Bruñido de imagen
Más allá de su contenido, esta conferencia de Madrid es un esfuerzo personal del rey Abdalá de Arabia Saudí por bruñir la imagen de su país, dañada por el hecho de que 15 de los 19 suicidas de los atentados del 11-S fueran saudíes. Occidente descubrió de repente que su aliado era una monarquía absoluta con un sistema jurídico medieval y sustentada en un pacto con fanáticos religiosos. El rey Abdalá, entonces príncipe heredero, emprendió una serie de encuentros, bautizados Diálogo Nacional, con grupos que se sentían alienados, como la minoría chií o las mujeres. La iniciativa confirmó su voluntad de reforma, aunque los sectores liberales afirman que los cambios han sido cosméticos.
Sin duda los esfuerzos que el monarca ha impulsado contra Al Qaeda y su énfasis en la educación para contrarrestar la violencia islamista, han empezado a dar resultados dentro del país. Pero la imagen exterior de cuna del extremismo religioso resulta difícil de borrar cuando el país sigue prohibiendo la libertad de culto, los partidos políticos o la conducción para las mujeres.
La propia convocatoria de líderes religiosos en Madrid se interpreta como un intento de evitar un verdadero debate en el reino, donde ninguno de ellos podría practicar su credo, e incluso los seguidores de otras ramas del islam son tratados como herejes. Una reunión previa de musulmanes en La Meca no incluyó a los ismaelíes (700.000 en Arabia Saudí) y se olvidó de los sufíes. Además, cuando Abdalá convocó esta cita, mencionó entre sus preocupaciones "el aumento del ateísmo", lo que deja fuera del diálogo "para proteger a la humanidad" a una parte considerable del mundo que no necesita de la construcción religiosa para vivir en paz.