

Las historias de la francesa Fred Vargas también son adictivas, aunque en sus novelas son casi más interesantes los personajes que las tramas. En Sin hogar, ni lugar (Siruela) reencontramos a Louis Kehlweiler, también conocido como el Alemán, y a sus amigos, la ex prostituta Marthe, y a los cuatro tipos que viven en un viejo caserón: Marc Vandoosler, medievalista que tras 12 años de desempleo trabaja como profesional de la limpieza doméstica; Vandoosler el Viejo, su tío, un ex policía; Lucien Devernois, especializado en la I Guerra Mundial, y Mathias Delamare, que es prehistoriador. Todos corren cuando Marthe pide ayuda para un protegido suyo no muy espabilado acusado de haber matado a dos mujeres.

El cuento número trece (Lumen), de la británica Diane Setterfield, y La pared vacía (Lumen), de la estadounidense Elisabetth Sanxay Holding (1889-1955), ya llevan meses en las librerías y varias ediciones, pero si no las han leído aún, háganlo, de verdad, valen la pena. La primera narra la vida de una escritora de éxito, Vida Winter, una historia de hermanas gemelas, de una niña fantasma y de una mujer muerta en un incendio 60 años antes. La pared vacía es la afortunada recuperación de Sanxay Holding, que cuenta cómo se trastoca la vida de una mujer de clase media cuando su hija adolescente se enamora de un gánster.

Como ven, hay donde elegir y más, pero si van a una librería encontrarán mucho más.

De izquierda a derecha y de arriba abajo, Walter Mosley , el irlandés John Connolly, la alemana Ingrid Noll y la canadiense Ann Marie MacDonald.
De izquierda a derecha y de arriba abajo, Walter Mosley , el irlandés John Connolly, la alemana Ingrid Noll y la canadiense Ann Marie MacDonald.

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