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Abuso sexual de menores

32 niños vejados en España para vídeos de Internet

La producción de material pedófilo en español se dispara

Jorge A. Rodríguez

Todo esto es muy desagradable. "Es que cuando ves lo que le hacen a los niños te entra una mala leche...". El veterano investigador Luis García, de la Brigada de Investigación Tecnológica (BIT) de la policía, ha tenido que acostumbrarse a ver a menores violados o maltratados por adultos. Él pensaba que la mayoría de los vídeos pedófilos que pueblan la red se grababan en lugares remotos. Pero ha comprobado que también se ruedan aquí. Desde 2005, la BIT ha identificado en vídeos pedófilos elaborados en España a 32 menores de hasta 14 años. Siete en este año. El último caso es el de Cristhian Jesús Ossio Risco, un peruano que durante años violó a una menor, la grabó en vídeo y colgó las imágenes en la red. "Éste es un curro muy duro", añade Eduardo, otro agente de la BIT.

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Los agentes de esta brigada y del Grupo de Delitos Telemáticos de la Guardia Civil pasan horas ante los ordenadores. El trabajo comienza cuando localizan un archivo, de foto o de vídeo, en internet con contenido pedófilo. Lo primero es saber dónde se ha rodado y, si es posible, identificar al agresor y la víctima.

La BIT ha ejecutado desde 2005 cuatro operaciones en las que 32 menores violados o maltratados eran españoles o vivían en España. "Cuando vas a visitar a un padre y le dices que su hijo ha sido violado, no se lo cree y quiere ver el vídeo", explica García. "Nosotros le decimos que es duro, que no es necesario. Ellos insisten pero, cuando ven a su hijo, enferman". La mayoría acaba en tratamiento psiquiátrico. El investigador detalla cómo, en una ocasión, una familia le hizo una petición: "¿Podemos estar cinco minutos con el detenido?".

Los agentes relatan casos como el llamado Nanisex, un joven que trabajaba de canguro y algunos compinches que habían grabado vídeos con nueve niños en Galicia, Murcia y Madrid. O el de dos monitores de campamento que se grabaron dando azotes a cinco niños y colgaron las imágenes en páginas de spanking, donde recalan los aficionados a las imágenes de azotainas. Tuvieron acceso a 200 menores. O ese otro en el que la madre de un menor que había caído en una de estas redes se ofreció a colaborar e incluso se prestó a que su hijo, dentro de una fuerte operación de control policial, quedara con el pedófilo. El caso llevó a identificar a 17 menores españoles que habían sido vejados.

El caso del peruano Cristhian Jesús Ossio Risco ha sido el último resuelto por la BIT hasta sus últimas consecuencias. La policía detuvo la semana pasada a 23 personas en España acusadas de haberse descargado algunos de los 11 vídeos que Ossio, detenido en Madrid en marzo, se rodó violando a una niña de nueve años residente en Madrid.

La alerta que dio pie a la operación Huaralino (Ossio nació en Lima en 1978 pero su familia es de la comarca de Huaral) fue una operación contra la pornografía infantil en Suecia, donde los investigadores hallaron un vídeo de la violación de una menor "de posible origen español". Los investigadores vieron que la niña usaba "palabras típicas de España" y que "llamaba Cristhian a su agresor". Incluso se escucha al pederasta comentando que le pagan un millón de pesetas por vídeo (6.000 euros). El agresor, en cambio, tenía "un ligero acento suramericano, con modismos españoles", llamaba a la menor por su nombre y citaba a "un tal Gaspar". El móvil del pedófilo suena en la cinta. El tono es peculiar.

Los agentes escudriñaron la escenografía. Vieron unas cajas de ordenadores WYSE y una lata de aceite Repsol. Comprobaron que las cajas pertenecían a ordenadores de control de almacén, que habían sido utilizadas hasta 2002 en suministros a empresas como Repsol o Renault. Lo primero fue preguntar e investigar en esas empresas cuántos de sus trabajadores en España se llamaban Cristhian. También se consultó la base de datos de extranjería. Les salieron "más de 10.000 personas llamadas Cristhian". Sin resultado.

Mientras, otros agentes localizaron otros vídeos de Ossio, esta vez mudos y grabados en otros entornos. La BIT recurrió para analizarlos al Colegio de Sordomudos de Madrid, donde se estudió el movimiento de los labios del agresor y llegaron "a interpretar algún diálogo". Pero la clave fue el politono del teléfono móvil que sonaba en el primer vídeo. Resultó ser el himno de Perú. La policía viajó a ese país en busca de nuevos datos. Por fin logró identificar a Ossio. Ya con un nombre y una cara, fisgaron su vida laboral (fue camarero y trabajó para una empresa de cámara oculta) y se determinó que el primer vídeo lo había grabado en el local de la empresa de alquiler de vehículos para la que trabajaba. Los agentes detuvieron a Ossio y, posteriormente, identificaron a la niña que había violado repetidamente entre los nueve y los 13 años.

La niña contó datos "espeluznantes". Cómo le ofrecía regalos y dinero a cambio de sus abusos. "Si la niña se negaba, era forzada físicamente, llegando incluso a ser azotada con el cinturón por el violador", según fuentes de la investigación. La policía sabe que el detenido accedió a esta niña tras ganar la confianza con su madre. Luego supieron que una segunda niña había caído en las garras de este depredador sexual. Lo saben porque una madre denunció en un juzgado que su asistenta le había dicho que Ossio abusaba de la niña. "Pero Ossio engatusó a la niña, que tenía seis años, con regalos y, cuando se le tomó declaración, lo negó todo", se lamenta un policía. Todo muy desagradable.

Ficha policial de Cristhian  Ossio Risco, un peruano que durante años grababa sus violaciones a una menor.
Ficha policial de Cristhian Ossio Risco, un peruano que durante años grababa sus violaciones a una menor.

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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