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Revuelta contra el cardenal Carles por destituir a un nacionalista en la diócesis de Barcelona La Conferencia Episcopal dice que el conflicto es un "asunto interno" del arzobispado

"Asuntos internos de una diócesis". El portavoz de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Juan José Asenjo, despachó ayer con ese ceremonial diplomático una pregunta sobre "qué está pasando en el arzobispado de Barcelona", donde el cardenal Ricard María Carles, a un año de su jubilación, se enfrenta a la deserción de algunos de sus principales colaboradores, los de carácter nacionalista y progresista, como el obispo auxiliar Joan Carrera, que dimitió como coordinador de la curia tras la destitución por Carles del canciller secretario, el jesuita Enric Puig i Jofra.

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A la dimisión del obispo Carrera como coordinador de la curia y de los organismos diocesanos, abandonando por tanto su papel de número dos del cardenal y primero de sus cinco obispos auxiliares, siguió este lunes la del secretario del Consejo Pastoral, Marcel.li Joan Alsinella, que se ocupa también de las relaciones del arzobispado con los medios de comunicación. Ambos han dimitido en protesta por la decisión de Carles de destituir al jesuita Enric Puig i Jofra como canciller secretario del arzobispadoJoan Carrera fue militante de Unió, y dejó de militar en esa formación política cuando fue nombrado obispo en 1991. El jesuita Enric Puig i Jofra había sido anteriormente secretario general de Juventud en la Generalitat de Cataluña.

La crisis en el arzobispado de Barcelona, por tanto, parece un reajuste de sectores por parte del cardenal Carles, que estaría repartiendo de otra manera el poder interno. Carles, que el año que viene cumplirá 75 años, es valenciano, conservador y nada nacionalista, y parece preparar así el camino a un sustituto de su complacencia, el arzobispo de Tarragona, Lluîs Martînez Sistach, de 63 años.

Lo que "está pasando" en el arzobispado de Barcelona volvió ayer a la actualidad con la dimisión de Marcel.li Joan, pero, en realidad, nadie dice qué es eso que está pasando. El portavoz de los obispos, que compareció ante los periodistas en la sede de la CEE en Madrid para presentar una completísima Guía de la Iglesia Católica en España. Nomenclator 2000, recibió la pregunta como si la estuviera esperando. "No es un tema de la Conferencia Episcopal", dijo. "La CEE no puede ni debe intervenir", añadió antes de expresar su "respeto y afecto" por el cardenal Carles, precisamente el vicepresidente de la cúpula episcopal española.

"No somos quiénes para inmiscuirnos; nos puede preocupar y rezamos por una feliz resolución, pero no hay posibilidad de intervenir", insistió Asenjo. El portavoz negó, además, que el asunto hubiera sido motivo de comentario durante el almuerzo que los tres máximos dirigentes de la CEE (el cardenal de Madrid Antonio María Rouco, presidente; el vicepresidente Carles, y el propio Asenjo, secretario general) tuvieron a solas el viernes pasado con Juan Pablo II en Roma, ni durante una entrevista previa con el secretario de Estado vaticano, el cardenal Angelo Sodano.

Carácter conservador

Recibido con serios recelos por los sectores progresistas de la Iglesia catalana e, incluso, por el presidente Jordi Pujol y su coalición nacionalista, el arzobispo Carles, un valenciano nacido en 1926 y de marcado carácter conservador, llegó al arzobispado de Barcelona en 1990 con la difícil misión de suceder al cardenal Narcis Jubany. Nombrado cardenal por el Papa cuatro años más tarde, Carles pactó entonces una cierta paz interna y externa apoyándose en el prelado Joan Carrera y con nombramientos como el de Puig i Jofra como canciller secretario.

Ese entendimiento se ha roto en estas últimas semanas con la destitución del jesuita Puig, que encadenó la dimisión inmediata del obispo Carrera, clave en el funcionamiento de la diócesis, y la presentada el lunes por Joan Alsinella. Carles se deshacía con ellos de un cierto engarce con el nacionalismo catalán, que ya ha mostrado su preocupación por esta deriva del arzobispado, y podría estar preparando, además, el camino para ser sustituido el año que viene, cuando cumpla la edad reglamentaria para jubilarse, por el arzobispo de Tarragona. Ambos han sido en estos años poco partidarios de la conversión de la actual Región Eclesiástica Tarraconense en una Conferencia Episcopal de Cataluña, del mismo rango que la española, una pretensión largamente acariciada e, incluso, prometida,que Carles no ha respaldado desde su actual cargo.

Pero hay interpretaciones menos florentinas e, incluso, más prosaicas para explicar esta incesante crisis en el arzobispado barcelonés. La destitución de Puig i Jofra como canciller secretario habría tenido que ver con sus desencuentros con Carles por asuntos de personal, relacionados sobre todo con el chófer y la secretaria del cardenal, presentados el domingo por La Varguandia de Barcelona como "los únicos cargos de confianza del arzobispo en la curia". Otro signo del cambio es más ideológico: Carles ha nombrado como nuevo canciller secretario a Josep Ángel Sáiz Meneses, un sacerdote que fue discípulo en Cuenca del obispo ultraderechista José Guerra Campos.

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