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Clases de sexualidad, revolución en la aldea

Los métodos de enseñanza de un maestro rural han creado un escándalo en el pueblo aragonés de Mesones de Isuela

Mesones de Isuela y Juan Salanova son dos nombres que en poco tiempo han dado la vuelta a España, muy a pesar de los interesados. El primero corresponde a un pueblo de la provincia de Zaragoza, y el segundo al maestro de la localidad. Ambos protagonizan una lamentable historia de compleja solución. La noticia saltó cuando hace un mes un grupo de padres de alumnos presentó una denuncia ante la Dirección Provincial de Educación acusando al maestro de practicar un tipo de enseñanza contraria a los intereses de sus hijos.

El detonante han sido las clases de sexualidad. Se pide el inmediato traslado del maestro con un pliego de una veintena de firmas que encabeza el alcalde de Mesones. Otro pliego, que triplica con creces esa cifra de firmas, llega también hasta la delegación ministerial; lo envían vecinos del pueblo que apoyan a Juan Salanova y se oponen a que el maestro sea relevado de su puesto. En la misma línea, la delegación se ve "inundada", según palabras textuales, de cartas y telegramas. Todos los sindicatos de enseñanza se unen a la campaña de solidaridad.Mientras, en Mesones de Isuela los ánimos están seriamente exacerbados. Hay un peligroso enfrentamiento entre las dos tendencias: la mayoritaria, a favor del maestro, y otra menor, pero muy cualificada, que rechaza otra solución que no sea el perder de vista a Juan Salanova.

La inspección ha terminado su trabajo: no hay causas suficientes para abrir expediente y no habrá traslado; a lo sumo, se le va a recomendar que adecue las formas y contenidos pedagógicos a la realidad social del pueblo. Los padres, que no saben, pero temen este resultado, anuncian que sacarán de la escuela a sus hijos en enero si Juan continúa allí. El maestro ha recibido también amenazas a su integridad física.

Viajar a Mesones de Isuela es toda una experiencia vital y más aún si se esgrime la condición de periodista. "Tendrán suerte si no salen a palos de este pueblo, sinvergüenzas", saluda la hermana del alcalde, propietaria de una especie de bar alojado en los bajos de una vivienda y sin las mínimas condiciones de servicios sanitarios.

En este pequeño pueblo zaragozano, muy similar seguramente a cientos de pueblos españoles, se hace realidad el tópico de las dos Españas, y frente a conductas irracionales -las menos-, hay ejemplos de personas con gran lucidez y una envidiable sabiduría natural. Tiene 500 habitantes y un buen nivel de vida medio. Hay trabajo. La agricultura, la ganadería lanar y dos fábricas de calzado son su soporte. Las diversiones escasean, sin embargo: sólo hay dos bares, y el centro cultural puesto en marcha por Juan Salanova tiene la entrada limitada por una barrera de prejuicios.

A este pueblo llegó hace cinco años, en su primer destino definitivo, Juan Salanova. Tenía experencia docente en otros dos pueblos de Aragón y en Londres, donde hizo el lectorado. Juan va a cumplir treinta años, pero su aspecto es casi de un adolescente. Lleva barba, un pendiente y es vegetariano. Recibe visitas de amigos y amigas de varias nacionalidades, que llegan, pasan un par de días y visitan el maravilloso castillo de Mesones. Es anarquista y no lo oculta; su línea pedagógica es marcadamente progresista. "La escuela tiene que impulsar la libertad, la creatividad y la felicidad", afirma. Le entusiasma su profesión. "Un crío no es una máquina: le ves cómo va evolucionando, cómo va modulando su personalidad... No cambiaría este trabajo por ningún otro". Y hasta sus más férreos detractores reconocen que trabaja mucho y "en el fondo es una buena persona".

Juan S alanova no parece ser del todo consciente del problema al que se enfrenta. Defiende globalmente a la población de Mesones, y para él sus opositores son sólo un sector muy reducido, cuyo esquema mental se reduce a distinguir lo bueno de lo malo, como de pequeños les enseñaron. "Se creen en posesión de la verdad, y todo lo que no es como ellos es malo; pero ahora se encuentran perplejos, porque ahora se dan cuenta de que cada vez son más los malos". Afirma estar seguro de que su método educativo es el que tiene que llevar, y a cualquier objeción responde: "Es un riesgo que tengo que asumir". Incluso ante las coacciones y las amenazas, porque "el miedo es el método que emplean en los pueblos".

El pueblo sale del anonimato

En Mesones de Isuela sólo es posíble obtener información por sectores concretos que a veces se forman ante nuestra presencia por no se sabe qué cadena de transmisión: los niños de la escuela, los abuelos que juegan a las cartas en el bar, las madres disidentes que se arremolinan en la plaza, los padres de la misma tendencia que surgen de las sombras a la puerta de la casa del alcalde y el círculo progresista donde se juntan hombres y mujeres y se puede hablar relajadamente del problema, un tanto refugiados en el interior de una casa. Todos sin excepción están molestos por la publicidad negativa que ha obtenido el pueblo con este caso.La escuela tiene dos edificios separados, de una planta. En el primero, los pequeños están con doña Julia, la maestra, esposa del alcalde. En la clase de Juan Salanova hay veintidós alumnos de quinto a octavo de EGB. Están todos juntos, como en la mayoría de los pueblos. Una de las acusaciones que pesan sobre el maestro es que no utiliza textos, sino apuntes. "Pensé que era mejor globalizar las materias para no dejar tantos tiempos muertos en cada curso, y eso me llevaba tres horas de trabajo diario después de las clases; ahora, para calmar un poco los ánimos, hago las dos cosas: damos libros y apuntes".

"Para las fotograrías, que se pongan detrás los que no les dejen sus padres", dice Juan, y se retira aproximadamente la tercera parte. Los chavales son muy vivaces, están excitados por la visita y preguntan y contestan todos a la vez. Pablo, un muchacho rubio de séptimo, lleva la voz cantante al deci

"que no se lleven al maestro"; el resto asiente. Una niña dice que le da igual, y cuatro de las que no han salido en la foto guardan silencio alejadas del grupo. El plan de enseñanza incluye asamblea un día a la semana. Hay un sí clamoroso para contestar que les gusta.. "Hablamos de todo lo que nos parece bien y mal de lo que pasa", explica José Ignacio, un crío tímido y serio que se expresa con gran madurez Hoy ha habido asamblea. "Le hemos pedido que haga los exáme nes en grupo y que hay que com prar balones, que no tenemos". También han vuelto a sus repeti das quejas de que el maestro les hace trabajar mucho y les castiga "bajando puntos y mandando ve ces". Virginia, de quinto, es el primer curso que va con Juan. El año pasado no hacía asambleas y este trabaja más, "sin comparación" De las clases de educación sexual responden con chistes, con desinterés o con recelo, según el carácter, y vuelve a ser José Ignacio quien dice: "Cómo va a estar mal; es interesante que lo sepamos y además es obligatorio en toda España". Están muy enfadados con los periódicos porque han dicho que su pueblo es retrasado.

Esa es también la única contestación que se obtiene, con lacónicos monosílabos, de los abuelos que echan la partida en el bar Tras los cristales, los dos alumnos de Juan que aparecían más revoltosos, José Antonio y Pedro, observan muy serios la escena.

Y llegan las pruebas. Las madres denunciantes esperan en la plaza con el cuerpo del delito: una redacción de la clase de educación sexual, que incluye cuatro métodos antíconceptivos: preservativos, diafragmas, el DIU y la píldora. Es una explicación simplificada, con evidente sentido práctico. El esquema incluye en qué consiste el método, forma muy detallada de uso e inconvenientes que pueden encontrarse, y el fin a que se destina es "no dejar embarazada a la mujer" o "no quedar embarazada". La otra prueba es un texto es crito por Juan sobre sus propias vacaciones en 1976: viaje por la Costa Brava que acaba en Ibiza. Mujeres, drogas y música y términos como "cabreo", o "flipados".

"Defecto de forma"

Las madres dicen que no se oponen a las enseñanzas, sino a la educación que reciben sus hijos Se quejan de la forma en que explica la sexualidad y de la falta de respeto que le tienen los alumnos. Aseguran, entre otras acusaciones personales, que está drogado "porque las personas normales no hacen esas cosas". También hacen abundantes alusiones a los viejos esquemas de obtener lo que se persigue: "Esto lo resolverán en otro sitio", "iremos a donde haya que ir" o "ya le habrán llamado a usted desde Barcelona". En efecto, alguien que dijo llamarse José Luis Ramos conectó con esta corresponsal -extremo que también mencionaron los padres- con un largo catálogo de reparos hacia Juan Salanova, entre los que se incluía que los niños conocen los nombres de los montes cercanos, pero no dónde está el Misisipi y que saben lo que es una fanega, pero no las unidades tradicionales. (Las cuestiones supuestamente ignoradas las respondieron los alumnos con toda seguridad).El otro sector, el que apoya al maestro, se reúne también espontáneamente en casa de Pili Pola, madre de tres niñas, que se confiesa católica practicante. "Este pueblo necesita ponerse más en la actualídad y no escandalizarse de todo", comenta. Para ella el principal problema reside en la falta de diálogo. Nunca se reúnen matrimonios. Los hombres van solos al bar, y las mujeres, a lo sumo se visitan en los domicilios. Los jóvenes salen a divertirse fuera.

Común denominador en este grupo es que conocen los textos de sus hijos y leen libros y revistas con los que tratan de ayudarles. "Pero si son libros escritos por médícos, psiquiatras y sacerdotes", se admira Pili Pola. Ramón Sisamón es concejal, y cuando surgió el conflicto lo primero que hizo fue ir a hablar con el maestro. Comprobada la legalidad de los textos empleados, trató de convencer al alcalde en el pleno municipal, pero éste se inclinó por el otro sector, tomando, en opinión de Sisamón, una decisión precipitada". El concejal estima que el maestro tiene que seguir en Mesones y que, como él, piensan "los otros dos de izquierdas y parece que uno de los cuatro de derechas". El Ayuntamiento se compone de cuatro miembros de UCD, uno del PCE y dos independientes en listas del PSOE (el caso de Ramón Sisamón).

Estos padres están contentos de la educación que reciben sus hijos en la escuela y de su grado de aprendizaje. Les parece positiva la confianza que los alumnos tienen con el maestro -"y no aquella represión de antes"- y no les asustan las clases de educación sexual. "Las cosas naturales hay que explicárselas como cosas naturales; no se podía aguantar lo que pasaba en mi época, dice Sisamón, que, en cambio, cree que la redacción de Juan sobre el veraneo era fuerte.

En casa del alcalde se reproduce con mayor tensión la escena de las madres denunciantes, ahora con sus maridos. Domingo Ibarzo dice que actuó de portavoz de los padres de los alumnos, que son los que cuentan, y que rechazan en su mayoría a Juan Salonava. Está muy ofendido porque ha recibido multitud de anónimos injuriosos de toda España. Su mujer, la maestra, opina que el conflicto está politizado y varios piensan lo mismo. Y vuelven las acusaciones y las pruebas: el libro de lectura es escandaloso, les ha enseñado la gestación de una oveja; en la revista del centro cultural se habla de un puticlub y se manda desobedecer a los hijos. (El texto dice: "Bienaventurados los que pueden desobedecer a sus padres sin una polca encima porque de esos padres es el reino de los justos"). "Quiere destruir a la familia", concluyen.

"Son minoría, pero parecen la levadura en la masa", dijo alguien respecto de los padres que no quieren al maestro, pero los vecinos no se saludan en las calles, los concejales se evitan en los plenos, algunos niños tienen problemas con sus padres y varios quizá no vayan a la escuela en enero. Hay también un maestro amenazado que no tiene miedo, que defiende un tipo de enseñanza progresista y de diálogo y que se ha convertido en un símbolo dentro y fuera del pueblo.

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