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OPINIÓN | Desde el Pacífico
Columna
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Mi experiencia con Kindle 2

UTILIZO KINDLE desde 2007. En marzo compré la segunda versión de este reproductor electrónico de libros. Estoy fascinado con el aparato, aunque no impide las críticas.

Acabo de viajar con un libro de papel que llevaba de regalo para unos amigos. También bajé su versión para Kindle porque me interesaba, y me di cuenta de que leía sobre el Kindle a pesar de tener el libro en la maleta.

¿Qué quiere decir esto? El libro pesa cuatro veces más, así que mejor andar por la calle con Kindle. Pero, en el hotel, ¿por qué no usar la versión papel, la de mi infancia, la del olor? Porque no hay diferencia en la lectura. Me dejo llevar por el contenido, que resulta tan natural en uno como en otro medio. Terminé varios libros en Kindle, uno de más de 800 páginas, con el mismo placer que si lo hubiese leído en papel. El contraste de las letras es bueno. Si falta luz, basta con aumentar la letra para seguir leyendo. Como la pantalla no es luminosa puedes leer bajo el sol.

Tomar notas es posible a pesar del teclado. Me resulta particularmente útil la posibilidad de subrayar pasajes. Tardas lo mismo que con un lápiz. La enorme ventaja es que, al conectar el Kindle con la computadora, transfiero los pasajes seleccionados para usarlos después; pero tiene un defecto: si leo varios libros a la vez (el aparato almacena hasta 1.500), los pasajes vienen identificados en un único documento, de manera que hay que agrupar a los que corresponden a cada libro, un proceso engorroso. Otra limitación: no puedo organizar los libros para encontrarlos fácilmente (novelas, tecnología, historia), una debilidad del software imperdonable. También sería mejor con pantalla táctil y de color, pero no afecta a la lectura y supongo que llegará pronto.

Uno de los mayores aciertos de Kindle es la compra y descarga de libros de forma inalámbrica. Con mis datos registrados en Amazon, un solo clic basta. Es tan fácil que te puedes dejar llevar por el entusiasmo. No es grave si adquieres clásicos. Compré El Quijote, La Ilíada y La Odisea por menos de un dólar y toda la bibliografía de Charles Dickens y de Julio Verne por menos de cinco. Sin embargo, los best sellers, "oficialmente" a 9.99 dólares, salen más caros. Hay un movimiento de protesta de clientes que se niegan a pagar más de 10 dólares.

No me he suscrito a periódicos (15 dólares al mes, cuando se leen gratis en la web), pero compro la edición diaria del New York Times a 75 centavos, o sea menos que el papel. Espero con impaciencia (y sin ilusión) los micropagos porque sólo me interesa pagar por parte de lo que trae cada número.

No uso "text to speech" (texto hablado). Funciona con muchos títulos aunque los editores pueden bloquearla, pero prefiero leer. Tampoco navego, prefiero mi ordenador, ni escucho música, me quedo con el iPhone, cuya aplicación para Kindle me encanta. Sí estoy conectado a la red Whispersync, que registra el punto donde dejo mi lectura en el Kindle y cuando abro el libro sobre mi iPhone. Funciona perfecto en ambos sentidos.

La batería es muy generosa. Leo cada noche y algunas veces por la tarde y me dura más de dos semanas.

No pienso comprar la versión más grande concebida para libros de textos y periódicos, pero no me separo de mi Kindle 2, que me da acceso a 300.000 títulos de Amazon (casi todos en inglés por ahora), más PDF y los textos gratuitos del proyecto Gutenberg. Dicho esto, estoy convencido de que, con la salvedad de su catálogo de títulos, cualquier reproductor de libros electrónicos puede ser bueno.

Y que no protesten los editores. Sigo comprando libros en papel, leo más historias y textos, compro más libros (bastantes veces electrónicos) que antes. Apuesto a que dentro de 10 años muchos de quienes leen estas líneas hoy en un periódico de papel, habrán adoptado un lector de estos y se reirán pensando en su vieja incredulidad.

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