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Tribuna:Primer plano
Tribuna
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El final de la década prodigiosa

Las malas noticias se suceden, y con ellas proliferan los indicadores negativos de actividad. Y crece el temor de los ciudadanos, que se interrogan acerca de qué nos ha pasado, y hacia dónde se dirige nuestra economía. Una adecuada respuesta a estas preguntas exige situar las razones del frenazo en curso. Cuatro son los factores que lo explican.

En primer lugar, hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades, gastando más de lo que ingresábamos (desde un 3% del PIB en 2000 a cerca del 10% en 2007). Esos excesos son los que estamos purgando con el ajuste inmobiliario y la moderación del consumo. Además, la crisis financiera internacional, por un lado, y la del petróleo y otras primeras materias, por el otro, han reducido la renta disponible de las familias y han acentuado la desaceleración inicial. A esos tres choques hay que sumar el provocado por el excesivo hundimiento de la confianza. Ahí la brutalidad del debate electoral y los temores que se generaron aparecen como la chispa que ha provocado el incendio. Y, una vez comenzado, éste se retroalimenta: menor confianza, mayor deterioro inmobiliario, menor consumo, menor empleo, menor confianza y vuelta a empezar.

En el corto plazo, España dispone de capacidad suficiente para afrontar la desaceleración actual

No obstante, el país dispone hoy de activos inimaginables en el pasado. Uno de ellos es un sector público con uno de los endeudamientos más reducidos de Occidente (33% del PIB) y, por tanto, con una gran capacidad de actuación, a diferencia de 1992, cuando el déficit y la deuda se situaban en el 3% y el 55% del PIB, respectivamente. El euro, no obstante su apreciación, es otro factor de confianza y estabilidad en las actuales turbulencias financieras y energéticas. También la experiencia de 1992/1994 es ilustrativa: ¿dónde estaría la peseta hoy con un petróleo a 135 dólares/barril? Y ¿dónde los tipos de interés? Sin crisis energética, entonces la peseta fue devaluada varias veces y los tipos de interés del Banco de España se situaron en el entorno del 10% y los hipotecarios más allá del 15%. En tercer lugar, el empleo supera hoy los 20 millones, una cifra que contrasta con los escasamente 13 millones de 1992. Ese elevado volumen de empleo es garantía de continuidad en la demanda interna. Como lo es, finalmente, un crecimiento poblacional que es de los más elevados de Europa, y que refuerza el suelo sobre el que asentar la frenada del consumo.

A pesar de esas fortalezas, en el inmediato futuro ha de continuar el ajuste inmobiliario. Y, probablemente, deberá extenderse más allá de 2009, hasta recuperar un volumen de viviendas en el entorno de las 300.000/400.000, que es el que el país puede razonablemente absorber. Esta reconversión implica, también, reducir el peso del empleo en construcción a valores sostenibles en el medio plazo. Además, hay que esperar una elevación de la tasa de paro que, no obstante, no debería ser sustantiva, dado que dos terceras partes de los nuevos activos en los últimos años procedían de la inmigración. Así, parte del ajuste del mercado de trabajo se desplazará al exterior, en forma de menores entradas de inmigración. No obstante, los próximos ejercicios no vamos a contemplar aumentos relevantes de ocupación, por su inevitable destrucción en la construcción. Finalmente, un crecimiento del PIB en el entorno del 2% para 2008 y del 1,5%-1,6% para 2009, con un consumo a la baja y una demanda residencial todavía muy debilitada, aparecen hoy como el escenario más probable para los próximos trimestres.

En el corto plazo, España dispone de capacidad suficiente para afrontar la desaceleración actual, de forma que el ajuste inmobiliario y el resto de choques que sufrimos no nos conduzca a una recesión. No obstante, para más allá de 2010, hay que tomar conciencia que la década prodigiosa finalizó, y que el país debe ajustar su gasto a sus ingresos. Y dado que se necesitarán algunos años para que los hogares sitúen su nivel de deuda en valores razonables, se vislumbra, también, una nueva década menos expansiva. La fiesta del consumo, y la de la construcción residencial, finalmente terminó. Y los lemas básicos de ese nuevo futuro que nos aguarda serán productividad, competitividad, ahorro, inversión productiva y exportación. Cuanto antes lo comprendamos, mejor para todos.

Josep Oliver Alonso es catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona y director de estudios de Caixa Catalunya.

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