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Reportaje:

Cuando el pasado es el lugar del crimen

Pocas lecturas resultan tan relajantes para el verano como las novelas de crimen y misterio y en este final de temporada han aparecido cuatro piezas de notable interés, todas ellas encuadrables dentro del clasicismo del género aunque con variantes, lo que las convierte en complementarias. Yendo de atrás adelante en el tiempo, la primera es un libro ejemplar: El hombre del balcón, de Maj Sjöwall y Per Wahlöö (RBA), un matrimonio sueco que comenzó a publicar en los años sesenta creando la figura del detective Martin Beck. Su importancia en la novela policial europea es extraordinaria porque de Martin Beck vienen todos los detectives europeos actuales, cuyo último eslabón sería el Wallander de Henning Mankell. En realidad, los modos y el tempo de Beck recuerdan enseguida al padre de todos los detectives europeos, el comisario Maigret, es decir, el policía paciente y constante, de perfil medio, curtido por la vida, deductivo y forjado en la experiencia del día a día.

El hombre del balcón es una novela excepcional, un modelo de novela negra al viejo estilo, admirablemente construida, con un retrato de actitudes y personajes muy preciso del que emana un escenario sugerente, lejos del frecuente cartón-piedra o de la originalidad a toda costa. El oficio del policía no es, en este caso, el del clásico cenizo descreído sino el de unos hombres dedicados a un trabajo que los estimula, por una parte, y los degrada y desanima, por otra. La acción avanza paso a paso, entre tiempos muertos, pequeñas pistas y una progresiva falta de expectativas, para encontrar al brutal asesino de dos niñas y se mueve así hasta el punto de que la realidad y la casualidad parecen ser más determinantes que la policía misma. La vida cotidiana tiene mucho peso en este grupo de investigadores dirigidos por Beck y ahí reside el quid del tono maestro del relato. Desde la inquietante obertura, que contempla el ámbito de la novela misma como en una panorámica, hasta el sorpresivo final, el lector queda dentro del relato y también a la distancia suficiente para disfrutarlo plenamente, en una opción maestra de perspectiva literaria.

Rex Stout es el creador de uno de los últimos y más brillantes detectives de la época dorada del "¿quién lo hizo?", frase con la que se designaba a las novelas en las que se pretendía colocar al lector en las mismas condiciones que el investigador para resolver el caso. Me refiero al obeso esteta cultivador de orquídeas en su ático neoyorquino y gran bebedor de cerveza (como su autor) Nero Wolfe. Ahora acaba de publicarse un libro insólito. Nero Wolfe contra el FBI (Navona), un rescate inesperado que nos plantea un asunto asombroso: una adinerada dama ofrece a Wolfe una suma muy considerable de dinero para que la libre del acoso a que la somete el FBI por haber divulgado un libro contra sus métodos. La idea de enfrentar a un detective privado con la organización de Edgar Hoover es todo un reto y sacarla adelante, un verdadero tour de force. Pero la cosa es aún más llamativa: Stout, hombre de firmes convicciones democráticas, escribió la novela como rechazo a la caza de brujas que, compinchados, desataron en Estados Unidos el senador McCarthy y Edgar Hoover. Y créanlo ustedes: Stout sale realmente airoso del trance sin traicionarse y Nero Wolfe, con la siempre apreciable ayuda de Archie Goodwin, obliga a agachar la cabeza al FBI. Un placer.

Contemporánea de Stout, pero en Inglaterra, es la estupenda Dorothy Sayers, que en Luna de miel (Lumen) inserta un complejo caso de asesinato en una historia tan romántica como divertida. Aquí, más que nunca, parece que se olvida de lo criminal, más atenta a esa pareja de recién casados (su aristocrático detective Lord Peter Wimsey y la escritora de novelas policiacas Harriet Vane) que se encuentran la nueva casa, en la que se disponen a vivir, patas arriba. Pero la cuidadosa creación del ambiente rural, la galería de tipos, el desclasamiento de la pareja (aristocracia más burguesía de origen rural) y la espléndida creación y resolución del misterio acaban formando un compacto bloque que esta cultísima e inteligente dama distribuye con excelente estilo y una precisa y absorbente sencillez. Lord Peter Wimsey sigue siendo el cultivado esteta de siempre, esa figura perfecta del detective aficionado, pero esta vez le veremos trastabillar ante una mujer y no sólo eso sino acabar llorando desconcertado en sus brazos.

Y más atrás, al principio en realidad, casi antes de que existiera la figura del detective que culminaría en Sherlock Holmes, antes incluso del detective Cuff de La piedra lunar de Wilkie Collins, se nos ofrece la detallada historia del primer gran crimen de la vida real que dio lugar a la aparición del primer policía real que sirvió de modelo para la creación del detective clásico de las novelas policiacas. Me refiero a El asesinato de Road Hill, de Kate Summerscale (Lumen). Esta historia criminal de un niño de una familia acomodada que apareció muerto, degollado y embutido en un retrete del exterior de la casa paterna, causó sensación en la época victoriana y acaparó los titulares de los periódicos como lo hiciera el mismísimo Jack el Destripador. Veinte años antes había nacido para la literatura el Auguste Dupin de Edgar Allan Poe, pero la imagen del detective, que empezó a hacer furor en la literatura de la época, tenía su correlato real en la figura del detective Jonathan (Jack) Whicher, que era el más apreciado y prestigioso oficial inspector de la recientemente creada Scotland Yard. Whicher, cuya investigación puso al descubierto un tortuoso mundo de relaciones familiares en un pueblo de la campiña inglesa, Road Hill, no pudo resolver convincentemente el caso y su reputación se hundió con él. La autora hace un relato en forma de crónica escrupulosa, casi notarial, del caso. El descubrimiento del asesino no es, esta vez, tan importante como la minuciosa y meritoria reconstrucción del terrible crimen, que se sigue con el mayor interés. Es una pieza histórica traída a la actualidad por una escritora de recursos que nos sitúa prácticamente en el nacimiento de la ficción criminal. -

Lumen. Barcelona, 2008. 404 páginas. 20,90 euros.

El hombre del balcón. Maj Sjöwall y Per Wahlöö. Traducción de Martin Lexell, RBA. Barcelona, 2008. 250 páginas. 16 euros. Nero Wolfe contra el FBI. Rex Stout. Traducción de F. Ballester. Navona. Madrid, 2008. 200 páginas. 12,50 euros. Luna de miel. Dorothy Sayers. Traducción de Flora Casas. Lumen. Barcelona, 2008. 496 páginas. 22,90 euros. El asesinato de Road Hill. Kate Summerscale. Traducción de Roberto Frías Llorens.

El senador Joseph McCarthy (izquierda) y su asesor Roy Cohn, en el Senado de Estados Unidos  en 1954.
El senador Joseph McCarthy (izquierda) y su asesor Roy Cohn, en el Senado de Estados Unidos en 1954.AP

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