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Las 'enfermeras asesinas', acusadas de matar a 42 pacientes, se enfrentan a cadena perpetua

Hoy comienza en Viena el mayor juicio criminal desde la II Guerra Mundial, en el que se acusa a cuatro enfermeras de haber asesinado a 42 pacientes entre 1983 y 1989 en el pabellón V del hospital Lainz de la capital austriaca. Dos de las cuatro enfermeras del pabellón de la muerte, Waltraud Wagner, de 32 años, y Stefanjia Mayer, de 51, se enfrentan a una condena de cadena perpetua. Las acusadas fueron detenidas en abril de 1989, tras sospechar de ellas el médico jefe del pabellón V, Franz Pesendorfer, al sucederse dos extrañas muertes en pacientes que iban a ser dados de alta.

Las otras dos acusadas son Irene Leidolf, de 29 años y Maria Gruber, de 28. El juicio de las enfermeras asesinas en el que participan tres jueces, cuatro abogados y 33 testigos terminará en abril. Durante la investigación judicial se han exhumado 17 cadáveres de los asesinados en Lainz para encontrar los restos de los medicamentos inyectados por las enfermeras. El número de víctimas podría elevarse a más de 100, pero no ha sido posible comprobarlo.

El caso Lainz conmovió a la opinión pública austriaca en 1989 cuando fue descubierto, y provocó una ola de críticas contra el sistema hospitalario en general. Una comisión internacional de expertos que estudió la infraestructura del pabellón V llegó a la conclusión de que en él era necesario "una reforma total".

La opinión pública austriaca se preguntó cómo cuatro enfermeras no diplomadas podían inyectar fármacos como Rohipnol y Dorminal -fuertes sedantes utilizados generalmente en los preparativos operatorios y prohibidos por la ley a funcionarios hospitalarios de ese nivel profesional- y cómo tenían acceso al almacén de medicamentos sin que nadie se percatara. Entre 1983 y 1987, en las habitaciones 64 y 65 del primer piso donde trabajaban las acusadas se utilizaron 2.495 ampollas de Rohipnol. En el segundo piso del pabellón se utilizó en ese periodo de tiempo 285 ampollas del mismo medicamento.

'Lavado de boca'

Las técnicas para matar a los pacintes, en su mayoría ancianos, eran distintas: inyectar Rohipnol, Valium, Dorminal o el macabro lavado de boca practicado por Waltraud Wagner, llamada a sus espaldas la bestia por sus colegas. Según consta en la investigación del fiscal del caso Lainz, Ernst Kloyber, se ahogaba a los enfermos con un vaso de agua. Se utilizaba especialmente en ancianos inconscientes o que dormían abriéndoles la boca a la fuerza y sujetándoles la lengua dejando entrar el agua en los pulmones. Wagner se defiende ahora afirmando que "era sólo un trago".

El fiscal descarta la validez del argumento utilizado por la defensa de Wagner que afirma que lo hacía por "compasión" y para "ayudar a morir". "Es difícil imaginarse compasión, cuando mataban a los pacientes ahogándolos; eso sólo demuestra brutalidad y sangre fría", dice Kloyber. Según relatan las coautoras de los crímenes, Waltraud Wagner en la pausa del café "se fumaba un cigarrillo, luego llenaba un vaso de yogur con agua, hacía el lavado de boca y después iba al departamento de patología a dar cuenta del deceso".

Wagner era la jefe de grupo y la enfermera preferida por el mismo jefe del pabellón V, el doctor Pesendorfer -suspendido y rehabilitado un año después- que la calificó como "eficiente y comprometida". Wagner era puntual, cumplía los turnos de noche sin quejas y siempre acudía al hospital cuando era llamada para emergencias.

La acusada responsabiliza al sistema hospitalario y al médico jefe Pesendorfer. "El profesor estaba siempre ausente e ilocalizable, a veces teníamos en un turno 35 pacientes y éramos sólo dos enfermeras. ¿Sabe usted lo que es lavarlos, darles de comer, ordenar, ¡era un horror!". Niega que los haya matado porque les suponían más trabajo. "Un moribundo no da más trabajo", afirma.

"Muertos seguros"

Un equipo de psiquiatras ha efectuado numerosas sesiones con las cuatro ex auxiliares sanitarias y en su informe ellas mismas aseguran que se encontraban en pleno uso de sus facultades mentales en el momento de los hechos. Wagner se ha mostrado muy "cooperadora" con la justicia, según el fiscal Kloyber, y escribió una lista con los "muertos seguros" y otra con los "inseguros" por fallos de memoria tras siete años de servicio.

La jefa del grupo ejercía un extraño poder sobre sus compañeras de trabajo y las involucró en los crímenes. Comenzó en 1983, relata Maria Gruber en la investigación judicial. Entonces ella sólo tenía 20 años y ejecutaba labores propias- de una auxiliar, como lavar a los enfermos y darles de comer.

Una noche la joven auxiliar Gruber estaba desesperada, mientras cuidaba en una habitación a vahos pacientes. Entró Wagner y le preguntó sobre su estado de ánimo. Gruber confesó "no soportar más" a un paciente de 80 años que había estado "todo el día con dolores gritando sin recibir medicamentos". "Entonces, dáselos tú misma", dijo Wagner, que acto seguido preparó tres dosis inyectables de Rohipnol. Tres días después falleció el enfermo.

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