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Entrevista:Richard Armstrong | EN PORTADA | Entrevista

"Un museo actual tiene que ser una fábrica de ideas silenciosa"

Probablemente sea sólo casualidad, pero tanto Richard Armstrong, director del Museo y Fundación Solomon R. Guggenheim desde inicios de este año, como Thomas Krens, el polémico gestor que estuvo al frente de esa institución durante dos décadas, son hombres con una fuerte presencia física, inquietantemente altos, y con brillante capacidad dialéctica. Armstrong tiene 59 años, pasó los últimos 12 al frente del Carnegie Museum of Art de Pittsburg. Antes trabajó durante toda una década para el Whitney Museum of Modern Art, donde fue comisario de tres de sus bienales y enseñó en su célebre Independent Study Program. Uno de sus alumnos fue el español Vicente Todolí, director de la Tate Gallery de Londres. Es experto en arte contemporáneo estadounidense. "Aunque he viajado mucho", se apresura a matizar.

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La conversación comienza con una pregunta suya: "¿Sabe usted que el 'efecto Bilbao' fue también importante para el desarrollo de Pittsburgh?". "En Pittsburgh, el arquitecto Rafael Vinoly construyó un centro de convenciones que se convirtió en un icono para la ciudad y eso lo aprendimos de Bilbao. España debería atribuirse el mérito de haber entendido, de forma más profunda que ningún otro país desde la II Guerra Mundial, el poder de la transformación cultural. Lo ocurrido en Bilbao con el Guggenheim está ocurriendo en muchas otras ciudades del mundo. Y sé que en España los museos han servido de motor de renovación de varias urbes, es fantástico".

PREGUNTA. Sí, pero ahora el debate se centra en saber quién tiene que dirigir esos museos, los gestores económicos o los expertos culturales...

RESPUESTA. Yo creo que hay que saber hacer un poco de las dos cosas. Porque el que sólo sabe de una no vale. Para dirigir un museo necesitas a alguien que esté "genéticamente dañado", que sepa sobre arte, pero que además sepa sumar, restar y tomar decisiones racionales. No es algo imposible.

P. ¿Cuál es su mayor reto teniendo en cuenta la situación económica?

R. La situación económica, ése es el mayor reto. Pero hay otros. Cómo seguir contribuyendo a que el arte sea relevante para otras generaciones, cómo mantener una buena colección con lo que eso implica económicamente, cómo hacer buenas exposiciones que estimulen al público y a los comisarios que trabajan en ellas... Estos son retos que no se pueden traducir en números sino en opiniones.

P. ¿Para qué sirve hoy un museo?

R. Un museo tiene que ser un lugar donde se generan grandes ideas y al mismo tiempo donde se celebran las grandes conquistas. Una fábrica de ideas silenciosa que también sirva como santuario no estático. Uno de los puntos fuertes de un museo es que las obras que hay en él siempre están ahí, cuando las ves de niño o de adulto. Y ése es un ejercicio muy valioso. Pero esa misma obra de arte está creada en relación con otras cuyo lugar en conjunto puede cambiar con el tiempo, por eso hay que aceptar que se va a mover en relación con las cosas que tiene alrededor y ahí está el trabajo del comisario y el director, saber cambiar el contexto, pero siempre garantizarles su sitio.

P. Pero esa misma obra de arte ahora está en la tapa de una libreta, en un bolígrafo... ¿La comercialización del arte no rebaja la importancia del arte en sí?

R. Ahora está usted hablando como una católica antes de la reforma luterana (risas). Ése es como el argumento que defendía que no debían circular muchas biblias porque les restaría valor... Tenemos que permitir que la gente vea el arte de muchas maneras. Si por el camino unos ganan dinero, pues lo siento, pero no es malo para nadie tener un cuadro célebre en la tapa de un cuaderno. Al contrario, el universo visual es mucho más robusto que antes y tenemos que garantizar que los museos sean una de las puertas hacia ese universo. Es lo más valioso que tienen los museos, sus imágenes. Sólo tenemos un número determinado pero son de grandísima calidad, así que hay que hacer de todo por compartirlas y demostrar que siempre va a merecer la pena mirarlas.

P. ¿Cree que la actual situación económica obligará a los museos a repensar su posición en la sociedad, su uso, su futuro?

R. En lo que concierne a Estados Unidos, creo que la construcción de nuevas sedes de museos se va a frenar. Irónicamente creo que los museos comprarán más arte, porque los precios van a bajar, y supongo que asistiremos a un cambio en las ambiciones provocado por los cambios de presupuesto. Aquí trabajamos con dinero privado así que se reacciona rápido a los cambios del mercado. En Europa los cambios van a ser más lentos porque el dinero es público.

P. Thomas Krens ha dejado una estela complicada sobre el Guggenheim, con su manera de exportar el museo como una franquicia, y de organizar exposiciones singulares, como la de Armani o la dedicada a la motocicleta. ¿Con qué ideas llega usted aquí?

R. Todo lo que se verá en 2009 llevaba años programado por el equipo de Krens y creo que es muy interesante, como la actual exposición sobre la influencia del arte asiático en los autores estadounidenses.

P. Sí, pero no era eso lo que yo le preguntaba...

R. Ninguna de las cosas que pudieron haber enfadado a la gente en el pasado van a regresar. Por eso ahora decimos: "Por favor, ¡perdonen y vuelvan por aquí!' (media sonrisa).

Fachada del Museo Guggenheim de Nueva York, de Frank Lloyd Wright, con proyecciones durante el programa <i>Art after dark. First fridays</i>.
Fachada del Museo Guggenheim de Nueva York, de Frank Lloyd Wright, con proyecciones durante el programa Art after dark. First fridays.

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