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Tarancón: "La Iglesia se constituirá ahora en conciencia crítica de las nuevas realidades sociopolíticas"

Ayer comenzó en Madrid la XXVI Asamblea Plenaria del Episcopado Español, quizá la convención de obispos más importante de los últimos cuarenta años, según se desprende del contenido del discurso de apertura de la misma, que pronunció el cardenal Tarancón. La nueva situación político-social española, devenida tras el resultado de las elecciones, ha obligado a la Iglesia-jerarquía, liberada por fin de la dependencia política con el poder establecido (ya no tiene representación en las Cortes), a replantear a fondo el papel de las jerarquías, de la Iglesia y del cristianismo, en general, en un sistema democrático, pluralista y con las características concretas de la nueva sociedad española. En este contexto, el cardenal Tarancón ha desarrollado en su discurso de apertura los puntos básicos que han de ser examinados por los obispos: compatibilidad del cristianismo con algunas ideologías, secularización, confesionalidad del Estado, enseñanza privada o pública y militancia cristiana en movimientos ciudadanos.

Ante setenta obispos de la Conferencia Episcopal, el cardenal Tarancón expuso la necesidad que tiene la Iglesia de buscar nuevas formas de encarnación en el umbral del nuevo mundo cultural, social y político en que nos encontramos. El hallar estas nuevas formas es, a juicio del cardenal, «urgente e inaplazable» ante la nueva situación española después de las elecciones.«Iniciamos esta asamblea plenaria -comenzó monseñor Tarancón- en un momento importante para nuestro pueblo. Ha empezado un nuevo capítulo en la historia de España, y es lógico que todos los españoles, también los obispos, nos sintamos interpelados por esta nueva realidad que abre rumbos nuevos a la convivencia política y social."

«Es evidente -añadió- que la estructura democrática va a influir en la vida de nuestros cristianos, condicionando, al propio tiempo, -la presencia y actuación de la Iglesia, que si tiene una misión propia y específica, autónoma e independiente de la sociedad política, por vivir inmersa en ella, ha de acomodarse a las circunstancias e incluso ha de prestarle una, sana cooperación, ya que la comunidad política y la Iglesia están al servicio de la vocación personal y social del hombre."

Después de analizar su estado de preocupación, como ciudadano, ante el electoral, porque «de él podía depender que la nueva experiencia democrática fuese viable", el cardenal Tarancón dijo que como obispo, mirando a la presencia y actuación de la Iglesia en el futuro, estaba convencido de que las elecciones y el resultado de las mismas «no iba a alterar decisivamente nuestro. camino». «Dada la postura que había tomado ante ese hecho, la Iglesia no debía sentirse influida, al menos directamente, por el resultado electoral. »

Las razones de esta postura, a juicio del cardenal, son las siguientes: la Iglesia como tal, representada por la jerarquía -por la Conferencia Episcopal- no quiso entrar en la lucha electoral. Por otra parte, la Iglesia ha tenido un marcadísimo interés en que no se la considerase beligerante en el problema que, aun siendo crucial para nuestra patria, y afectando a valores trascendentes, debía ser debatido en el terreno de las opciones personales. «La Iglesia tampoco quería considerar el poder político como instrumento de evangelización, y creo -añadió el cardenal Tarancón- que hemos podido comprobar con satisfacción que quizá por primera vez en toda la historia de España no ha estado la Iglesia en el centro de la lucha electoral, ni se ha mostrado, con motivo de la propaganda, aquel anticlericalismo feroz que surgía siempre.»

Independencia

«Este hecho nos da ahora una mayor independencia y más autoridad para nuestra actuación en el futuro, en el que habremos de seguir recordando derechos y deberes a unos y a otros, actuando como conciencia crítica de las mismas opciones políticas y proyectando la luz de la fe sobre la vida de los hombres. Por otra parte, el resultado de las elecciones no podía hacernos variar la línea de conducta que desde hace unos años ha seguido la Iglesia en España, aunque deba acomodarse esa línea a las nuevas circunstancias en las que habremos de actuar.»

La línea de conducta seguida, que se apoya en la independencia de las dos sociedades, Iglesia y comunidad política, en su propio campo y en la cooperación en lo que se refiere a la dignidad y defensa de los derechos humanos, deberá seguir manteniéndose en los siguientes principios claves: independencia en lo político, reconocimiento del valor de lo temporal, renuncia al poder económico y político, conciencia crítica de las injusticias sociales y trabajo decidido por la causa de los pobres, y, finalmente, el reconocimiento de la libertad religiosa.

«Esta tarea -dijo monseñor Tarancón- no ha sido fácil, tanto por la coyuntura socio-política, en la que se inició, como por la tradición de siglos, en la que catolicismo y patriotismo casi se confundían y el poder social y político de la Iglesia se consideraba como una exigencia ineludible. Por el contrario, ahora, tenemos nosotros suma libertad para discernir este momento que estamos viviendo y más clara autoridad no sólo para exigir la plena libertad en la proclamación del mensaje, sino también para pronunciarse sobre los derechos y deberes de toda persona humana, sobre la vida internacional, la paz, la justicia, la libertad y, el desarrollo pero, sobre todo, para constituirse en conciencia crítica de la nueva sociedad y de las nuevas realidades sociopolíticas.»

En una segunda parte de su discurso, el cardenal Tarancón se dedicó a exponer algunos de los temas más importantes de fondo sobre los que los obispos y la Iglesia han de reflexionar ante las nuevas circunstancias.

Secularización

«Una sociedad democrática -expuso el cardenal Tarancón- tiene sus peculiares características y sus normas de juego que nosotros no sólo no podemos desconocer, sino que habremos de utilizar para la proclamación de la verdad, y para la defensa del bien. Una sociedad cada día más secularizada imprime carácter a sus miembros, aunque sean cristianos, y puede reclamar otras formas de presencia institucional de la Iglesia si ésta no quiere verse rechazada. Una sociedad, además, religiosamente pluralista, porque existen otras confesiones religiosas y porque el mismo cristianismo lo admite, exige nuevos planteamientos de la acción evangelizadora para hacerla más eficaz.»

Tras calificar el momento presente de "interesante pero dificil», el cardenal invitó a los obispos a reflexionar desde dentro sobre los puntos que él considera más acuciantes en estos momentos.

«Podríamos empezar -dijo el cardenal- por reconstruir el significado de ser cristiano -lo que podríamos llamar la identidad cristiana-, porque, a mi juicio, ciertos cristianos con no suficiente seriedad, quieren hacer compatible la fe con todas las ideologías, con todas las posturas, con todas las concepciones de la vida. Aunque bien sé que el cristiano no debe ser anti. Todo debe ser recogido y san tificado por el cristiano».Enseñanza

El cardenal Tarancón invitó también a los obispos a formar criterios sobre la presencia de la Iglesia en las nuevas corrientes de la enseñanza y la educación a la vista de los pronunciamientos sobre el tema de algunos partidos políticos. «No podemos quedarnos tranquilos -dijo- cuando una encuesta sena nos ha dicho que más del 90 % de los padres españoles quieren educación cristiana para sus hijos. En una sociedad democrática será necesario defender el derecho inalienable de los padres de escoger para sus hijos la educación que consideren necesaria.

En este plano, el cardenal Tarancón puso en duda el peso social, tanto de la Confederación Nacional de Padres de Familia como de otras asociaciones de apostolado seglar, que habrán de replantearse el tema en este próximo futuro, que ya ha comenzado. Los mismos educadores cristianos necesitan un apoyo. Las asociaciones de maestros, inspectores y otras, necesitan también una revitalización.

El cardenal Tarancón expuso, por último, la necesidad de organizar la presencia de la Iglesia en las distintas estructuras sociales. «Existen ahora -es propio de regímenes democráticos- otras asociaciones elementales humanas (de vecinos, de amas de casa, juveniles, profesionales), que han de merecer también la atención de la Iglesia, ya que son ellas un campo de acción magnífico para militantes cristianos. Hasta ahora nos preocupábamos poco de este campo. Podíamos creer con ingenuidad que no los necesitábamos. Ahora todos nos damos cuenta de que existe un vacío entre el magisterio de la jerarquía y la realidad de la vida social que tan sólo podrían llenar esas asociaciones. »

«En esta sociedad nueva -añadió- habrá de organizarse de alguna manera la presencia de la Iglesia en las distintas actividades y estructuras sociales a trávés de los militantes e instituciones cristianas, pero será necesario saber cómo habrán de ser esas instituciones para que puedan ejercer una influencia importante. Necesitaremos imaginación creadora para buscar los procedimientos adeduados, que no pueden ser los mismos que antes.»

«También los obispos habran de formar un criterio claro según instó finalmente el cardenal Tarancón-, un criterio a ser posible uniforme, sobre los problemas concretos que ya han empezado a asomar durante los últimos meses y se nos va a plantear en seguida: confesionalidad del Estado, enseñanza, familia, matrimonio y economía de la Iglesia.» Monseñor Tarancón se mostró optimista ante el futuro, «interesante, pero difícil», en el que se podrá establecer correctamente el diálogo democrático después de la gran prueba de maduración que ha dado el pueblo español.

Concluida la intervención del cardenal Tarancón, el nuncio de Su Santidad en España, monseñor Luigi Dadaglio, pronunció un discurso en el que reiteró la actitud de diálogo abierto de la Santa Sede con todas las instancias del pueblo español y expuso a la consideración de los obispos una serie de puntos referidos a la vida eclesial.

Además de los puntos expuestos por el cardenal Tarancón, serán objeto de reflexión, por parte de los obispos, los problemas más concretos de enseñanza, Cáritas y otras cuestiones formales, entre las que se encuentra el nombramiento de un nuevo secretario de la Conferencia Episcopal, puesto que ha quedado vacante tras el nombramiento de monseñor Yanes, anterior secretario, para la sede episcopal de Zaragoza.

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