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Editorial:Editorial
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Quiebra de confianza

La forma en que se percibe una crisis económica es tan importante como determinar sus causas y medir sus daños. Por esa razón, la gestión política de una crisis requiere algo más que un diagnóstico certero y la aplicación de las medidas correctoras. Exige sobre todo capacidad política para transmitir confianza y seguridad; y eso sólo se consigue si el Gobierno o el ministro de turno hace el diagnóstico en el momento adecuado, da explicaciones convincentes sobre los problemas reales y, sea cual sea el tratamiento que requiere la coyuntura -en este caso, muy mala-, demuestra que sabe lo que hay que hacer para que la economía salga de la crisis en mejores condiciones de las que entró en ella. Si los empresarios consultados en el Barómetro de Empresas de Negocios rechazan mayoritariamente la actitud del Gobierno en esta crisis y casi todos a una auguran que el estancamiento se prolongará más de lo que creen el presidente y el vicepresidente, debe ser en gran parte porque este Gobierno ha vacilado en el diagnóstico y carece de convicción para explicar sus políticas.

La resistencia a reconocer que la economía española sufre algo más grave que una desaceleración circunstancial es sólo la manifestación más pintoresca de esta carencia. Si se observa con detenimiento el comportamiento oficial desde el verano de 2007, pueden observarse indicios claros de torpeza en el análisis de las dificultades económicas más palmarias. Cabe mencionar dos ejemplos en particular. Dejó pasar, sin un pestañeo siquiera, la escalada de precios de las materias primas alimenticias que dispararon la tasa de inflación entre agosto y octubre del año pasado, a sabiendas de que productos básicos como la leche y el pan dañaban a las rentas más bajas y la opinión pública le responsabilizaría de las carestías por su evidente inacción.

La segunda quiebra en la confianza ocurrió a finales de agosto, cuando los mercados mundiales ardían ya en el incendio de la crisis de las hipotecas basura y las autoridades financieras se devanaban los sesos para recuperar la confianza en los activos que sostienen la liquidez mundial. El Gobierno español tardó semanas en explicar la convulsión mundial a la opinión pública y cuando lo hizo fue para transmitir el mensaje equivocado. Aunque fuera cierto que la regulación de bancos y cajas en España garantizaba su solvencia, era evidente que la crisis financiera bloquearía la economía real y España no iba a librarse. Y en ésas estamos.

Dos pecados originales lastran la confianza de los agentes económicos en la gestión del Gobierno. Si además el presidente se empecina en invocar la desaceleración para no admitir la crisis, peor; y si cuando se emiten pronósticos sobre el fin de la crisis no se explica cómo se alcanzará el deseado final del túnel, pésimo. Para que qu

ede claro: el vicepresidente Solbes está en su derecho, si así lo cree, de anunciar que en 2010 la economía española recuperará crecimientos próximos al potencial; pero debe explicar cómo. ¿Se sustentarán sobre el crecimiento del sector exterior? ¿Sobre las ruinas del crash inmobiliario? ¿O sobre el mercado de servicios con una inflación descontrolada? Para recuperar credibilidad se puede empezar por explicaciones tan sencillas como ésa. -

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