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Reportaje:IV CONGRESO DE LA LENGUA

Palenque, de la vergüenza al orgullo

San Basilio de Palenque. "Nu jablá asina nu" -no hable eso-, era el regaño que escuchaba de niño Bernardino Pérez, cada vez que decía algo en palenquero. Por esa época los mayores de este pequeño caserío, en el Caribe colombiano, a hora y media de Cartagena de Indias, no querían que se hablara la lengua inventada por sus antepasados. Pensaban que sólo el que manejaba bien el español progresaba "hacia fuera". "Si mi papá me la prohíbe ¿por qué la habla él?", se preguntaba entonces Bernardino.

Nace de la unión del español y la lengua de los esclavos rebeldes africanos
Los niños estudian historia afroamericana y los ancianos cuentan sus secretos medicinales y rezos en las aulas

Como Mopti-así es el nombre en lengua de este profesor y músico, de 37 años-, muchos de los 2.500 pobladores de San Basilio de Palenque crecieron con la presión de los padres que los obligaban a usar sólo el español. Llegaron a avergonzarse de sus costumbres. No resistieron las burlas por hablar un "mal español", ni las recriminaciones: "Si tú no hablas con juicio, no te escucho".

Era tan fuerte el sentimiento de vergüenza que en 1986 cuando tras estudiar en Cartagena volvió al pueblo la profesora Dorina Hernández y empezó a enseñar cultura y lengua palenquera sus alumnos se burlaron: "Eso no es para enseñar en la escuela".

Fue el primer paso de una campaña en defensa de lo propio que se enriqueció con la consulta de la memoria colectiva. Rescataron saberes y palabras de una lengua que, como todas las lenguas criollas, nació del encuentro de dos mundos. En este caso, la unión del español y las lenguas de la familia bantú, habladas por los esclavos rebeldes, cimarrones, que huyeron a comienzos del siglo XVII de Cartagena de Indias y de la crueldad de sus amos españoles que los trajeron desde África para los trabajos más duros en su nueva colonia. Al otro lado de un gran río y protegidos por los montes de María construyeron su aldea cercada por empalizadas; su palenque de negros libres. Vivieron tantos años aislados que conservaron su lengua y lo más vital de sus raíces africanas.

El palenquero es la única len

- gua criolla de base léxica española que se conserva en América. Es, aseguran los que saben, una joya. Nasaliza la l, la g y la b; la partícula ma antes del sustantivo marca el plural -ma moná quiere decir niños-; tiene unos pocos elementos portugueses como bo -tu-; usa la doble negación y no tiene conjunciones ni preposiciones. "Es una lengua simple, económica, pero representativa y significativa para nosotros", resume Rutsely Simarra, lingüista palenquera. Esta mujer de 29 años recalca con un orgullo dibujado en la mirada y en el gesto de la boca que tiene apellido de cimarrona: Simarra; escrito así, con s, porque en su lengua no se escribe la c, ni x, z, ll, ni v.

Hoy en el colegio Benkos Biojó -el guerrero negro fundador del palenque- niños y jóvenes llevan orgullosos sus nombres nativos: Kana, Sawadi, Sumbí, Namé, Wiwa... Aprenden historia afroamericana y lengua "para pensar como palenqueros". Los viejos van a las aulas y cuentan secretos de la medicina tradicional, que cura con rezos y plantas, y hablan de la justicia comunitaria que imparten ellos y que castiga con la censura. Los estudiantes aprenden también a distinguir los distintos tipos de rezos: para los difuntos, para que las tormentas "no traigan tanta furia", para espantar a las brujas...

En 2005, la Unesco declaró a San Basilio de Palenque "obra maestra del patrimonio intangible de la humanidad". Sólo allí, en este caserío de calles empolvadas, se despide a los muertos con el ritual del lumbalú y el sonido del tambor es sinónimo de libertad. Además, todos sus habitantes, desde niños, pertenecen a un kuagro, integrado por los que nacen en el barrio o en la cuadra en un lapso de cinco años. Así crecen y mueren en contacto con los de su generación. Mínimo una vez al año se reúnen. Si uno de sus miembros muere, los demás corren a acompañar a la familia, la apoyan económicamente...

Hasta no hace mucho sólo exis

tían el kuagro de arriba y el de abajo. Porque este pueblo, por el que pasean tranquilos los cerdos y los burros, está dividido simbólicamente en dos. Y hasta no hace mucho también en Semana Santa se citaban en la plaza los kuagros y medían sus fuerzas en reyertas de puños. "Eran pelas sin discusión en la que ninguno quedaba bravo con el otro", explica entre risas Encarnación, un médico tradicional de 56 años. Hace 20 aprendió en la escuela nocturna el español.

Es imposible traducir al español el elé elè chimbumbe.... de los cantos del lumbalú. Lo entonan las mujeres mayores, que tienen "el secreto para hacerlo". Son cantos espontáneos: "¡Ay!, ese hijo / que tanto quería / como así que se me fue...". A través de ellos y de las décimas -versos de rima complicada que recitan los hombres- mandan saludos a los que se fueron antes y piden protección a los difuntos.

El lumbalú es una expresión de tristeza colectiva a través de canto, baile y llanto... "Es un momento de contacto entre los que mueren, los que aún viven y los que la Mojana -personaje mítico- se llevó por hacer las cosas mal", resume Dorina. "Creen que los muertos no se van del Palenque. Que se quedan como en el aire", explica esta experta en etnoeducación.

A cada cual se le entierra escuchando su música. En este caserío, donde el sol del mediodía obliga a encerrarse en las casas, el que no toca el tambor, toca la marímbula (la marimba de caja), las maracas o el arco musical hecho con un bejuco y una cuerda que hacen sonar con la boca o con una vara.

El que en vida estuvo cerca del tambor, tendrá el sonido del pechiche, como se llama al tambor fúnebre en las nueve noches que dura el lumbalú. Es más alto y de boca más cerrada que el tambor alegre. Afirman que su sonido ayuda a que el alma salga del cuerpo y llegue más rápido al lugar de descanso.

En uno de los eventos alternos al IV Congreso Internacional de la Lengua Española, dentro del panel El español en convivencia con otras lenguas, Rutsely, quien siempre lleva un dibujo de trenzas en su cabeza -"me siento linda así, éste es mi peinado, el de mis ancestros"-, hará una invitación en su lengua: "Miní a kumbedsá lengua ri suto, minino a chittia pa uteré konosé lo ke suto ten". O lo que es lo mismo: "Vengan a conversar en nuestra lengua, vengan a hablar para que ustedes conozcan lo que nosotros tenemos". Lo dirá con esa manera especial de pronunciar las palabras, con gestos de manos y de boca, porque la lengua palenquera está amarrada a los gestos.

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