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Reportaje:Primer plano

El timo que nunca muere

Las estafas piramidales se basan en el mismo principio que la banca: la confianza

Miguel Ángel García Vega

Resulta paradójico darse cuenta de que el sistema financiero de un país -legal o fraudulento- descansa sobre el mismo pilar: la confianza. Su carencia hace temblar, como sentimos estos días, los cimientos del sistema, pero su pérdida precipita al vacío estructuras maliciosamente diseñadas como las piramidales. Una historia que ya dura más de un siglo, por algunas de las peores cualidades del ser humano: avaricia, cinismo o codicia.

En el fondo subyace el deseo de engañar y aprovecharse de quienes tienen una escasa formación financiera. Y, por el lado del inversor, pervive la búsqueda de ganancias por encima de las que ofrece el sistema financiero regulado. Una versión revisitada del celebérrimo timo de la estampita. Aunque también existe un punto intermedio: aquellos que ven en estas pirámides un camino para vivir un poco mejor o, tal vez, simplemente vivir. Un hecho que explica por qué Colombia, Venezuela, Bolivia, Rumania o Albania han sufrido con gran dureza estas estafas. Pues, quizá, como decía Bob Dylan: "Cuando no tienes nada, nada tienes que perder". Es ese tipo de personas que piensa "que sin entrar en un sistema como éste nunca, ni él ni su familia, saldría adelante económicamente", analiza el psicólogo clínico Enrique García Huete.

"Este fraude ha igualado a la banca de los ricos y a la del pueblo"
Colombia, Bolivia, Venezuela, Rumania o Albania han sufrido estas estafas
En Albania, hubo 2 millones de afectados sobre una población de 3,5

Quizá, el cambio sea que estos fraudes, y por duro que suene, se han democratizado. Una universalización que ha traído consigo el fraude pergeñado durante años por Bernard Madoff. Por una vez, no sólo los menos favorecidos se han visto afectados. "Una de las grandes enseñanzas de esta crisis es que ha golpeado a los grandes bancos y a los grandes patrimonios", avanza David Cano, experto de Analistas Financieros Internacionales (AFI). "Al final", reflexiona con ironía un profesional de Bolsa, "uno tiene la sensación de que este fraude ha igualado al banquero de los ricos, Madoff, y a doña Branca, la banquera del pueblo".

El analista se refiere a María Branca dos Santos, una portuguesa septuagenaria que en los años ochenta protagonizó el mayor escándalo financiero del país luso. Su filosofía vital era, como recogió entones EL PAÍS, "ayudar a los ricos a ser más ricos y a los pobres a ser menos pobres". Salvadora para unos, una verdadera estafadora para otros, estaba haciendo la competencia a los grandes bancos portugueses prometiendo y, cumpliendo al menos al principio, con unos intereses mensuales del 10% para pequeñas aportaciones. Por todo justificante, entregaba un pequeño recibo y nunca dio explicación de cómo conseguía esos beneficios. "El secreto es el alma de los negocios", daba como toda explicación cuando se le preguntaba.

Mientras las aportaciones continuaron se pudieron pagar esos elevados rendimientos. Cuando el flujo se paró, en 1984, el castillo de naipes financiero se precipitó al vacío, desaparecieron unos 85 millones de euros con la ayuda de una cohorte de corruptos y criminales de los que la banquera se había rodeado. En 1990 fue condenada a diez años de cárcel. Dado su estado de salud, poco tiempo después fue puesta en libertad. Dos años más tarde moría ciega, sola e, irónicamente, en la miseria.

Y es que la historia del fraude piramidal mezcla aprendices de Robin Hood, más o menos bien intencionados, con estafadores puros y duros. El caso de Afinsa, Fórum Filatélico y Arte y Naturaleza, presuntamente, se mueve más en este último terreno. Unas 450.000 familias españolas afectadas, cerca de 5.500 millones de euros evaporados y, en muchos casos, los ahorros de toda una vida pulverizados. Todo urdido bajo un sistema piramidal clásico en el que los sellos y las monedas eran utilizados como activos de inversión. "Todas las pirámides son iguales. Empiezan por la búsqueda de un producto de éxito y, cuando las expectativas no se cumplen, entonces no se sabe, o no se quiere, afrontar la realidad y se sigue con el engaño", describe José Manuel Campa, profesor de Finanzas del IESE.

De hecho, escasamente dos semanas antes de la intervención (el 9 de mayo de 2006), el producto Afinsa y Fórum Filatélico se estaba ofreciendo a entidades madrileñas que gestionan grandes patrimonios como un activo que pudiera encajar en ese cajón de sastre en el que se han convertido las inversiones alternativas. "Varios representantes de Afinsa estuvieron en mi despacho. Les pedí que me dejarán el dossier. Lo estudié el fin de semana, y el lunes a primera hora les dije sin contemplaciones que era una estructura piramidal. No se podían creer que fuera tan directo", recuerda el director de banca privada de una conocida entidad. Desmanteladas las pirámides, el Tesoro ha dejado a una docena de gestores imputados, que se juegan como máximo unos 20 años de cárcel por cabeza. Ahora, los afectados reclaman que el Estado corra con sus pérdidas, ya que, en su opinión, "estas entidades operaban bajo una apariencia de legalidad tolerada", según Manuel Pardos, presidente de Adicae.

Y ahí surge una de las grandes cuestiones de estas estafas. ¿Es la Administración, o sea, el conjunto de los ciudadanos, los responsables de las inversiones fallidas de un grupo de personas que buscaban una rentabilidad por encima de la del mercado? "En principio, no. Si inviertes buscando extratipos sabes que estás asumiendo riesgos. Es la regla básica de cualquier gestor", precisa David Cano.

Si un continente sabe lo que es sufrir las estafas piramidales es Latinoamérica. Se estima que este año estaban en marcha cerca de 500 negocios de estas características. Sólo en Colombia han actuado en 2008, que se sepa, unas 250 pirámides. Un fraude (superior, según algunas fuentes, a 850 millones de dólares) que el mes pasado provocó un verdadero problema de orden social en el país. El Gobierno de Álvaro Uribe se vio obligado a cerrar dos centenares de estas empresas. Pero llegaron tarde: el virus financiero ya estaba en el organismo. Y miles de ahorradores se quedaron sin sus depósitos. ¿La respuesta? Centenares de tumbados (estafados) tomaron las calles exigiendo su dinero.

La infiltración era tan grande que lograron atraer inversores tan dispares como los militares que rescataron a Ingrid Betancourt o a varios congresistas. Nadie parecía a salvo de la avidez que lograron despertar pirámides como DMG (iniciales de su presidente, un ex camarógrafo de 28 años, David Murcia Guzmán) o DRFE (Dinero Rápido, Fácil y Efectivo). La primera, presumiblemente, estafó a unas 193.000 familias y sólo este año, según varios cálculos, consiguió atraer 301,6 millones de euros. La segunda ha atrapado a más de 100.000 familias y su responsable, Carlos Suárez, está en busca y captura, mientras que el de DMG se encuentra en una cárcel al sur de Bogotá. Irónicamente, como en los casos de Afinsa o Fórum, en los primeros días de las intervenciones hubo manifestaciones a favor de los presuntos estafadores en una especie de síndrome de Estocolmo financiero. "Estas actitudes son una muestra de desesperación, porque lo que ha ocurrido es un asalto a la buena fe de las personas", analiza Luis Armando Soto, ministro-consejero de la Embajada de Colombia en España. Pero advierte: "Esto no nos puede impedir hacer una autocrítica como país y como individuos: no existe bienestar sin esfuerzo o trabajo; no hay atajos".

Llueve sobre mojado en las pirámides en Latinoamérica. A las de Colombia se suman las de Perú, Bolivia o Ecuador. Este último país ha acuñado, por cierto, un caso bastante singular, el del notario, y presunto estafador, Jorge Cabrera. Tan especial que sólo se descubrió tras su fallecimiento en 2005. Durante 13 años había ido captando depósitos y haciendo frente a pagos mensuales que oscilaban entre el 8 y el 10%. La entrada mínima para ser recibido en su despacho era de unos 10.000 dólares, y esta cifra, elevada para las posibilidades de la mayoría de sus inversores, hizo que muchos se unieran con el fin de poder entrar en la pirámide, aumentando su efecto expansivo. Todo iba bien hasta que la madrugada del 25 de octubre de ese 2005 Cabrera sufrió un infarto en la habitación de un hotel de Quito donde se encontraba con una joven. Su muerte desató el pánico. Incluso varios defraudados profanaron su ataúd para comprobar que estaba muerto.

Días después, el 11 y el 12 de noviembre, una turba de depositantes invadió la sede de la captadora de fondos para recuperar su dinero. Hasta los policías y soldados encargados de sofocarlo participaron en el saqueo. Sus mandos habían invertido en la pirámide y trataban, desesperadamente, de salvar su inversión. La cantidad defraudada se cifró en unos 554,6 millones de euros y en 35.000 los afectados.

No muy lejos, en Perú, aún sigue presente la estafa del Centro Latinoamericano de Asesoramiento Empresarial (CLAE), que se llevó por delante en 1993 unos 242,6 millones de euros que habían depositado 150.000 personas. Una clásica estafa piramidal urdida por su presidente, Carlos Manrique, que ofrecía intereses mensuales del 10% "y que iba cumpliendo hasta el momento de su intervención", ironiza Augusto Cabrera, de la Embajada de Perú en España. En Bolivia, en los últimos tres años, se han dado otros tantos casos de estafa -los de las firmas Roghel, LV Pharma y Orión- que desfalcaron unos 34,6 millones de euros a cerca de 20.000 inversores. El peligro está, dicen los expertos, en que el virus se extienda ahora a Centroamérica.

En todo este análisis se corre un riesgo: que las cifras impidan ver el enorme conflicto social, como en el caso de Colombia, que un fraude de esta naturaleza puede generar. A Albania le costó, a principios de los años noventa, situarse al borde de la guerra civil, pagar el terrible peaje de 2.000 muertos y casi dos millones de afectados (sobre una población entonces de 3,5 millones de habitantes). En aquella época no existía prácticamente banca privada y conseguir préstamos personales era una tarea titánica, por lo que se creó un sistema paralelo basado en avalistas y en lazos familiares. Junto a éstos prosperaron las estructuras piramidales. Con una inflación en 1996 del 17%, las pirámides tenían que ofrecer más y más intereses para seguir captando capital. Alguna incluso llegó a dar el 30% mensual. Inmersos en esta fraudulenta competición, sólo había un camino: huir hacia delante.

En un escenario de auténtica locura, los propietarios vendían sus casas para invertir y los granjeros se deshacían de sus explotaciones. De poco servían las llamadas de alerta del Banco de Albania (que hasta entonces se había mostrado totalmente inoperante) sobre la solvencia de estas compañías. El 19 de noviembre de 1996, una de las principales pirámides, Sude, se derrumbó y los depositantes exigieron su dinero en masa. Pero ya era tarde. En marzo de 1997, el país estaba sumido en el caso. El Gobierno tuvo que dimitir, pero antes prohibió las pirámides.

El viaje llega, por ahora, a su última parada: Bernard Madoff. Su inicio como vigilante en las playas de Rockaway en Queens; su vida forjada en las cinematográficas calles del barrio neoyorquino de Brooklyn; sus comienzos con 5.000 dólares y el apoyo de sus familiares; su magnetismo personal para atraer a los clientes más sofisticados... En definitiva, las piedras que han construido la pirámide de un fraude histórico de más de 50.000 millones de dólares (35.000 millones de euros), que ha contado con la inevitable argamasa de la avaricia y el descontento. -

Afectados de Forun Filatélico ante la sede de la compañía en Madrid.
Afectados de Forun Filatélico ante la sede de la compañía en Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ

Los orígenes, en EE UU

El 23 de mayo de 1903, The New York Times publicó una larga columna en páginas interiores que llevaba por título: "Miller, 520 per cent swindeler, confesses" (Miller, el estafador del '520%', confiesa). Era el final de la aventura de William Miller, cuyo numérico apodo se había convertido en su mejor carta de presentación. Desde su firma en Brooklyn [las mismas calles neoyorquinas que, por cierto, un siglo después habrá de pisar Bernard Madoff], llamada Franklin Syndicate, multiplicaba los ahorros usando un esquema piramidal. Antes de que se derrumbara la pirámide había conseguido, en apenas cuatro años, un millón de dólares de la época. ¿Su castigo? Diez años de cárcel. A su salida, optó por un negocio más tradicional: una tienda de ultramarinos en Long Island.

En los años veinte, Carlo Ponzi, un inmigrante italiano, tomó el relevo de Miller. Con "su gran encanto y su lengua de oro", como lo definieron en su época, prometía pagar 15 dólares por cada 10 que se le prestara en un plazo de 90 días. El activo que utilizó para el fraude fueron los cupones postales. Se dio cuenta de que se podían vender en Nueva Inglaterra a un valor bastante más alto del que se compraban en el extranjero.

En junio de 1920, según las crónicas, ya tenía 420.000 dólares (una fortuna para su tiempo) y un mes después sus ingresos se estimaban en 15 millones de dólares. Pero el periódico Boston Post empezó a sospechar de sus manejos y el Gobierno Federal intervino. Tras una breve estancia en la cárcel, fue deportado a Italia. Desde entonces su apellido ha dado nombre a las estafas piramidales: sistema Ponzi. -

El saqueo de Gescartera

El escándalo de Gescartera sacudió el sistema financiero español con la violencia de un vendaval sobre las ramas de un sicomoro. La estafa dejó en 2001 un agujero de 87,9 millones de euros, según demostró la Fiscalía General del Estado. La agencia de valores creada en 1992 por Antonio Camacho se había convertido en una máquina de generar falsedades. Desde las operaciones intradía [compra y venta de acciones en el mismo día] a la gestión de la retrocesión de los corretajes de los intermediarios con los que trabajaba, pasando por la atribución de pérdidas a testaferros. Todo estaba urdido para despatrimonializar la empresa apropiándose de sus fondos y estafar a unos 4.000 clientes. Hay una frase lapidaría en la sentencia, de 592 folios, que resume el saqueo. Se llevó a cabo una "premeditada, sistemática y persistente maniobra de desapoderamiento de los capitales invertidos por los clientes". Su máximo responsable, Antonio Camacho, fue condenado a 11 años de cárcel y La Caixa y Caja Madrid, declarados responsables civiles subsidiarios. -

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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